miércoles, 29 de agosto de 2012

sábado, 25 de agosto de 2012

Mucho frío



Después de cenar con mis chicos, volví de San Fernando a Buenos Aires. Hacía mucho frío en la estación de tren desolada. A veces hay que sacar fotos para pasar el tiempo.


































miércoles, 22 de agosto de 2012

Una realidad transparente



Estamos exhibiendo en la Fundación Standard Bank pinturas del cantonés Lo Yuao, amigo de mi viejo.
Las obras pertenecen al segundo momento de su carrera, dedicado a la pintura tradicional china. La muestra ubica en el espacio una paleta de temas clásicos: paisajes de montaña, bambúes, peces, grullas, caligrafía, caballos, tigres, cerezos y peonías.



Sin embargo, la historia personal de Lo Yuao traiciona sin su permiso el desdén del arte chino por la originalidad. Era completamente chino, pero no se hizo pintor de pintura china sino en esta remota Cuenca del Plata, y para entonces ya había pasado veinte años absorbiendo camalotes en el agua y mosquitos en la piel, el mate, los argentinos y la humedad perpetua. Ese mundo se le implantó en su pintura china, que debía ser genéticamente incontaminada, tan pura como una flor de loto. La curadora de la muestra, Victoria Tolomei,  hace notar, entre los retratos de caballos, uno que está siendo apialado por un paisano. Las casas junto al agua que lame viejas montañas calvas, se parecen mucho a los ranchos de las islas del Yaguarón. Por su parte, la coordinadora del Área Cultural de la Fundación Standard Bank, Agustina Punte, indica que “los objetos están centrados, lo que es típico de la pintura occidental… hay detalles que revelan cómo el ojo artístico de Lo Yuao se crió en Argentina. Podemos rastrear en esta obra china influencias de algunos maestros de la Asociación Estímulo de Bellas Artes, donde se formó inicialmente”.

   

Victoria descubre la potente originalidad de la obra en el uso de servilletas como papel base. “Es una solución muy argentina; Lo Yuao no conseguía papel de arroz e hizo lo que pudo con lo que tenía a mano”.
Lo Yuao fue un hombre solo, sin un lugar al que volver, liberado del tiempo y el espacio en un departamentito del barrio de Tribunales. No podría haber encontrado un lugar más remoto de China, y allí se dio a las imágenes que llenaron por milenos la fantasía visual de los chinos.
Los cuadros de la muestra que Camilo Sánchez ha nombrado La Frugalidad emergen de una vida liberada de toda fuerza. La estética china le aporta la anulación de la fuerza de gravedad y de la dictadura del tiempo, pero Lo Yuao no está preso de ella. Ha conseguido una suerte de nirvana enganchándose a una de las ruedas de la eternidad inmaterial. La circunstancia de estar en el salón ante las obras conduce a un estado de leve sopor, lo que anticipa la sugestión: uno entra, dulce, amablemente, en el estado que había conseguido Lo Yuao. Uno es absorbido por su realidad transparente.

 

La muestra está abierta de lunes a viernes, de 10 a 20, en Riobamba 1274, Buenos Aires. La entrada es libre.


FOTOS DE LA INAUGURACIÓN





Agustina Punte, coordinadora del Área Cultural de la Fundación Standard Bank y Victoria Tolomei, curadora de la muestra. 




Teresa Yuan y Margarita Hsieh, las dos madrinas de la
Revista Dang Dai.

Mariana Padilla con marido y Néstor Restivo.


Leyenda viva: Benito Laren. Atrás, otra leyenda,
Yuri  Dudtichivsky.

Grupo de trabajo.

Impresentables: Fer, Gustavo, Pablo Dipascuale,
Romina Pighin, Loreley Ritta, Gastón Pérez Ng.

Sr. Hsieh y Pablo Chen.

 

El equipo de Dang Dai.

Fer era practicante de un arte
marcial y le pidió a Lo Yuao que
le escribiera "kung fu" en chino. Lo
Yuao accedió y se lo escribió en un
cartoncito. Fer se lo tatuó en el hombro
izquierdo.

lunes, 20 de agosto de 2012

Dinamarquesa en Crónica TV


Mucho de lo que más queda de la televisión es de CRÓNICA.
En la Plaza de la República frente al Obelisco hacen una nota a DINAMARQUESA VINO A MARCHA DE INDIGNADOS Y NO HABÍA NADIE.





