Los fascistas de Mussolini tenían este lema: “me ne frego”.
“Me importa un carajo”.
“Me chupa un huevo”.
“Me cago en todos”.
La serie Mussolini – El hijo del siglo parece inspirada en
Milei.
Mussolini es el coso nuevo que aparece en una crisis de
representación y una crisis económica —nadie se alza en defensa del Pueblo que
sufre un desastre de explotación y prostitución.
Es un payaso dictador con una farsa mística que siembra
violencia delirante.
Una violencia delirante que acaba devorándoselo.
(¿Y los otros, los que no hicieron nada ante la crisis
porque estaban aferrados a su cargo, que obtuvieron militando en Todos por un Cargo,
que no lo soltaron ni siquiera cuando le pusieron un tiro en la cara, ellos,
los qué quilombo se va a armar? Pero estaban aferrados en masa a un cargo que
no era de jubilación de privilegio, a lo mejor era de estar parado en un
pasillo del Centro Cultural Kirchner, o de tallerista en una biblioteca de Claypole.
La crisis no era sólo para los me importa un carajo).
Ahora, la serie habla de Mussolini, no como parodia de Milei,
ni como biografía apócrifa de Mussolini, sino que usa la vida de Mussolini para
mirar de qué están hechos los fascismos que brotan en Estados Unidos, Hungría, Ecuador,
Suecia, Brasil, Italia.
A Mussolini lo cazaron cuando intentaba huir disfrazado de
soldado alemán, lo fusilaron y lo colgaron boca abajo en la Piazzale Loreto de
Milán. Bolsonaro está preso, y Milei empieza a destartalarse.
Pero el me ne frego es más profundo que Milei.
Los últimos días, después de la paliza del 7 de septiembre,
un ejército de policía de ocupación echó a los manteros de Parque Saavedra y
hubo una ovación de vecinos que aplaudían.
El me ne frego está allá en el fondo, calienta la tierra sobre
la que vivimos y quizás no se enfríe hasta que una nueva cría reemplace a esta
infamia.


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