jueves, 19 de diciembre de 2024

COYUNTURA – Los vampiros

Laura Caullo, economista del Instituto de Estudios Económicos sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL) de la Fundación Mediterránea, viene demostrando que “las familias más ricas cobran en promedio 23 veces más que una familia que se ubica entre el 10% más pobre de la población”.

Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (INDEC), el coeficiente de Gini, que calcula la desigualdad en la distribución de la riqueza, fue de 0,467 en el primer trimestre de 2024, mientras que en el mismo período de 2023 el valor fue de 0,446.

La desigualdad se está acelerando en Argentina.

Un pequeño porcentaje, una cantidad muy pequeña de empresas, familias, personas, concentran la riqueza de Argentina y sostienen a Milei en la presidencia.

¿Quiénes son esos dueños?

Los periodistas que queremos una sociedad mejor tenemos la misión de revelar sus nombres, de que se haga sentido común quiénes son esos parásitos gigantes.


Pero los periodistas tenemos que trabajar muchísimas horas para ganar lo suficiente para poder pagar el alquiler, la obra social, el seguro del auto, y no tenemos tiempo para investigar.

Sólo atinamos a personalizar todo en Milei.


Estamos fascinados hipnotizados obsesionados enamorados de odiar a Milei, no nos damos cuenta o no queremos que sea sólo un botones alcahuete cadete paje, y no investigamos quiénes son sus patrones.

Espero que nuestra falta de investigación para revelar quiénes son no sea para no quedar mal con ellos.




Apartado a los lindes del mundo

 Pasaron muchos años desde que Peter Handke escribió los textos para la película Las alas del deseo.

La película se estrenó hace 37 años; vaya a saber cuándo Handke escribió el monólogo de Homero.

Handke le llamó Homero para plantar sus palabras en el tiempo de la humanidad, esa especie de eternidad en la que viven los ángeles de la película.

Sin embargo, en el monólogo aparece el devenir —“mis héroes ya no son los guerreros y los reyes”, “¿Dónde están los míos, los simples, los primigenios?”

Si abrimos la puerta al transcurrir histórico, aquel discurso, ¿no ha perdido vigencia? ¿Escribiría lo mismo Handke hoy, cuando el que ya no escuchaba para leer solo, tampoco lee solo, sino que ve pasar el vacío chillón en la pantalla de su celular?

El Homero de Las alas del deseo habla de la guerra en tiempo pasado. ¿Diría lo mismo hoy, cuando el horror por una guerra nuclear ha quedado atrás, Israel asesina niños palestinos como un matarife y los que tratan de escapar se mueven por los mapas en hordas de millones de desgraciados?

Pero de algún modo la película es premonitoria de este presente. Homero es un viejo hecho de sus últimos huesos y su cuero final. Pese a su fe en el relato y a la relación viva que tiene con su musa, en cualquier momento se muere. Deambula como un alma en pena. No dialoga, sólo monologa. Está solo, en un sillón abandonado en un baldío donde sólo quedan restos olvidados de escombros, un terreno que hace pensar en Dresden bombardeada, en el que a lo lejos se ve una autopista por donde corren veloces los autos, anónimos.

Más tarde Homero aparece en una biblioteca, moderna, luminosa, limpia, poblada de jóvenes. Pero nadie le pregunta nada. Es un fantasma.

No sabemos dónde ha quedado su mundo. Él perdió el camino, está perdido en esta realidad de zombies. La materia de sus relatos, sus aventuras, su gente, su palabra se ha perdido. Su voz ha enmudecido.

 



Monólogo de Homero

 El mundo parece ahogarse en el crepúsculo, pero yo narro, como al principio, en mi cantinela que me sostiene a salvo, por el relato, de las revueltas del presente y protegido para el futuro.

Se acabó el remontarse muy atrás de antaño. El ir y venir a través de los siglos…

Ya sólo puedo pensar de un día para el otro. Mis héroes ya no son los guerreros y los reyes, sino las cosas de la paz, todas iguales entre sí: las cebollas que se secan tan valiosas como el tronco del árbol que atraviesa el pantano. Pero nadie ha logrado aún, cantar una epopeya de la paz. ¿Qué le ocurre a la paz que no puede seguir fascinando por mucho tiempo, que se deja apenas narrar por alguien?

¿Debo renunciar ahora? Si renuncio, entonces la humanidad perderá su narrador. Y si alguna vez la humanidad pierde su narrador, al mismo tiempo habrá perdido su infancia. ¿Dónde están los míos, los simples, los primigenios?

Nómbrame, musa, al pobre cantor inmortal quien, abandonado por sus mortales oyentes, ha perdido su voz. El que del ángel del relato, se convirtió en el ignorado o burlado organillero, fuera, en el umbral de la tierra de nadie.

 

Sólo las vías romanas conducen aún a lo lejos, sólo las huellas más antiguas conducen aún más lejos. ¿Dónde está el puerto de montaña? También la planicie, también Berlín tiene sus recónditos puertos, y ahí es dónde empieza mi tierra, la tierra de la narración. ¿Por qué no todos ven de niño los puertos, los portones, los intersticios, abajo en la tierra y arriba en el cielo? Si cada uno los viera habría una historia sin sacudidas mortales y sin guerra

 

Cuéntanos musa del narrador, del infante, del anciano apartado a los lindes del mundo y haz que en él se reconozca cada hombre. Con el tiempo los que me escuchaban se han convertido en mis lectores. Ya no se sientan en círculo sino solos, y cada uno no sabe nada del otro. Soy un viejo, con la voz quebrada, pero el relato sigue elevándose desde las profundidades. Y la boca entreabierta lo repite, tan poderoso como apacible. Una liturgia para la que nadie necesita estar iniciado en el sentido de las palabras y de las frases.

Pedazo de mí

Un 19 de diciembre murió mi madre.

Se llevó más de la mitad de mí.

Como si un torpedo me hubiera arrancado parte de la cabeza, los brazos, un pulmón, casi todos los intestinos.

No soy el mismo desde que murió porque no soy entero.

Me falta la que me decía quién soy.


Nueve años después me sigue faltando.

En esto soy como el tango que llora por “la viejita”, o el siciliano que se quiere pegar un tiro cuando se entera de que la mamma e morta.


Lo que se fue de mí con su muerte no se regenera ahora que ya casi no siento su presencia.

Mi madre va muriendo.


La madre es criando.

La madre es cuidando.

La madre también es culpándote, vampirizándote, usándote, sujetándote.

La madre es queriéndote.

La madre es diciéndote quién sos.

La madre es deseando tu bien.

La madre, en fin, es una acción.


Un verbo entre ella y sus hijos, entre ella y su marido y sus hijos, entre ella y su madre, ella sus amigas.

Cuando muere la acción madre, la madre es el recuerdo que los demás tienen de ella.

La madre sigue viva presente en otros.



Esos villeros

 


 En la sangre Argentina hay una dosis de fascismo que se enardece de furia ante los políticos que meten la mano en la lata, pero consienten en silencio que torturen a las personas.

Esto lo dijo Pedro Saborido. Alejandro Dolina dijo que quienes son felices al precio de que los otros sufran, son miserables. Es parte de la misma dosis de fascismo en sangre.

También dice Saborido que no es sorprendente que esa dosis haya influido en que se votara a Macri después de 12 años de darle tablets a los negros chicos y cunitas a los negros bebés, después de 12 años en que “se creyeron que podían tener celular e irse de vacaciones”.

