jueves, 16 de octubre de 2025

Cultura y poder

Los artistas hacen cosas hermosas o cosas horribles. En este momento no me importa la calidad estética en sí de lo que hacen, sino me importan sus obras como vehículo de soltar en este mundo, una cosa, un artilugio, un sentimiento, una lógica, una criatura que incite algo en alguien. 






Un artista genial empezó hace unos meses a derramar oscuridad, fatalidad, pesadumbre, depresión. Desde el primer momento me irritó esa posición. Sin embargo, su ánimo agrio, su pornobajón, ha incitado en mí la certeza de que ya está, de que se acabó el tiempo de saber si algo está bien o está mal, si el camino correcto es este o aquel, si el que tiene razón es tal o cual, si la posta es esta o aquella. Ya sabemos que está todo echado a perder. Ya sabemos que no hay vuelta atrás. Lo que se pudrió, se pudrió. El celular se cayó al mar y no va a funcionar nunca más. El colectivo no va a venir. No hay más comida. Entonces hay que hacer algo. No tenemos idea de qué hacer. Entonces hay que bailar. Hay que hacer estupideces, cosas sin sentido, cosas inconvenientes, desubicadas. Por ejemplo, un pornobajón.


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