Una vez tuvimos intimidad.
Tanta intimidad, que era difícil ser uno sin el otro.
Fer, Richard, Pau, Carlitos, Axel, Dani, Euge, la Chiquita, Cris, Su, Gustavo, Marce, Andre, Javi, Nati, Moni, Ricardo, Lau, Oscar, Marie, Mercedes, Vero, Mauricio, Pablo, Fer.
Nos veíamos todos los días. Viajábamos juntos.
Uno se quedaba a dormir en la casa del otro espontáneamente.
Perdíamos infinitas horas juntos.
Después vino la edad y la pandemia.
La pandemia selló lo que la madurez había hecho: intimidades separadas.
La vida nos llevó por diferentes caminos. Muchos encapsularon la intimidad en su parejas, sus familias.
Sin embargo, no toda la intimidad se perdió.
Sabemos cosas de otros que nadie más sabe.
Juntos vivimos cosas que nos hicieron quienes somos.
Esas intimidades quedaron en cajas, o las tiramos a la basura, o están en fotos, o en una corteza perdida del cerebro.
Quizás se active una partícula de intimidad un instante, “¿te acordás del día que atamos a Ana cuando estaba dormida y nos fuimos todos al examen y la dejamos?” “¿Y cuando estábamos muy locos y caminamos a la cumbre del cerro a ver los relámpagos? ¿Te acordás que aquella Tini que parecía sueca, se había llevado una frazada para abrigarse y dijimos que parecía una cautiva, y dijimos que en ese lugar seguro hubo cautivas un siglo atrás, que fueron iluminadas por los relámpagos, como nosotros mientras decíamos eso?*
Estoy idealizando, quizás.
Quizás estoy recordando una idealización.
Sin embargo, convierto la intimidad en verdad utilizando la nostalgia.
En este momento es verdad que tuvimos intimidad.
Es verdad porque hago que hayamos tenido intimidad.
Pero no hicimos lo suficiente con esa intimidad —sí lo hicimos en el momento. En el momento fue pleno, pero ahora esa intimidad está en algún lugar y no hacemos nada.
No es para esta desidia que el Universo se conjugó durante miles de millones de años, de modo que naciéramos y nos encontráramos.
No es para que desperdiciemos lo que podemos hacer juntos que existe Dios en la eternidad, y creó los cielos y la tierra, la luz de las tinieblas, las criaturas, los hombres y finalmente a nosotros.
Nuestra intimidad está hecha de todo eso.
Nuestra intimidad es más que nosotros.

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