Es el consentimiento a los sectores dominantes. Un consentimiento que llega al entusiasmo o al fanatismo.

Se parece al apoyo que la mayor parte de los latinoamericanos en Estados Unidos le dieron a Trump, que prometió afligirlos. Para votarlo de todos modos, cada uno pensaba que Trump será inclemente con los otros latinoamericanos, mientras “conmigo no”.

Así piensa el fascista pobre —“que le metan balas a esos villeros ladrones”, dice de sus vecinos.

 

 

 

"El arte de la guerra" en la contienda ideológica

1. 

Si El arte de la guerra va a ser puesto en diálogo de civilizaciones, China debe estar dispuesta a que termine siendo otro libro.

El arte de la guerra como clásico chino tiene un acabado en su cultura, el de ser concebido como sagrado, por su sabiduría, su calidad, su antigüedad, su condición de obra patriarcal y fundamental.

Esto pareciera no dar lugar a lo que sucede con todos los libros, que sólo existen cuando son leídos.


El arte de la guerra se hace global cuando otros países lo apropian inclusive bastardeándolo como autoayuda.

Este proceso involucra su traducción, adopción, adaptación y generación de nuevos aspectos a partir de su asimilación.


2. 

El Polo anglosajón ha conseguido imponer una concepción una manera de vivir a la fuerza y con la Biblia, a la fuerza y con el idioma inglés, a la fuerza y asesinando otras cosmovisiones, otros cuerpos, otros deseos, otros dioses, otras medicinas, otros paraísos.

Por lo tanto, si el movimiento polimórfico que se agita trata de sacarse de encima al imperio anglosajón, deberá batallar contra esa ideología.

¿Qué posibilidades hay de que las colonias, más o menos formatizadas por los imperios europeos, puedan desenvolver ideologías diferentes?

Colonias, excolonias, semicolonias forman una gama que va desde sociedades creadas por los europeos, como la sociedad argentina, hasta sociedades que por algún motivo han sabido o podido trabajar elementos ideológicos fuera del dominio imperial —desde culturas amazónicas, mesoamericanas, chinas, africanas, filipìnas y otras.

Por ahora, sólo nos entendemos en inglés.

La sola atención de este tema impone la pregunta de cuáles “civilizaciones” pisoteadas, escondidas, disimuladas, resurgen ahora en el polimórfico movimiento surgente —a la vista están la civilización China, la mesopotámica, la árabe.

¿Pueden surgir americanas —mayas aztecas, incas— o africanas?


3. 

Los anglosajones no dominan sólo con bases militares. Las articulan con los celulares (en otra época era el televisor en cada casa y las películas en el cine).

Si hay una disputa del poder, está el juego la dimensión ideológica con la que los anglosajones consiguieron el consentimiento de los oprimidos.

Ahora bien, el líder de los oprimidos es China, que está goleando en la superestructura económica pero en el plano ideológico está igual que en el fútbol —pierde con Vietnam, el peor.

¿Dice algo de esto Al arte de la guerra?

Concebir a la guerra como la guerra del sentido como un plantea una relectura de El arte de la guerra.

Podría plantear estos ejes:

1. Conocer al enemigo, es decir la capacidad de Estados Unidos de generar consentimiento.

2. No mostrar objetivos ni planes para el desarrollo ideológico.

3. No confrontar. 

4. Prepararse para dar un ataque sorpresa.

5. Adaptarse e innovar en la batalla ideológica.

6. No malgastar energía en escaramuzas.

7. Tener información sobre todos los factores involucrados en la guerra ideológica, no sólo cuáles son las fuerzas propias y las del enemigo.

8. Coordinar con los aliados.

9. Trabajar en la convicción.

10. Sólo ir a la batalla ideológica cuando no quede otro remedio.

  

 


La ideología binaria

Hablar del crecimiento de china, no milagroso, sino trabajado y conseguido por el pueblo a través de su Partido Comunista, te pone en el lado prochino.

Esto es porque se ha construido ese binarismo de “take sides”, “¿de qué lado estás?”, un matrimonio se divorcia, y tenés que elegir, “estás con uno o estás con el otro”, con una rigidez de eficacia formidable.

Basado en el pensamiento de los griegos patriarcas y encendido con su fanatismo, esto lo ha conseguido Estados Unidos, con su implacable máquina ideológica.

Es democracia o es dictadura. No hay nada en el medio. Un joven europeo multicausas sociales una vez me reveló el sentido más claro de la dicotomía: “Tailandia es un país capitalista, no es una dictadura”, me explicó.



Si no se desarma esta máquina, no podemos analizar China, ni el lugar de China en el mundo, ni nuestra relación con China.

Como toda ideología, es necesario para que caiga, que la expongamos, la desnaturalicemos y hagamos visible, y seamos conscientes de hasta qué punto que maneja nuestra percepción de la realidad.

 

 

miércoles, 18 de diciembre de 2024

Li, el rito




Hay quien explicó que el sinograma , li, deriva de , que asociaría altar, 礻示, shì, con , que significa tambor, pero en este símbolo aportaría el sonido. Luego , yǐ, podría agregar el significado de sangre.

es la segunda de las virtudes confucianas, y remite a rito, ritual, ritualización, aptitud para el rito, actitud ritual.

La virtud de observar las formas, de saber comportarse, de respetar las buenas costumbres, de saber qué decir en cada ocasión, de ser bien educado.

El es el cauce y lo que permite que las cosas fluyan.

Camilo Sánchez a quien le va a natural la ropa que se usa en San Marcos Sierra, se pone saco y corbata para leer a un poeta venerable.

El rito integra una receta de conducta, un tiempo marcado por etapas y objetos litúrgicos.

La observancia más estricta y la mayor exactitud, calidad y fidelidad de los objetos litúrgicos, las conductas y los tiempos pautados, ofrecen la mejor fluidez de aquello que debe fluir.

La conducta, los tiempos y la liturgia están completamente objetivados. No hay lugar para la ocurrencia, el invento o la creatividad. Todo está estipulado de una manera rigurosa. Sólo debe cumplirse lo que está establecido. El rito no puede apoyarse en absoluto en la iniciativa individual.

Así, quienes participan, activa o pasivamente en un rito, han de suprimir su subjetividad.

No sólo suprimir: es necesario, inclusive, que se sientan oprimidos, incómodos, afligidos por el rito. La ropa incómoda, los actos incomprensibles, las palabras ininteligibles, los tiempos de una duración irracional, los enseres absurdos, deben ser no sólo aceptados, sino que debe hacérselos propios. De ahí que muchos ritos prescriban destrucción de bienes, asesinato de animales, sufrimiento corporal o también la muerte de humanos.

Todo es justificable para que fluya la fuerza que da vida a la realidad.


Intersección

¿Tenemos espacios de intersección diferentes en el chat y cuando nos reunimos en persona?

Los espacios de intersección entre las personas son los temas en común.

Cuanto más tiempo tienen las relaciones, más cosas han pasado, más han hablado y menos sean las personas, más amplia puede ser la intersección.

Ejemplos de intersección mínima son es hablar del clima.

Un poco más amplia es la de hablar de noticias de las que todos hablan.

Un poco más amplia aún es hablar de política.

Una familia o un grupo de amigos puede optar por grandes intersecciones en la charla uno a uno, pero pequeñas intersecciones cuando están todos juntos, hablando de temas folclóricos, “qué loco era el pelado”, “las Navidades en casa de la tía Luisa eran las mejores” o los veranos en aguas verdes.