A continuación, en Show de Bloopers, en lugar de serie de bloopers hacen una edición atropellada, que integra las escenas de un futbolista a quien, en el medio de un partido, el médico debe ponerle los lentes de contacto, con un videoclip de Andrea Boccelli.




domingo, 19 de agosto de 2012

Cachorro



Como mi amiga que cuando era chica fue a un circo y a la salida el papá le regaló un cachorrito de león. Se lo llevó a la casa, lo tuvo toda la noche y a la mañana lo devolvieron al circo. Lo metieron en la jaula donde estaba su mamá leona. El tipo del circo le dijo a mi amiga: "Nena, te lo tenemos, pero no lo vamos a aguantar toda la vida. Cuando tengas 18 años, vení a buscarlo".















Canción de la niñez, de Peter Handke

Cuando el niño era niño,
andaba con los brazos colgando,
quería que el arroyo fuera un río,
que el río fuera un torrente,
y este charco el mar.

Cuando el niño era niño,
no sabía que era niño,
para él todo estaba animado,
y todas las almas eran una.

Cuando el niño era niño,
no tenía opinión sobre nada,
no tenía ningún hábito,
frecuentemente se sentaba en cuclillas,
y echaba a correr de pronto,
tenía un remolino en el pelo
y no ponía caras cuando lo fotografiaban.

Cuando el niño era niño
era el tiempo de preguntas como:
¿Por qué yo soy yo y no soy vos?
¿Por qué estoy aquí y por qué no allá?
¿Cuándo empezó el tiempo y dónde termina el espacio?
¿Acaso la vida bajo el sol es tan solo un sueño?
Lo que veo oigo y huelo,
¿no es sólo la apariencia de un mundo frente al mundo?
¿Existe de verdad el mal
y gente que en verdad es mala?
¿Cómo es posible que yo, el que yo soy,
no fuera antes de existir;
y que un día yo, el que yo soy,
ya no seré más éste que soy?

Cuando el niño era niño,
no podía tragar las espinacas, los porotos,
el arroz con leche y el coliflor.
Ahora lo come todo y no por obligación.

Cuando el niño era niño,
despertó una vez en una cama extraña,
y ahora lo hace una y otra vez.
Muchas personas le parecían bellas,
y ahora, con suerte, solo en ocasiones.
Imaginaba claramente un paraíso
y ahora apenas puede intuirlo.
Nada podía pensar de la nada,
y ahora se estremece ante a ella.

Cuando el niño era niño,
jugaba abstraído,
y ahora se concentra en cosas como antes
sólo cuando esas cosas son su trabajo.

Cuando el niño era niño,
como alimento le bastaba una manzana y pan
y hoy sigue siendo así.

Cuando el niño era niño,
las moras le caían en la mano como sólo caen las moras
y aún sigue siendo así.
Las nueces frescas le eran ásperas en la lengua
y aún sigue siendo así.
En cada montaña ansiaba
la montaña más alta
y en cada ciudad ansiaba
una ciudad aún mayor
y aún sigue siendo así.
En la copa de un árbol cortaba las cerezas emocionado
como aún lo sigue estando.
Era tímido ante los extraños
y aún lo sigue siendo.
Esperaba la primera nieve
y aún la sigue esperando.

Cuando el niño era niño,
tiraba una vara como lanza contra un árbol,
y ésta aún sigue ahí, vibrando.



Lied Vom Kindsein

Als das Kind Kind war,
ging es mit hängenden Armen,
wollte der Bach sei ein Fluß,
der Fluß sei ein Strom,
und diese Pfütze das Meer.

Als das Kind Kind war,
wußte es nicht, daß es Kind war,
alles war ihm beseelt,
und alle Seelen waren eins.

Als das Kind Kind war,
hatte es von nichts eine Meinung,
hatte keine Gewohnheit,
saß oft im Schneidersitz,
lief aus dem Stand,
hatte einen Wirbel im Haar
und machte kein Gesicht beim fotografieren.

