jueves, 15 de mayo de 2025

El refugio

En “Teoría Estética” y en “Dialéctica de la Ilustración” Theodor Adorno pensaba que el arte es un espacio de libertad y autenticidad humana frente a la racionalización y mecanización de la modernidad. 

Una guarida donde la subjetividad humana puede resistir la alienación que produce la tecnología y la industria cultural. 

Con Max Horkheimer creía que la tecnología al servicio del capitalismo reduce la cultura a mercancías replicables despojadas de su potencial emancipador. 

En cambio, en la música clásica o la experimental prevalece la complejidad humana. 

Cuando analizaba a Schoenberg demostraba cómo la música atonal desafiaba las estructuras predecibles de la industria cultural.


Walter Benjamin en “La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica” observaba cómo la tecnología cambia tanto la producción como la percepción del arte. 

Pensaba que la reproducción masiva de obras de arte elimina el “aura” de la obra original, su unicidad y conexión con la tradición cultural. 

El arte se hace accesible a las masas, pero despojado de su carácter sagrado, integrado a la lógica del consumo.

Sin embargo, veía el potencial de que las sociedades se apropiaran en su favor de las nuevas tecnologías para crear nuevas formas de arte, lo que demuestra que su fe en que la creatividad humana es un espacio de resistencia y reinvención frente a la alienación.

Esa creatividad puede adaptarse y encontrar nuevos significados en un mundo en estado de autorreproducción. 


Todo esto era antes de la AI.

Esos libros son de las décadas de 1930 y 1940. En 2010 Jaron Lanier publicó “You Are Not a Gadget”, en el que hace una defensa de la creatividad y la singularidad humana frente al avance de las tecnologías digitales, especialmente aquellas que estandarizan o reemplazan la inteligencia humana. 

Dice que la música, el arte y la creatividad son refugios de la humanidad en un mundo dominado por algoritmos y plataformas tecnológicas. 

El libro salió cuando Google, Facebook y YouTube comenzaban a moldear la interacción humana y la producción cultural. 

Lanier es músico, programador y filósofo. Piensa que las tecnologías digitales están diseñadas por posiciones como el determinismo tecnológico o el computacionalismo, que reducen la riqueza de la experiencia humana a patrones predecibles, desvalorizando la creatividad individual.

Por mi parte, agrego que esos diseños no son neutros, sino que son dictados por ideologías neoliberales, es de decir, neofascistas. 

Lanier cree que hacer música, mentir, hacer casas, jugar con las palabras para nada, hacer maquetas, pintar, esculpir, hacer inventos para atrapar mosquitos, jugar con las luces que refleja un espejo, escribir bolazos, induce experiencias únicas, errores, y perspectivas irrepetibles. 

Son cosas en las que los humanos son activamente humanos, al contrario de las tecnologías que los convierten en consumidores pasivos.

Para él tocar la quena es una forma de resistencia a la cultura algorítmica, ya que involucra un compromiso físico y emocional que no puede ser completamente automatizado.

Piensa que la AI, Google e incluso Wikipedia, arruinan nel trabajo creativo individual al promover una cultura de anonimato y gratuidad. 

No rechaza la tecnología, sino que aboga por rediseñarla para que amplifique la creatividad humana en lugar de reemplazarla. 

Propone interfaces digitales que fomenten la expresión individual (por ejemplo, herramientas de creación musical más ricas) y sistemas que recompensen la originalidad.


Ya hablamos muchos de Miguel Benasayag, que explica todo esto mucho mejor. 

Pueden escucharlo directamente en muchas entrevistas como esta.

*    *    *

En suma, léanle cuentos a sus pibes, jueguen con ellos con muñecas, pelotas, sogas y bichos de luz. 

Tengan experiencias con los más chicos.

Es una manera de protegerlos con la vida de ustedes.





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