Hay juegos de intersección. En la película Notting Hill un grupo de amigos cena. Al final queda un solo bombón en un plato, y alguien dice que para elegir quién se lo comerá tiene que haber un concurso de dar lástima. El que cuenta algo más lastimoso se lo lleva.




 

 

Todo tuyo

Alguien dijo que todas las personas se merecen una vez en la vida dar una vuelta alrededor de su jaula.

Estos días iré a visitar a mi padre a Nueva York. Su casa será mi jaula. 

La jaula podría estar en un lugar que no tenga nada que me interese, pero no sé cuántos lugares tienen más cosas apasionantes que Nueva York.

Cuando volví allí después de muchos años, anduve desaforado por muchos lugares que eran maravillosos, pero todos eran obligatorios, desde el Central Park hasta un templo donde se cantaba gospel, el museo Guggenheim, el MET, el memorial de las Torres Gemelas. Adonde todo el mundo va.

Eso ya se me terminó. 

Además, hubiera preferido hacer otra cosa: no aquello que me era impuesto desde afuera de mí, sino hacer lo que yo quería.

¿Y que quería yo —y que quiero ahora que vuelvo?

No lo sé.

Es como tener frente a mí un espejo y no verme. 

O como si Dios me llevara a un lugar y me dijera: “este es el Paraíso, y su condición de Paraíso es que lo que desees, se te dará”. 

En ese momento mi deseo se pone en blanco.

Si me dan un empujón desde atrás para impulsarme a hacer lo que quiero, me aparecen las excusas. Me aferro a que no puedo hacer nada porque soy sordo, porque todo es carísimo, porque hacerlo solo no tiene gracia, porque oscurece a las cinco de la tarde, porque hace mucho frío.

Podría ser que la escena de la jaula en Nueva York sea una alegoría, didáctica, emblemática, de mi vida.

Tal vez también lo sea de otras personas.







domingo, 15 de diciembre de 2024

Amigos



 Antes la gente le ponía al hijo de nombre Rubén Darío, así nomás, como si Rubén Darío hubiese sido un cantante de la música tropical, o un corredor de autos exitoso. Y no era uno, eran muchos Rubenes Daríos. En mi división había tres. Con uno, con el Gordo Rubén Darío, quedamos amigos. Un día me vino con la queja de que yo había salido con la Flaca Silvia.

— ¿Pero cuál es el problema, Gordo? ¿Te gusta, la Flaca? Nunca me dijiste nada, boludo.

— Lo que pasa es que sale con todos mis amigos, y conmigo no.

— ¿En serio?

— Y, como vos. Ahora anda con Rubén Darío.

— Sí, Rubén Darío Cejas. ¿Y vos le tiraste onda, le dijiste?

— Lo que pasa es que somos amigos.

— Los amigos también a veces se pueden poner de novios.

— No, no. No queremos perder nuestra amistad.

— Y bueno, entonces no te quejés.

— Pero ¿con todos mis amigos tiene que salir?

— No sé, no la volví a ver mucho.

— Es así. Amigo mío que conoce, se pone de novia.

— Sos como su proveedor de novios.

— Me da bronca.

— ¿Por qué?

— Nunca nada conmigo, nada, ni una teta, ni un piquito.

— Una amiga es un amigo con tetas, Gordo.

— ¿Y no me dijiste que a veces los amigos se pueden poner de novios?

— Sí, cierto. Y, tirale onda.

— No, no, me va a sacar cagando. La puta madre.

— Mirá si está esperando.

— No, no queremos ser amigos siempre.

 

 

Un lugar

Quizás la chica me miró un instante sostenidamente.

Tal vez lo imaginé.

Pero la diferencia entre mi imaginación y la brevedad de un gesto es infinitamente sutil. Y no quiero quebrar mi ilusión, como no se quiere tocar con los dedos el ala de una mariposa para no quedarse con las escamas mágicas, de esa delicadeza de otro mundo, en la yema de los dedos. 

Preferiría atesorar la duda, preservar el instante perfecto y puro como la Luna entera puede verse dentro de una gota de rocío. 

Preferiría. 

Pero me conozco. 

No me aguanto. 

Si ahí está el agua y yo estoy al borde, no resisto el impulso de arrojarme. Antes de pensar, antes de escucharme, ya me he arrojado y ya estoy sumergido.

Pienso que ella es tan joven y que la vi en actitudes muy vulgares, y que su gente es tan bestial, y entonces no sé. 

En otra parte de mí alguien ya está pensando en lugares de la ciudad adonde invitarla para que nos encontremos. Un bar hecho con muchos años, el puente de hierro de una estación de tren, un museo vacío, el patio de una librería, un club de ajedrez, la terraza de un hospital, una iglesia perdida, un pequeño parque junto al río.

Si la que aceptara es aquella chica que me resultó tan desagradable, me preguntará por qué la llevé allí, qué hay allí. 

Me estaría preguntando qué valor turístico tiene el lugar. 

Y entonces no me interesaría decirle que el lugar tiene lo necesario para que creemos un momento. 

Que el lugar no es lo que fue, ni lo que es, ni lo que se le atribuye, sino que el lugar será, si sucede entre ella y yo algo que no olvidaremos, que quedará vivo nosotros y nos dará de vivir. El lugar nos parecerá algo más que hermoso: lo guardaremos como un sentimiento. Un lugar como un sentimiento un día, único, para siempre.


Mi abuelo fue un chino. Se casó con una criolla. Mis otros abuelos eran esa mezcla de europeos del sur, tan común en mi país. 

Mi padre fue un pastor presbiteriano, como lo fue también mi abuelo.

Mi madre fue una enfermera y tal vez la persona más inteligente que conocí.

La hija de mi abuelo chino, mi tía, me dijo que lo mejor que tengo es lo que heredé. 

Me dijo que lo que yo inventé, lo que hice de mí, lo que hago de original, no vale nada. Sólo tiene valor lo que se recibe de los padres. 

Hago películas, mi alma entera está en mis películas. Mi tía no intentó lastimarme, pero tampoco le preocupó si lo hacía.

Comprendo lo que dijo si pienso en su vida. Desde niña hasta que murió mi abuelo, ella fue la sirviente de ese padre déspota. Para entonces, ya no le quedaba otra fibra que la amargura.

No sé cuál es la vida de esta chica que me clavó la mirada y la sostuvo un instante largo. Era soberbia y ordinaria hace algunos años, pero esa mirada me mostró otra persona. 







Con Tatiana

 



Con Tatiana lo hacemos livianito.

Un beso como un chocolate.

Una mirada como la sonrisa de un bebé.

Una caricia como dejar que el mar te moje los pies desnudos.

Un amor como acostarse en el piso a la noche y mirar el cielo que arde de estrellas, cada tanto una estrella fugaz y sentir el fresco y los aromas que sólo se liberan cuando el sol parece que nunca haya existido.

No hay más consecuencias que el momento feliz.

No tenemos que ser novios, ni saber de la vida del otro, ni tenemos que vernos otra vez.

 

Tampoco está prohibido vernos otra vez.


miércoles, 11 de diciembre de 2024

¿Es o no es?

Delicia de película, “Marcello mio”.

Suyo Marcello, suya la película, de la hija de Mastroianni.



No es una ficción, no es un documental, no es una biopic, no es nada que haya existido.

Absolutamente inclasificable.