Als das Kind Kind war,
war es die Zeit der folgenden Fragen:
Warum bin ich ich und warum nicht du?
Warum bin ich hier und warum nicht dort?
Wann begann die Zeit und wo endet der Raum?
Ist das Leben unter der Sonne nicht bloß ein Traum?
Ist was ich sehe und höre und rieche
nicht bloß der Schein einer Welt vor der Welt?
Gibt es tatsächlich das Böse und Leute,
die wirklich die Bösen sind?
Wie kann es sein, daß ich, der ich bin,
bevor ich wurde, nicht war,
und daß einmal ich, der ich bin,
nicht mehr der ich bin, sein werde?

Als das Kind Kind war,
würgte es am Spinat, an den Erbsen, am Milchreis,
und am gedünsteten Blumenkohl.
und ißt jetzt das alles und nicht nur zur Not.

Als das Kind Kind war,
erwachte es einmal in einem fremden Bett
und jetzt immer wieder,
erschienen ihm viele Menschen schön
und jetzt nur noch im Glücksfall,
stellte es sich klar ein Paradies vor
und kann es jetzt höchstens ahnen,
konnte es sich Nichts nicht denken
und schaudert heute davor.

Als das Kind Kind war,
spielte es mit Begeisterung
und jetzt, so ganz bei der Sache wie damals, nur noch,
wenn diese Sache seine Arbeit ist.

Als das Kind Kind war,
genügten ihm als Nahrung Apfel, Brot,
und so ist es immer noch.

Als das Kind Kind war,
fielen ihm die Beeren wie nur Beeren in die Hand
und jetzt immer noch,
machten ihm die frischen Walnüsse eine rauhe Zunge
und jetzt immer noch,
hatte es auf jedem Berg
die Sehnsucht nach dem immer höheren Berg,
und in jeder Stadt
die Sehnsucht nach der noch größeren Stadt,
und das ist immer noch so,
griff im Wipfel eines Baums nach dem Kirschen in einemHochgefühl
wie auch heute noch,
eine Scheu vor jedem Fremden
und hat sie immer noch,
wartete es auf den ersten Schnee,
und wartet so immer noch.

Als das Kind Kind war,
warf es einen Stock als Lanze gegen den Baum,
und sie zittert da heute noch.






viernes, 17 de agosto de 2012

De la noche a la mañana, invierno en Buenos Aires



Ocultar una verdad con una mentira, lo hace hasta un animal. Pero ocultar una mentira con una verdad es complicación humana.









Esa complicación crea la realidad —una realidad necesariamente engañosa. Toda persona que trabaja con la ficción cae un día en la cuenta de que no es posible decir una verdad sino a través de mentiras.












Y aún así, un nuevo día comienza.




martes, 14 de agosto de 2012

Lo Yuao (Kowloon, 1933 - Buenos Aires, 2007)


Tengo en mis manos la obra de Lo Yuao, cantonés que quedó huérfano a los ocho años, padeció la atrocidad de la guerra en Kowloon, fue refugiado por misioneros ingleses y por un equívoco legendario, en su intención de buscar una vida mejor en los Estados Unidos, terminó en la Argentina —escuchó que se reclutaban trabajadores para América del Sur, lo que interpretó como Sur de América (posiblemente en chino se escriba de la misma forma), lugar que había conocido en Lo que el viento se llevó. Llegó a San Nicolás, provincia de Buenos Aires, en 1954 con un contingente de chinos que tenían la misión de instalar y poner en funcionamiento la fábrica textil Estela. Terminado el contrato, los chinos volvieron a su país o migraron a los Estados Unidos. Lo Yuao aceptó la traición que la traducción le había deparado como un sino y se quedó en la Argentina. Pudo haber permanecido en la fábrica, pero abrió una casa de fotografía y luego se marchó a Buenos Aires, donde trabajó como cocinero en restaurantes chinos, puso un buffet y terminó dedicándose sólo a la fotografía. Mientras los peritos calígrafos le solventaron su modesta vida pagándole para que fotografiara firmas, se hizo artista y bohemio. La pintura ocuparía su vida hasta el final.
Desconocemos quiénes fueron sus maestros; apenas recordamos que mencionó haber concurrido a la Asociación Estímulo de las Bellas Artes. Con algunos compañeros hizo exposiciones marginales, algunas en casas de provincias. Recuerdo una en el Bar Astral de la avenida Corrientes, también liquidado.
En esos primeros tiempos Lo Yuao partió de cierto expresionismo, pero en algún momento abandonó la pintura occidental para meterse de lleno en la oriental. Dudamos que haya pintado en China porque pareciera que en Buenos Aires empezó de cero, pero podría haber sucedido que cuando era un diminuto huérfano en la guerra, los maestros que lo refugiaron lo alentaron a dibujar.
Sabemos que en Argentina tuvo un maestro chino. Posiblemente adquirió de él la pureza de la técnica china de la pintura. No sabemos nada de ese maestro. 
También los temas de muchos cuadros de Lo Yuao son chinos: los caballos, los tigres, las cañas de bambú, los paisajes de agua grande de río calmo, con botes antiguos y viejas montañas en el fondo. Sin embargo, el jugo nativo del Paraná le subió por los vasos capilares y así como cantaba folklore mal pronunciado en el coro de la Asociación Cultural Rumbo de San Nicolás, en sus cuadros se colaban zapallos y bagres bigotudos.

