miércoles, 22 de octubre de 2025

¡Adéntro!

No sé a quién no le gusta la gente muy odiosa.

A alguien demasiado bueno, quizás.

Mi tía Tita tenía un odio atroz. 

Siempre iba más allá de lo imposible. Siempre dejaba a todo el mundo asombrado con su odio. 

¿Cómo podía ser que nos asombrara, si todos la conocíamos desde que nacimos, y toda la vida había sido igual?

Odiaba la Zamba de mi esperanza porque era demasiado simple. 

“Para boludos”, decía.

Algunos reventaban. La querían matar. 

A ella no le importaba.

No gozaba, tampoco. Pero no le importaba. 

Dijo eso de la Zamba de mi esperanza cuando yo era un chico, quizás tenía ocho o nueve años. 

En esa época había un programa de televisión, muy famoso, de preguntas y respuestas, que se llamaba Odol Pregunta.

Odol una marca de dentífrico. El nombre del programa no era pasible de ser denunciado de publicidad subliminal, digamos.

Una vez concursó un chico que tenía no más que dos años más que yo, y era un genio increíble. Todos lo decían. Estaba vestido de saco y corbata. El conductor ya no tenía más maneras de decir que el chico era el Orgullo Nacional, la Demostración de Cuán Lejos podemos Llegar los Argentinos, la Prueba de que el Estudio hace Enormes a las Personas, un Prodigio, Fruto de la Educación, la Inteligencia y el Trabajo, etcétera. El nene respondía sobre mitología o algo así. De grande se hizo místico por televisión. Asombroso, también, adónde van a parar. algunos niños genios.



Una noche se presentó como concursante un señor de aspecto muy sencillo. No encajaba en el programa. Parecía un técnico que arreglaba electrodomésticos o el cobrador de un club. No era viejo, pero casi. Y estaba muy nervioso.

El conductor, que tenía una gran presencia y ampulosidad, lo trató con demasiado respeto, cosa que al hombre parecía ponerlo más nervioso. Cada vez que decía su nombre, José Martínez, creo, lo leía en un papelito que tenía en la mano. No lo recordaba.

Hizo una introducción en la que anunció que —leyó— José Martínez, respondería sobre folclore de Argentina. 

Como si el hombre fuera estúpido, el conductor explicó lenta y largamente, que todos escucharíamos un tema musical y el señor —leyó—, nos diría el título de la obra y su autor. Lo dijo dos veces, como si al señor, además de ser estúpido, lo hubiera atropellado un caballo cuando estaba por entrar al canal de televisión.

Se hace un silencio y al fin ¿qué tema suena? 

La Zamba de mi esperanza.

El locutor mira fijo al hombre, esperando lo que el sentido común espera: que inmediatamente responda bien. 

Siempre la primera pregunta es un trámite.

Hasta yo sabía el nombre. 

Pero el hombre, con una cara un poco rara, se queda mirando al conductor.

En silencio.

El conductor lo mira.

Silencio.

El tipo mira al conductor.

Silencio.

Se miran.

Tensión.

Tensión.

El conductor le hace un gesto con los ojos. 

El tipo pone una cara todavía más rara. 

Tensión.

Tensión insoportable.

Pasa la Zamba de mi esperanza para boludos, y el tipo, una estatua.

El conductor le repite a —lee— la consigna.

José Martínez, cada vez más tieso.

Entonces el conductor se ofusca, le pregunta qué le pasa, le dice, para que escuchen los televidentes, que él fue seleccionado entre muchos aspirantes, que le tomaron una prueba para permitirle participar, que en esa prueba él sabía el nombre de una gran cantidad de temas folclóricos.

— Y esta zamba —lee— es la que todos los argentinos conocen…

El tipo cada vez peor.

Pienso que se va a morir ahí, en la televisión. Se va a caer al piso, muerto de vergüenza y de humillación.

Salgo corriendo, me tiro en mi cama y hundo la cara en la almohada para llorar.

Al rato viene mi tía Tita, a preguntarme qué me pasa. 

Le digo que no sé y se queda conmigo, rascándome la cabeza.



3 comentarios:

  1. Hermoso relato del que fui testigo!!

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    1. ¿Seremos un club los que recordamos Odol Pregunta, los que quedamos?

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  2. Me acuerdo que Israel pasaglia ganó el millón de pesos según decían también será verdura el Apio vos que decisb

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