Incluso las relaciones entre las personas en la película son inclasificables.

Desde que una persona es ella misma, pero está hecha de otras, ¿cuánto tiene de sí y cuánto tiene de otros?

¿Se puede decir que la identidad (la clasificación) de Chiara es puramente Chiara, si tiene los rasgos de su padre —y su madre, en la película, le reprocha “tenés los gestos de tu padre, sí, pero también te me parecés”?

¿Cuánto es Chiara y cuánto es Marcello, y cuánto es Catherine?


Es necesario refugiarse en la clasificación, en la etiqueta, el nombre, qué soy.

Santi tenía a su papá y de repente me empezó a tener a mí, con quien su mamá tuvo otra hija. Muy chico ya filósofo, Santi me dijo “no sos mi papá, pero tampoco sos mi no papá. Sos mi Gus”.


Es una manera de vivir.

Vivir en crudo.

Nos resignamos a que nos pongan un rótulo —alumno, hipersensible, varón, periodista, chino, clase 62, soberbio, extranjero, vital.

Aceptamos que nos encierren en una categoría dentro de un cuadro —hermanos, amigos, socios, amantes, colegas, jefe-subordinado, cónyuges.


Pero no deberíamos dejar de sentir con la mano la arcilla fría y mojada que amasamos, que aún no tiene nombre, no tiene gobierno, no tiene vergüenza, no tiene juicio.


martes, 3 de diciembre de 2024

La mirada en el zoom

 Hablame, pero no me hables.

Me mirarás a los ojos cuando me hablás, pero no mirarás qué me pasa, qué te responde, qué pienso de lo que decís, qué siento.

A lo mejor me mirarás, pero no me ves.

Por zoom las personas no pueden mirarse a los ojos una a la otra. 

Si les miras los ojos a alguien, esa persona ve que estás mirando a otro lugar, y si quieres decirle algo a los ojos, miras al vidrio circular de la cámara y no ves qué le pasa a la persona a la que le hablás.

Y a todo el mundo le parece perfectamente normal.

Todo el tiempo la gente se habla sin ver qué hay dentro del otro.

El diálogo requiere conocer qué es lo que le causa al otro lo que yo digo. Lo que digo responde a la reacción del otro. De otro modo es soliloquio.

No se crea algo entre dos. 

Cada uno baila solo, coge solo, piensa solo, habla solo.




Un cigarrillo

 La mujer iba por el pasillo del avión bufando, como si le molestara todo. Era petisa y casi esférica, y llevaba demasiados bártulos. Vestía sólo colores estridentes de papagayo, una Banda a verde que le aplastaba los cabellos teñidos de amarillo y lila, de aspecto grasoso e Indomable, y en los labios apretaba un cigarrillo.

Avanzaba trabajosamente, golpeándose contra los pasajeros, los asientos y las azafatas, como si rodara a los tumbos por el interior de un caño. Sin embargo, parte de su problematización era que la angustiaba molestar. No disfrutaba molestando, ni le daba lo mismo. Sentí que le habían civilizado; que era naturalmente turbulenta, lo que en inglés se dice trouble-maker, y que a fuerza de conflictos fue de algún modo aceptando que no debía perturbar tanto con su agitación y tropelía a todos cuántos tenía alrededor. De alguna manera había llegado a transigir con el mundo, de modo precario, pero voluntarioso de su parte, en causar una molestia mínima, estética, a cambio de no alterarlo todo. 


Quizás el mundo en su conjunto aceptaba este acuerdo. Pero era de esperar que apareciera alguien intransigente y rompiera el trato. 

Una azafata europea se detuvo ante la señora sentada, que respiraba trabajosamente y bufaba mientras devoraba entero algo parecido a un pan dulce, y le preguntó si eso que tenían los dedos era un cigarrillo.

La señora asintió con la cabeza.

— No puede encenderlo.

— ¡Claro! —exclamó la señora, expulsando algunas migas que salieron disparadas como pequeñas balas.

— Pero no puede llevar el cigarrillo.

— No voy a encenderlo.

— De todos modos. No está permitido.

— ¿Por qué? —preguntó la señora y vi cómo se esforzaba por mantener tras las rejas a su bestia, y preví que si no lograba reprimirla, lo que sucedería no sería agradable. 

— Son las reglas —insistió la azafata.

— ¿No hay nadie más en todo este avión que tenga cigarrillos?

— Sí, pero no se puede tener un cigarrillo en la mano.

La señora se había puesto roja del color de una mora y sus ojos se le iban saliendo desde el interior de sus cuencos, como dos huevos duros a punto de ser expulsados. 

— ¿¿Hay una regla que dice eso?? ¿¿Por qué no se puede llevar apagado??.

— Porque molesta a los demás pasajeros.

Todo estaba al borde. La señora vivía al borde, la azafata había llevado las cosas al borde.


Al fin la señora guardó el cigarrillo y la azafata se fue, con un aire triunfal sutilmente expresado en su eficiencia.

Unos minutos más tarde, la señora tenía nuevamente el cigarrillo entre sus labios.




domingo, 1 de diciembre de 2024

Cantar

Cantar bien es soltar cómo se sueltan las almas que guardamos secuestradas, 

para expresar algo tan fuerte 

y que tanto necesitamos expresar.

Liberamos esas almas, 

esas almas que eran nuestra vida, 

y las soltamos con entusiasmo y alegría. 





Suecia

 En el primer año de la facultad le dije a una amiga que nació en Argentina pero se crió en Suecia porque la dictadura, que yo quería vivir en Suecia porque los entiendo y me identifico con algo de ellos como no me sucede con ninguna otra gente.

Mi amiga se burló de mí.

— ¿Y qué sabés de Suecia, las películas de Bergman? —me dijo, y yo:
— Sí.

— ¿Qué más?

— Nada más.

— ¡Ja! Qué tarado.

Hoy le hubiera dicho que no debía subestimar mi perceptividad, pero en ese momento no podía articular ese pensamiento. Sin embargo, me quedé con que yo tenía razón porque no creo que se puede conocer mejor a una gente que a través de lo que hace un tipo como Bergman.

Aún pienso lo mismo.

Y aún estoy enamorado de esa chica.

Ojalá lea esto (aunque no creo que me recuerde, ni que esté en facebook, ni que recuerde aquella conversación, e incluso no estoy seguro de que aquella conversación realmente haya sucedido).

Pero quise vivir en Suecia.

Quiero.

No quiero ser eterno, pero quiero que mi alma sea eterna y que reencarne por lo menos hasta vivir las vidas que me habrán faltado vivir cuando muera como Gustavo, y que una vez reencarnada, recuerde todo lo que deseo en esta vida, mejor de lo que recuerdo ahora, que me olvido tantas cosas.





sábado, 30 de noviembre de 2024

Ese lugar

¿Hasta dónde estamos dispuestos

    a meternos en la realidad de nuestro deseo?

    En su paisaje

    En la casa que es el deseo

    En esa muerte

    Ese mar

    Ese amor

    Ese pasillo con olor a cuero

    Ese juego

    Esa soledad

    Esa isla

    Esa realización

    Esa droga del deseo

    Esa vida






viernes, 29 de noviembre de 2024

COYUNTURA - Profetas

 De los creadores de “esto se termina en tres meses” y de “Milei es un helado en la parrilla” llega a todos los cines desesperanzados esperanzados “esto es un veranito financiero” y “esto es una foto, no es una película”.

