lunes, 20 de octubre de 2025

Clases de personas

Me gustan los criterios simples para comparar a las personas.

Por ejemplo: si son conscientes de cómo caminan o no.

Si cocinan naturalmente o no.

Si tienen lúnulas en las uñas o no (acabo de aprender esa palabra). 

Si creen que hay algo abajo de la cama o si no piensan en eso.


Estos criterios son dicotómicos, es decir, crean sólo dos tipos de personas. 

Es cierto que puede haber subtipos, pero no disfruto de esa complicación, ni de la derivada de la ambigüedad (cuando se dice “bueno, es relativo” o “mmmásomeno”). Ya que estoy sólo jugando, y no hay otra cosa en juego que mi entretenimiento, elijo criterios simples. 


Otros criterios crean más de dos clases. 

Por ejemplo, la forma de la pera (de la cara). Hay: 1. Muy puntiagudas. 2. Con un pliegue bajo el labio inferior. 3. Partidas por la mitad. 4. Anchas. 5. Con un hoyuelo. 


Otro ejemplo: qué hacen los pelados con su cabeza pelada: 1. Se ponen un peluquín. 2. Se ponen un sombrero o un gorro. 3. Se hacen un entretejido. 4. Dejan que los pelos les crezcan largos, y se los pasan por arriba de la cabeza, o incluso se hacen una colita. 5. Nada.


En una película de Woody Allen (clausurados/no clausurados) una mujer es muy nerviosa y no puede quedarse tranquila en el momento de tener sexo con un hombre. En una escena, mientras tiene al hombre encima, se pone a pensar en los diferentes ruidos que hacen los hombres en esa situación, y piensa que no es una variedad muy grande —de ninguna manera sucede que cada hombre emita un sonido distinto—; que incluso puede clasificar los sonidos, y entonces se pone a hacer una lista de los tipos de sonidos, y luego va recordando qué sonido hacía este hombre, qué sonido hacía aquel otro, y el otro…


Me pregunto si me entretengo creando tipos de personas según criterios simples porque hago cosas a las que no me entrego, o cosas que me aburren. 


El asunto es que esto que llamo “entretenimiento” puede tener consecuencias. 

Por ejemplo, con el criterio de las mascotas. Si me entero de que una persona prefiere los gatos a los perros, o los perros a los gatos, mi consideración de esa persona ya no es la misma que antes de saberlo. (Esto se acentúa si alguien prefiere a las tortugas, los hamsters o los caballos.)


O no puedo dejar de observar el calzado. Es algo compulsivo. Y el calzado que alguien ha elegido, ha pagado y lleva puesto ejerce en mí una influencia extrañamente desproporcionada, es como que me dice todo sobre esa persona. (Creo que esto le pasa a mucha gente, y eso me parece muy normal, porque ¿cómo te puede dar lo mismo una persona que se ponga unas sandalias con tiras que se enredan en las piernas hasta las rodillas? ¿O alguien que usa mocasines azules? ¿O unas zapatillas increíblemente hermosas? ¿O crocs de colores?).

¿Se diría que soy un obsesivo? ¿Un maniaco?


Hay personas con dedos demasiado enteros, como si fueran una sola pieza, rechonchas, como una salchicha, y por otro lado hay personas que tienen dedos exageradamente articulados, hechos de ángulos, en los que cada falange es independiente, de contornos gruesos, como dibujados, con arrugas, con uñas importantes. El tipo de dedos para mí es absolutamente determinante en la consideración, inclusive ética, de una persona.




Me sale observar el modo en que las personas piensan en los pobres. A veces conduzco la charla de modo sutil para averiguar qué piensa determinada persona o un grupo de personas sobre los pobres. Mi conclusión pesa de un modo determinante —puedo querer mucho más, puedo descartar gente, etc.


Bueno, esto se ha hecho un poco largo. Para no seguir aburriendo, voy a dar como último ejemplo el de cómo me ven. 

Clasifico a las personas según la forma en que me ven. 

Cada persona es un espejo, me devuelve una imagen de mí. Esto ejerce una gravitación muy determinante en mi consideración de mí mismo. 

Cada tipo de mí que encuentro reflejado en otra persona determina cómo veo a esa persona, pero también me influye mucho en la idea que tengo de quién soy. 

Por ejemplo, puede arrasarme y deprimirme inconsolablemente, o puede lanzarme a escribir, como ahora.


Creo, en todo caso, que conviene buscar a las personas que devuelven una tal imagen de uno que producen que uno sea impelido a hacer las cosas que le gusta hacer.




3 comentarios:

  1. Abrumadoramente cierto. Desde observar minucias -para algunos podrían serlo-, hasta la mirada del otro, que me hace ver así o asá, y que propulsa a hacer esas cosas.

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  2. un momento a la memoria de tantas mujeres patriotas , tambien. Ebribari .......

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