miércoles, 24 de julio de 2019

Dilema del rezongón


Tienen razón los jóvenes que no me aguantan la furia fanática contra la marcha que lleva la sociedad.

“Estás todo el día con la política”, me dicen porque puteo porque la pobreza subió 24,3%, caen como loco las ventas en los supermercados, la fuga de capitales es gigantesca, los comedores escolares no dan abasto o todos los días cierran más pequeñas empresas. Para ellos la política no tiene nada que ver con sus vidas.

No soportan mi malhumor, la pesadez y la oscuridad permanente de mi ánimo.

Los entiendo.

Es porque soy un viejo rezongón (a cierta edad, algunos perdedores descargan despotricando contra todo y quejándose, la frustración de no haber conseguido lo que anhelaron).

Es porque me preocupo porque veo venir un desastre social que someterá a los chicos a una vida horriblemente indigna.

Es porque las sustancias químicas de mi fisiología neurológica me ponen irritable.

Es porque veo que los jóvenes se abandonan a la apatía y sé que entonces otros decidirán por ellos, en contra de ellos.

Es porque pertenezco a una generación formateada con la mística revolucionaria.

Me dejan hablando solo, se rajan.

Tienen razón.

Pero si viendo venir la que se viene, me quedara callado y sonriente, agradable y simpático, para que no me abandonen, creo que sería, rotundamente, una mala persona.

* * * * * * * *

“El fanatismo es la única fuerza que Dios le dejó al corazón para ganar sus batallas. Es la gran fuerza de los pueblos: la única que no poseen sus enemigos, porque ellos han suprimido del mundo todo lo que suene a corazón.”
Eva

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