 Los argumentos van desde “esto ya lo vi muchas veces, en el 95, en el 17, en el 2011” hasta “toda economía financiera es una burbuja, la economía sólo es sustentable con la producción”.

 Es insoportablemente doloroso superponer a la jeta de cualquiera de las caricaturas que gobiernan las palabras de Arlt: “y que los eunucos bufen”.

 Quizás no haya un futuro establecido, un destino, que el más sofisticado de los analistas pueda ver —de la manera que un matemático resuelve uno de esos problemas que nadie puede resolver durante siglos.

 Los eunucos sólo son eunucos si no hacen nada, y son potentes si hacen.

 Quizás lo único que podemos hacer en este momento son predicciones equivocadas, pero si las hacemos con el corazón puro, y no para defender un kiosquito mezquino de privilegios que conseguimos, entonces hacemos algo para superar la inmundicia que supimos conseguir.

 Quizás se trata menos de quién acierta más rápido y mejor qué va a suceder, que de hacer que suceda algo mejor.




Cada vez

 Cada vez escribo más cosas para cada vez menos personas, y lo que escribo les interesa menos a esas personas que aquellas a quienes me da vergüenza que lean.

Hoy iba a escribir sobre los hombres que se sienten más atraídos por las tetas que por las caras.

Un espejo oscuro



Una suerte de robo de Gregorio Samsa: el caso de Franco Schldt, que trabajaba escribiendo solo en su casa, una casa que se le hacía tan grande que perdía noción de su geografía y a veces no sabía en qué lugar estaba; y allí trabajaba con tal vehemencia y quedaba tan absorto que si por casualidad pasaba delante de un espejo —no los había muchos, y todos eran oscurísimos, casi negros—, asombrábase grandemente ante su imagen, porque se daba cuenta de que podía haber visto ante sí un mapache, su propia madre, el librero muerto en su adolescencia, un actor de cine italiano o, previsiblemente, el insecto de Kafka. Se veía a sí mismo, se reconocía —no estaba alienado, o por lo menos no estaba loco—, pero descubría que se había olvidado por completo de cuál era su aspecto, y de que si en algún momento de esos días en que no había visto su reflejo, hubiera tratado de recordar su rostro, habría fracasado. 


lunes, 25 de noviembre de 2024

COYUNTURA - El Juego del Sapo

¿Qué Alma Bella se cree uno que es, que no se tiene que tragar un sapo?


Desde 2007 el juego se llama Tragate un Sapo para que no te Trague el Sapo de la Oligarquía.

En el 2007 nos tragamos el Sapo Cobos como vice.

En el 2015 nos tragamos el Sapo Scioli, Sapo del tamaño de una pelota de básquet.

En el 2019 nos tragamos el Sapo Alberto.

En el 2023 nos tragamos el Sapo Massa.


Los actores son: los Dirigentes del Campo Popular, sus Adeptos y la Oligarquía.


Hoy la Oligarquía nos está masticando a los Adeptos con la boca abierta, mientras se carcajea.


Los Adeptos estamos atónitos porque los Dirigentes del Campo Popular parecen haberse exiliado en Moldavia.


Entre los Adeptos hay intelectuales y periodistas que militan reaccionando, aunque lo único que les sale es repetir su indignación y hablar de Milei.

Sólo hablan de Milei.

Están hipnotizados con Milei.

Están fascinados contra Milei.

Da la impresión de que si les sacaran a Milei, desaparecerían.


Si miraran otros asuntos de la realidad, por ejemplo, quiénes somos los Adeptos, quizás podrían explicar algo que me sucedió.




Un amigo presentó un libro en un centro cultural que es un santuario del Peronismo Kirchnerismo Campo Popular Progresismo Izquierda Latinoamericanista.

Fui en bicicleta. Cuando quise entrar con la bicicleta me dijeron “no, compañero, no se puede con la bici. Tiene que dejarla afuera”.

Le dije que tengo miedo de que me la roben si la dejo en la calle, porque no puedo comprarme otra, y le hice ver que el salón era gigantesco, y que luego había otros pasillos, patios y salones.

— No, no se puede.

— ¿Qué te pasa?

— No se puede.

— ¿Por qué?

— Porque va a haber otra actividad y se va a llenar mucho de gente, y la bicicleta va a entorpecer la circulación.

— Pero cuando termine esta actividad yo me la llevo.

— No se puede compañero.

Para eso momento, eran tres que me decían que “no se puede compañero”.

— ¿Por qué usás el impersonal, ese no “se” puede? ¿Por qué no asumís que no me dejás vos?

— Son las reglas.

— Obediencia debida, querés decir.


Eran tres jóvenes, entre Adeptos y Dirigentes del Campo Popular.

Eran Adeptos, pero tenían poder, y entonces eran Dirigentes.

Eran Adeptos que, al tener poder, los usaban contra otro Adepto.


Durante la presentación del libro el gigantesco salón tenía lugar para mil bicicletas. Y cuando terminó, no hubo ninguna otra actividad. 

Además, me habían mentido.


Los Adeptos con poder se comportaron como burócratas, usando la cuota de poder que tenían en contra de alguien para quien supuestamente militaban.


No veo cómo vamos a evitar que nos sigan masticando mientras nos mantengamos así.



Decisiones

Si tenés claro que para llegar a tal lugar tenés que tomar el colectivo 63, lo tomás y listo.

Pero en la vida hay muchas decisiones que deben tomarse sin conocer bien el resultado, o sin saber en absoluto si va a pasar lo que esperás o qué va a pasar.

En este momento en Argentina, por ejemplo, tenemos un ataque de oligarquía que nos sujeta a la perplejidad. No tenemos reacción, estamos perfectamente perdidos. 

Cuando no se sabe qué es lo que hay que decidir, quizás conviene decidir con el corazón, con la intuición, sabiendo que la decisión a lo mejor no es la correcta, pero entonces es necesario hacer que haya sido la correcta.






domingo, 24 de noviembre de 2024

Pienso en otros

 Lo Yuao, cuyo padre murió cuando él nació, que no recordaba su madre porque lo abandonó cuando murió su padre, no hizo familia. 

Tuvo una novia por correspondencia, una chica que vendría de China a casarse con él, pero al cabo de 12 años de noviazgo, ella le anunció que se casaría con un hombre en China. Lo Yuao nunca más tuvo novia. 

Siempre estuvo solo. Tenía sus amigos artistas como él, porque se hizo artista, en lugar de formar una familia y de prosperar. 

Vivía en un departamentito tan pequeño que no podía recibir de vista más de una persona.

No tenía cocina, sino una mínima kitchenette. Una vez que fui a visitarlo él estaba en cama, enfermo. Fui a prepararle un té y me sorprendió que, siendo un hombre muy pulcro, la kitchenette estuviera tan sucia. Pensé que no tenía a nadie para quien tener la kitchenette limpia. Las personas más íntegras se abandonan, cuando sólo tienen la soledad. 

Cuando le serví el té le pregunté si le pesaba estar solo. 

Me dijo que sí, pero que no sentía mucha angustia. 

— Me entretengo pintando. 

