miércoles, 24 de julio de 2019

Bussi vive


“Son invisibilizados”.
La ciencias sociales han encontrado esa forma paraliteraria de hablar de las personas que no tienen dónde dormir y entonces duermen en la calle.
El término no está del todo mal, sobre todo está bien que impacte y haga pensar. Sin embargo, es una licencia poética.
“Son invisibilizados. Igual que un poste, igual que una parada de colectivos, igual que una puerta”.
La verdad es que no.
No se deja de verlos.
Lo que hacemos es acostumbrarnos, como hacemos con las veredas rotas o la basura caída al costado de un container o con la mierda de perro.
El amplio, mayoritario, triunfal apoyo al modelo de país por el que se instalaron las dictadura militares, aborrece esas presencias.
Quiere desaparecerlas.
En 1977 el general Bussi los metió en un camión y los arrojó en un desierto, en otra provincia —en 1995 Bussi fue consagrado gobernador por los votos en elecciones democráticas.
El deseo de un país europeo, norteamericano, se asquea e indigna por la presencia de lo que siente como bultos amenazantes hechos de cartones, trapos, restos de comida, mal olor, perros, niños, pelos, cuerpos.
El sentimiento es "pago mis impuestos, no tengo por qué pasar por la experiencia desagradable de ver esta excrecencia humana”.
Sobrevendrá el enojo con el gobernador de la ciudad, Rodríguez Larreta, y con el presidente Macri porque aún no los eliminaron.






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