En la reunión los otros días le pregunté a Marisa Leoni por aquel Darío Garber, un personaje total, que una vez fue su pareja. Marisa dijo que el papá de Darío era un monstruo. Eso capturó la atención de todos.
“Darío tenía una especie de enfermedad, que no sabías si era enfermedad o si era su carácter, pero había dos o tres en su familia que eran iguales, y por eso debe ser una enfermedad genética. Tiene un mundo interior increíble, pero no tiene armas para lidiar con la realidad”.
Eso era lo que nos había llamado la atención de él. Marisa fue más allá: “Lo único que es Darío es lo que tiene adentro. Todo ese mundo, de fantasías y cálculos, hipótesis desopilantes, el delirio que tiene en la cabeza, pero que tiene una lógica perfecta. El padre siempre lo castigó de una manera bestial por eso, por todo lo que pensaba, en vez de ganar plata, progresar. Lo obligó a trabajar con él en la inmobiliaria, y Darío era un desastre total. El padre lo sacó, y Darío no hizo nada. Se quedó viviendo en la casa de los padres, sin hacer nada. Al tiempo se puso a estudiar la carrera de Física y la llevaba más o menos bien, pero tampoco era lo suyo. Su mente no tenía forma, no cabía en una carrera, no servía para algo. Para este mundo era solo desvarío. Quizás si hubiera escrito lo que pensaba, podría haber sido algo entre la literatura y la filosofía. Y a veces anotaba cosas. Una vez la madre le mostró al padre algo que había escrito y el padre se amargó tanto. Al otro día, por una pavada que dijo Darío, el padre le dio una paliza, y entre lo que decía, le dijo ‘esas mierdas que escribís’. Nunca más escribió nada. El padre lo hizo así, lo convenció de que no valía nada, y él siente que cualquiera que lo mira o le pregunta algo, lo está desvalorizando, y él le da la razón por desvalorizarlo. Busca eso, busca que lo rebajen, lo desprecien y lo humillen, porque eso hace su padre, que es la persona que él más quiere en el mundo”.
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