Pensó en silencio y al fin me dijo:

— A veces, sí, estoy muy solo. Me siento mal. Entonces me pongo a pensar en algunos amigos que están mal. Algunos están peor que yo. Pienso en ellos, qué puedo hacer para ayudarlos. Así, ya me olvido de mi soledad.







sábado, 23 de noviembre de 2024

Si alguien está triste

Creo que si alguien está triste, la primera onda que se le puede tirar es recibir la tristeza. Acompañar. Ayudar a esa persona a atravesar todo el camino de la tristeza. En ese camino, uno puede comprender por qué el otro está triste.  Con el tiempo, si el otro pide consejo y si uno tiene algo para decir que cree útil sólo para el otro, entonces sí, aconsejar. 





martes, 19 de noviembre de 2024

COYUNTURA - Milei, Xi Jinping y Vicentín

Festejar los defectos del otro en lugar de los aciertos propios es confesar que el otro está en el centro y nosotros, impotentes. 





La postura corporal, incluido los gestos de la cara, hablan. 

En este caso, gritan. 

Todo Milei dice “estoy para acordar”, en cambio Xi dice “foto con este también”. 

Milei inclinado hacia adelante y hacia Xi, Xi apuntando en otra dirección. 

La mano izquierda de Milei lista para más contacto, Xi esconde la suya. 

Milei alza la cabeza, positivo, Xi la baja, mostrando que la situación le pesa. 


Y todo esto, claro, hay que leerlo en el contexto de Milei diciendo: 

"No hago trato con comunistas".

El comunismo "es un sistema asesino. Se cargaron la vida de 150 millones de seres humanos" (tanto en el debate con candidatos, hablándole a Miriam Bregman, como en Ecuador).

"El comunismo ya sabemos que fue un fracaso" (en una clase en el Instituto Hoover, de la Universidad de Stanford, Estados Unidos) —es decir, le está dando la mano a un fracasado.


Pero la felicidad que nos da descubrir a Milei en una contradicción no deja de revelar nuestra impotencia.

Es Milei al que le da la mano Xi Jinping, no le da la mano a Massa, ni a Wado de Pedro ni a Kicillof.


Y por otra parte, no pareciera hacerle mella a Milei un día decir una cosa y al siguiente, otra. 

Así como nosotros lloramos afuera, él utiliza el poder como los que votamos nosotros no lo supieron usar —ver: Vicentín. Usa el poder para hacer lo que quiere, se caga en la ley, se caga en no tener partido político ni diputados ni senadores. Se caga en contradecirse, no le cuesta nada, parece que al contrario, cada vez gana más poder haciendo los mamarrachos que hace. Y se caga de risa de nosotros cuando chillamos señalándole sus contradicciones.


Podríamos dejarlo que se cocine en su juego, en el que con o sin contradicciones, abre todo el Estado para que lo saqueen sus jefes, y empezar a pensar en cómo no repetir Vicentín



lunes, 18 de noviembre de 2024

Legado

 Fueron muchas emociones anoche.

Paso el día de mi cumpleaños intentando recuperarme de la fiesta de mi cumpleaños.

Cumplí un montón de años, más o menos la cantidad en la que uno empieza a pensar en el legado.

Pensar el legado es pensar aquello que le fue legado a uno y qué ha hecho uno con eso, o sea, qué legado le deja a los que vienen atrás.

Y entonces pasaron cosas en la fiesta.

Siempre en las fiestas dejo el celu. En un momento lo agarro y veo que mi papá chino me había llamado 17 veces. Tiene 88 años, vive en Estados Unidos, extraña mucho la Argentina. Quería estar en la fiesta. Más tarde alguien me avisa, con mi celular en la mano: “te está llamando tu papá”. Yo ya estaba en un estado no deplorable, pero bueno, y le digo que gracias, que no puedo atender ahora, que lo llamaré después. Me responden: “pero es tu papá”. Y entonces recuerdo que, aún conociendo no poco el pensamiento de Confucio, debió ser Angie, una Ascasubi de raigambre gauchesca, quien me hiciera comprender que mi rebeldía con mi padre choca con la cordillera inconmensurable de 2.500 años de piedad filial: el padre es más importante que los amigos, la esposa, los hijos, el padre siempre tiene razón, el padre existe para que uno exista venerándolo. “Atendé, es tu papá” me dice la persona que tiene el celular que hace escándalo y vibra en la mano y entonces veo que es Laura, la única china en la reunión. Me estaba dando el celular para que lo atienda desde el fondo más profundo de la China más profunda. La sentí tan familia con Laura como si fuéramos hermanos que vivieron en la misma casa desde el nacimiento hasta la vejez.

Viendo que yo no agarraría el celular, Laura atiende y durante una hora le muestra la reunión a mi papá.

* * *

Mi papá dejó un amigo chino en Argentina, Lo Yuao. Se hizo artista, bohemio, inspiró un libro que yo escribí y Camilo editó, y de algún modo inspiró la revista DangDai, que hicimos con Camilo y Néstor y orientó mi carrera hacia China.

Cuando mi hijo Fer tenía 13 años era un practicante de kung fu muy destacado y le pidió a Lo Yuao que escribiera el signo chino de “kung fu”. Lo Yuao se tomó el pedido muy en serio, practicó varias veces hasta que estuvo conforme con su caligrafía. Le dio a Fer el papel que decía: 功夫. A los 3 días Fer se apareció con el signo tatuado en el brazo. La madre lo quería asesinar, pero 20 años después aún lo muestra.

La fiesta de mi cumpleaños fue también la inauguración de mi nueva casa como lugar de reuniones. Juan me ha ayudado mucho a elegir y armar esta casa. Le comenté que no le encontraba lugar al caballete que heredé de Lo Yuao (cuando Lo Yuao murió, fuimos con Camilo y Fer a recoger lo que había dejado para mí, cuadros, pinceles, pinturas, libros, todo relacionado con el arte). Yo pinto, pero tan poco, que es una locura tener ese caballete aparatoso estorbando donde lo pongo. Y entonces Juan me dijo que su hija Emilia va a estudiar arte, y que no le parecía mal complementar su arte en la computadora con el arte tradicional en un caballete. Sentí la felicidad de Lo Yuao adentro mío como un pequeño ardor.

Pensé en Lo Yuao sonriendo en el cielo de los chinos, mirando el brazo tatuado de Fer y a Emilia pintando en su caballete.

Otra vez el cangrejo del sentimiento me atenazó el gañote.

Hoy vino mi hija Irina a traerme una torta de banana que sabe hacer, tan deliciosa que parecía preparada para los dioses, y cuando nos disponíamos a comerla con unos mates, llamó Fer desde Sicilia, adonde se acaba de mudar. Le pedí que nos mostrara el tatuaje.

 


   




 






    






















sábado, 16 de noviembre de 2024

Roberto Müller

Hay una realidad en la que no existen los espejos.

No hay reflejos. Una persona mira a los ojos de otra y no se ve a sí misma. 

Mira el agua de un estanque y no ve su cara mirándola. 

Mira un vidrio y sólo ve lo que hay del otro lado. 

Mira un metal pulido y sólo ve el metal. 

Nadie sabe cómo es.




Cuando las personas mueren, desaparece su pasado. 

Nadie recuerda nada de quien ha muerto.

Al muerto, se lo ha tragado la tierra.

Si tenía hermanos, los hermanos creen que son uno menos.

Si tenía hijos, los hijos creen que su padre nunca existió.

En la casa donde vivía, está viviendo otra persona con todas sus cosas, los viejos cuadros de sus padres, los recuerdos de viajes de cuando era joven.

Los libros que escribió han desaparecido.

Sus alumnos tuvieron en su lugar a otro profesor.

La bicicleta en la que andaba es de otra persona. La misma bicicleta, la violeta.

Su pareja está casada con otra persona desde hace muchos años.