Nutría esta convergencia la manía de Lo Yuao de dibujar todo. Todo lo que veía, todo lo que recordaba. Como era un hombre pobre, no podía comprar el papel de arroz necesario para el tipo de pintura que terminó haciendo. Artesano al fin, y argentino, encontró una solución algo bestial: comenzó a pintar en papel de cocina. Es que, repetimos, no podía estar sin pintar. Inauguró, de esta manera, algo así como un subgénero de pintura china, la pintura china-argentina sobre papel de cocina.
Muchas veces con Camilo Sánchez nos sentamos en el departamento donde vivía el chino a mirar sus pinturas hasta sumergirnos completamente en el mundo del que emergen, un mundo perdido en un tiempo que nos resulta desconocido; delicado, solitario y sonriente.
En 2002 la televisión de Hong Kong hizo un documental sobre la vida de Lo Yuao. La chinita que escribió el guión (quien poco después ganaría uno de los principales concursos internacionales de guiones de teatro) cerró el programa con la siguiente escena:
Lo Yuao va solo en un antiguo y fastuoso coche del subte A. Mientras mira por la ventanilla como si pudiera ver otra cosa que no sea la oscuridad, se escucha el diálogo:
Entrevistador: Ahora que ya le quedan pocos años de vida, ¿no teme morir?
Lo Yuao: No. A veces me pregunto por qué no me surge ese temor natural.
(Silencio)
Entrevistador: ¿Qué piensa cuando se va a dormir?
Lo Yuao: Me acuesto y no pienso. Cierro los ojos y escucho los latidos de mi corazón, tu-túm tu-túm, tu-túm tu-túm, tu-túm tu-túm.
Lo Yuao ya ha muerto, y sin embargo aún están vivos sus tigres, sus cañas de bambú temblando en la blancura, sus anchos ríos por los que navegan botes antiguos, sus montañas eternas y sus bagres bigotudos del fondo del Paraná.





Gustavo Ng, junio de 2008


Muerte de Lo Yuao








Chat con la madre de mi hija.