El asiento que ocupó en un viaje en avión hacia Estambul fue ocupado en realidad por un sacerdote.

Sus padres no lo recuerdan.

La ropa que tenía dejó de existir inmediatamente en el momento en que murió.

El mate que le regaló a su amiga, el mate que le trajo de Misiones ya no existe. Su amiga toma mate en un mate que compró ella.

En la foto grupal de segundo grado en blanco y negro, adonde antes estaba, ya no está.

El árbol que plantó junto a su abuelo está ahí, pero lo plantó su abuelo solo.

La banda en la que tocaba el bajo tiene otro bajista, un muchacho alto, que está perdiendo su cabello rubio. 

El aviso fúnebre que publicaron en el diario de su pueblo cuando murió su madre, que él recortó y puso dentro de un libro, ya no tiene su nombre.

En su lápida, en lugar de su nombre está el de otra persona, Roberto Müller, muerto en 1949.


viernes, 15 de noviembre de 2024

Bicho que se cree uno solo

Desde hace 80 años se habla de principio antrópico: el Universo evolucionó para que exista el Hombre. 

Esto había surgido con el polaco Copérnico, cuando se le ocurrió que el centro del Universo no era Dios, sino el Hombre.

De allí en más el Hombre pasó a ser el Europeo.

Todos los demás eran bestias.

Luego surgió la idea de la evolución, y las bestias humanas fueron ubicadas en una escala evolutiva, desde los más primitivos hasta la cúspide, el Europeo blanco.

Con la Iglesia se llegó a un acuerdo: el Hombre es el Centro de la Creación de Dios.

Dios ama al Hombre, que es Su Hijo, y creó el Universo para su provecho.

En este esquema que podemos imaginar como un cono, la puntita es el Hombre Blanco, más abajo están los demás humanos, y más abajo los animales.

En el plan de Dios, y del Hombre Blanco, los que están arriba tienen derecho a usar a los que están abajo.

Usar es quitarles lo que tienen, hacerlos trabajar, matarlos, comerlos, vestirse con su cuero, etc.

 

Bien, han aparecido personas que no están de acuerdo con esta manera de ver las cosas.


Dicen que el hombre no es la cumbre de la evolución.

Dicen que es tan diferente y tan especial como cualquier especie lo es respecto de todas las demás. 

Creo que el argumento es válido. 

(También veo que está mucho en manos de tilingos —desde los que odian a los niños, marrones, preferentemente, y adoran a las mascotas, hasta los que aman a los animalitos para satisfacer su instinto maternal y quienes se perciben perro, por cierto, de raza).


Es perfectamente lógico considerar que cada especie tiene el mismo valor que las demás. Basta con dejar de lado esa idea de evolución, con la que tanto se han beneficiado algunos poco y han destrozado a todos los demás, y al resto del planeta, desde justificar la explotación y el genocidio de cientos de sociedades hasta Auschwitz. 

Una idea que, a propósito, está en pleno auge. 


Dejar de pensar en superiores e inferiores le ofrece a la zoología, la ontología, la psicología, la lingüística y tantas otras disciplinas un campo tan fértil que es imposible que no surja un mundo nuevo. 


Sólo es cuestión de soltar la idea de que los humanos son únicos y superiores. 


Como en tantas cosas, el asunto no es que no tengamos capacidad: el asunto es que mantenemos nuestras fuerzas encadenadas. 






lunes, 11 de noviembre de 2024

Confesión


La iglesia estaba perfectamente vacía. 

Ni una rata, ni un insecto, ni un filamento de polvo flotando en luz que entraba por los vitreaux de escenas sagradas.

Todo lo demás era penumbra.

Mauricio fue directamente al único confesionario en cuyo interior había un cura. Sabía que allí estaría el padre Eduardo y con él quería hablar.

Se arrodilló del lado de afuera, le golpeó la ventanita, el padre Eduardo la abrió, quedó a oscuras detrás de la pequeña reja.

Mauricio le habló un buen rato.

Lloró despacito.

Al fin el padre Eduardo le dijo:

— Pero, Mauricio. Mauricio, Mauricio. Estás muy angustiado. Dios no quiere verte así. ¿Qué tanta necesidad hay de salir del clóset? ¿No la pasás bien así? Quien quiera salir, que salga, que sea feliz, pero mirá la angustia que tenés. Y venís a decírmelo acá. Acá es para confesar pecados. ¿Cuál es tu pecado? Andate. Andate por ahí, no digas nada y hace lo que quieras. Sos una buena persona, Mauricio. La gente te quiere mucho. Andate, que quiero seguir leyendo. Chau.




domingo, 10 de noviembre de 2024

Nada queda afuera

El culto peronista cool casi casi se agota. 

¿Quién le regala todavía a la hija de su amiga una Evita de trapo que cuesta 50 mil pesos? 

Y aún así, si surge algo, deberá integrar el paso por el peronismo cool.






Digitalización

El hijo de mi prima, que vive de hacer operaciones con bitcoins y en el año ganó más que su papá —aunque aún vive en la misma casa de él—, se rió de mí cuando le conté que tengo una pila de un metro y medio de alto de cuadernos con notas que fui tomando desde hace años para escribir cuentos.

— ¿Y por qué no los digitalizaste? —me preguntó sorprendido.

Era tan obvio. ¡Como no se me ocurrió!

En los días siguientes pensé menos en los cuadernos y su contenido que en las razones por las que nunca se me ocurrió digitalizarlos.

Me dije que era obvio que por viejo. Es decir, por la misma razón por la que escribí los textos a mano en los cuadernos. Uno tiene en la mente las herramientas que usaba cuando empezó y que más usó; hay muchas herramientas nuevas que uno se olvida de que las tiene, porque su mente y su mano se han hecho a aquellas viejas herramientas básicas.

Me pregunté si todo el pensamiento no procede de esa manera.

Luego, con los días, una idea fue cobrando forma en mí como respuesta.

El trabajo que me ahorraría haciendo digitalizar los textos es enorme. No es nada menos que el trabajo que me propongo hacer en la última etapa de mi vida los 20 o 30 años que me quedan —y ojalá me alcance el tiempo.

En vez de digitalizar los textos lo que hago es lo siguiente: llevo la escalera a la biblioteca, bajo un par de cuadernos, los meto en la mochila y los llevo al lugar más adecuado para transcribirlos, es decir, elegir textos de cada cuaderno y reescribirlos en otro cuaderno —o debería decir escribirlos, porque lo que hay en los cuadernos son mayormente anotaciones, del tipo: “contar la historia del hombre que cazó y devoró a su muerte. La vio sentada en un rincón mugriento de Chan Chan, a la noche, en la forma de una anciana. Le pegó con una piedra en la cabeza, cargó el cadáver hasta su casa, lo trozó, hizo charquis con la carne, le dio los huesos a sus perros y se fue comiendo el charqui durante mucho tiempo.” Eso, lo convierto en un texto verdadero.

Ahora bien, ¿cuál es el lugar más adecuado para hacer ese trabajo? No lo decido yo, más bien permito que surja en mí la ocurrencia. Puede ser el Parque Saavedra, que tengo enfrente de mi casa, o puede ser un bar del barrio de la Aduana Vieja de Montevideo, o un tren a Mar del Plata, un cementerio de París, o una cabaña en el Delta del Tigre, o un banco en un parque del Bajo Manhattan, o una iglesia de Estambul o una terraza de Valparaíso.

Allí, entonces, escribo lo que tenía anotado. En el mismo lugar también dicto lo que escribo a mi celular (y ese dictado, es siempre una edición).

Al regresar a mi casa, le permito a mi computadora trascribir el audio, tomo el texto y vuelvo a darle forma. Que puede ser definitiva, aunque posiblemente no. Posiblemente deje que el texto trabaje y lo tome más adelante. Entonces seguramente le pida a algunos amigos que lo lean conmigo, o en privado y luego me comenten. Es decir, de algún modo escribimos de modo cooperativo.

Y así sigo, entre dejar y retomar el texto, hasta que me aburro de buscarle la mejor forma o alguien lo publica.

Este proceso, largo, costoso, engorroso, complicado es lo opuesto a lo que me recomendó el hijo de mi prima.

Involucra tiempo, involucra mi cuerpo, muchísimas pequeñas y grandes decisiones y también relaciones con otras personas. Es decir, el texto final es la consecuencia de una especie de aventura.

Bien. Llegado a esta conclusión, un día que nos vimos se la conté al hijo de mi prima.

Con la misma inmediatez con la que me había mandado digitalizar los cuadernos, me preguntó:

— Ajá. ¿Y ahora qué vas a hacer con el texto?

— Mi idea final, como te dije, puede ser que sea publicado.

— ¿Y qué haces con el libro?

— Bueno, otras personas lo pueden leer.

— ¿Hay gente que lee tus libros? ¿Hay gente que lee libros? —me preguntó sin agresividad, sólo conectado con la sensatez y la verdad. Y los bitcoins.

 

 

Discusión

Los del Centro Vasco nos reunimos para celebrar una fecha patria. Se cocinó, se comió, se charló, se bailó. Viejos y jóvenes.

Al día siguiente comentamos la jornada en nuestro almuerzo familiar de los domingos. Las fiestas son importantes en sí, pero no son menos importantes las charlas sobre las fiestas que se hacen los días siguientes. Se repasan todos los temas: cómo estaba cada uno, qué hizo tal o cual, cómo resultó tal actividad, como estuvo la comida, por qué faltó tal familia, todo.

En el almuerzo los grandes criticamos la nueva música que eligieron para el baile, que no tenía nada que ver con una música vasca, criticamos que se hubiera suprimido el concurso de hacheros, que se haya decidido que las clases de euskera fueran sólo online y otros temas.

Los chicos se ofuscaron. Les había parecido todo bien lo que a nosotros nos parecía mal. El nieto menor de mi hermana dijo entonces:

— ¡Nada le gusta! No tienen que venir más los viejos a las reuniones. Miren: las cosas cambian. Va a ser así desde ahora. Si no les gusta, no vengan.

Mi hermana le respondió que adónde había aprendido a no discutir.

— Te estoy discutiendo —dijo su nieto.

— No, no estás discutiendo. Estás haciendo lo contrario, estás diciendo que o nos gusta o no vamos. Discutir es justamente decir lo que vemos, intercambiar lo que pensamos, ponernos de acuerdo o no, pero enriquecernos charlando juntos sobre el tema. Quizás vos termines más seguro de tu posición y yo de la mía, pero será una seguridad enriquecida, más fundamentada, que ha sido contrastada con otro punto de vista. Discutiendo, ganaremos una experiencia, pensaremos, nos relacionaremos, tendremos sentimientos, intuiciones, recordaremos cosas que pasaron, que algunos no sabrán que sucedieron, nos conoceremos más entre todos. Todo eso no sucederá si lo único que hacemos es reducirnos a “si no les gusta, no vengan”. 

El nieto ni le respondió. Me dio la impresión de que cuando le toque organizar una reunión, no invitará a los viejos.


viernes, 8 de noviembre de 2024

Gente sin mácula y gente aplazada

 Hay de Robespierre y de D’Anton.


Los de Robespierre le hacen con un cuchillo una cruz en la frente al que no es puro, casto, intachable, bastión de la conducta irreprochable, jamás una mentira, una mano en la lata, una agachada, una infidencia.

Los que le dejan la cicatriz para siempre son todos perfectos.

Desde el moralismo acusan sin piedad públicamente al pecador, entre todos lo condenan como traidor y cerdo capitalista, los fusilan o lo expulsan del partido y lo consideran el peor enemigo, mucho peor que el imperio y los explotadores de la sociedad.


Luego están los de D’Anton, panza de vino, que hacen la porquería con un camarada, el marido la descubre y se arma bardo; gente que tiene demasiados defectos, que por biografía tiene un prontuario. Gente que no dice “la gente” porque la gente son ellos. Gente que no dice “bajaron del ministerio” porque saben que los del ministerio también se mandan alguna, igual que ellos. Gente medio impresentable.

De estos son los que se reúnen en una vez por semana e invitan a otros réprobos, a ver si juntándose sale algo. 

Lo único que hacen es no dividirse, porque divididos, el algoritmo las rompe el asterisco y Milei Presidente 2025.

jueves, 7 de noviembre de 2024

Arqueología de una pasión literaria

 En el comedor, Clara deja la cartera y un paraguas sobre una silla y se sienta a comer junto a Chong, en un lugar que estaba dispuesto para ella, esperándola, con la silla y el cubierto vacíos. María le trae algo de la cocina y ella le dice “gracias”, mientras se sirve comida de una fuente. Chong le sirve vino.

No se ha quitado la campera que traía de la calle. Está envuelta en un aire de dicha luminosa, ajena al silencio y el clima taciturno del comedor. Se sienta y antes de empezar a comer, se larga a hablar de las cirugías en las que participó. Las relata con el entusiasmo con que se cuenta una película en la que uno se siente parte de lo que sucede, identificándose con el protagonista, sintiendo sus temores, sus alegrías, comprendiendo.

Los demás siguen el relato cada vez con más atención. Van dejando de comer para escucharla.

— Operamos del corazón a un hombre tan grande que, acostado, su pecho quedaba altísimo y el doctor Aiello tuvo que mandar a buscar una plataforma para subirse arriba. Estuvimos más de cuatro horas. Aiello sudaba a mares, tenía una enfermera sólo para que le secara el sudor. Y cuando dio la última puntada de la costura, el hombre va y hace un paro. Aiello, a las puteadas, decidió volver a abrirlo entero —yo ¡zzzzzzzzzác! con la tijera cortándole todos los puntos— y él le masajeó el corazón con la mano.

 

Este es un fragmento de mi última novela, que se publicará el año que viene.
En la vida real, Clara es mi madre.

 

Estos días tengo la suerte de sentir que vivo una aventura leyendo un libro.

“Cuerpos y almas”, una novela que me recomendó mi mamá cuando yo tenía ocho años. Cuenta historias en la Facultad de Medicina de Angers, Francia.

Lo agarro ahora, 60 años más tarde.

Tengo un ejemplar que alguna vez compré y es una pieza arqueológica.

El papel se me va deshaciendo, muchas páginas que leo se caen, y yo estoy apasionado con todo lo que pasa y lo que piensan los médicos, ayudantes, estudiantes, enfermeros y pacientes.

Son páginas marrones, antiguos pergaminos, con letras microscópicas de mala tinta que se han borrado y apenas se ven.

Tiene más de 600 páginas.

Leyéndolo me doy cuenta de que muchas de las cosas que nos contaba cuando volvía de operar en la clínica eran cosas que leía en ese libro.

El libro le daba alma a lo que hacía.