Yo: Se me murió mi amigo Lo Yuao, que era además lo que atrapé de todo lo que mi papá no me dejó. Con mi amigo Camilo, sinófilo de alma, estudié caligrafía china con él. No me dejó nada en herencia, pero como sus paisanos chinos no estaban muy interesados en sus asuntos de arte, que era lo que a él más le interesaba, me traje todo: pinturas, cuadros, libros... Se me abarrotó la mitad del departamento. A veces me dan ganas de tirar todo. Después se me ocurre que tal vez a Fer, Santi, Irina u Orit se les despierte alguna vocación para la cual este legado les venga bien.
Daniela: Si me recuerdo de él, ¿era con quien jugabas ajedrez?
Yo: Ese.
Daniela: ¿Cuándo falleció?
Yo: La semana pasada. Fue un tanto triste Llegué a la sala de velatorio... ¿así se le llama en tu país?
Daniela: Si, se llama así también.
Yo: Llegué allí a medianoche (había muerto pocas horas antes). No había nadie en los sillones, ni en una salita para que la gente duerma, ni en la cocina, ni nadie en la habitación donde estaba el cajón. Sólo estaba el cajón. Y adentro Lo Yuao estaba pequeñísimo, perdido entre los pliegues de una mortaja flaca. Lo más raro era que parecía que se reía. Yo me senté en uno de los sillones para sentarse, no para dormir, y me quedé sin pensar mucho. No sabía qué haría, pero terminé quedándome toda la noche. Pasadas las doce llegó mi amigo Camilo. Creo que a nadie más le enseñó caligrafía china, sólo a nosotros dos. Yo iba por el legado, o algo así, pero Camilo tiene una afinidad tremenda con el espíritu chino, especialmente con la poesía, en prosa o en pintura. Llegó a la noche y después volvió a ir a la mañana, antes de ir a trabajar. Luego, recién al mediodía llegaron dos o tres chinos que yo no conocía. Y ahora tengo sus cosas aquí.
Daniela: Eso debe haber sido extraño pero a la vez súper cercano a Lo Yuao.
Yo: Sí, alguien en mí me preguntaba si no le tenía miedo al muerto o a la muerte, y yo, ni mu. No toqué el cadáver porque me daba impresión, pero me sentí con la misma paz que tenía él, acompañándolo toda la noche.
Daniela: yo creo que es difícil temer a la gente que uno quiere en esa situación, creo que fue la mejor forma de despedirse, sin que nadie interrumpiera ese último momento de encuentro físico.
Yo: Sí. Y fue un poco raro; a los velorios de la gente de mi familia van multitudes infinitas.





Lo raro al día siguiente era ver nevados los sauces, los paraísos, las palmeras y los palos borrachos.

Nevó en Buenos Aires como si siempre nevara. Era irreal la nieva, tanto como que Lo Yuao hubiera muerto.

Lo Yuao pintaba con el estilo chino. Esas acuarelas, los motivos… incluso se hacía traer materiales de China y allí se hizo fabricar un sello de los que se hacen los pintores para firmar. Pero vivió muchos años en Argentina y la materia local se le fue colando en las pinturas. Las carpas eran a veces reemplazadas por moncholos y en las naturalezas muertas aparecían sin permiso los zapallos criollos.



Fue un hombre extremadamente exiguo, hecho de una brizna de hierba que un dios indolente arrojó a un lento hilo de agua formado tras una lluvia torrencial. Ese dios indolente era un dios poeta e irresponsable, y los padres de Lo Yuao fueron dos adolescentes de 17 años, y el papá murió en el año que Lo Yuao nació y la mamá abandonó al niño con su abuela y huyó, de modo que Lo Yuao debió compensar con paciente sabiduría e indeclinable sensatez la insustancialidad de sus tres progenitores. Compensar le llevaría la mayor parte de su vida, pero aún tendría tiempo para ver cómo un pincel conducido por su mano dejaba un trazo de miles de años sobre un papel, o para recordar lo primero que vio de su nuevo país, un campo al amanecer, con el pasto verde cubierto de escarcha blanca, una bruma que velaba el horizonte y un caballo rojo inquieto, y el vapor que salía de sus belfos.
En la época en que sus padres lo dejaron a merced del mundo, los japoneses invadían China y se extendía una hambruna, masiva y feroz, por un territorio inacabable. Por carecer de peso Lo Yuao no se hundió en el océano de la muerte que lo rodeaba; flotando llegó a los confines y con su insignificancia traspasó las redes que separaban el Mundo Antiguo del Mundo Moderno, el comunismo del capitalismo, Oriente de Occidente, hasta arribar a la Argentina. Llegó por una confusión grande, la de entender que América del Sur era el Sur de America, que conocía por Lo que el viento se llevó. Muchos de sus compañeros de viaje repararon el error, migrando a Nueva York o Toronto, pero Lo Yuao se quedó en Buenos Aires, vaya a saber por qué. Se hizo tenuemente pintor, tenuemente bohemio, tenuemente porteño, como era tenuemente chino. Fue tenuemente sabio y tenuemente bueno. Fue tenue, pero de una tenuidad firme e irrevocable, porque lo que tenía de tenue era todo lo que era.
Su tenue corazón, agente de la desidia del dios poeta, dejó de latir un día casi sin darse cuenta. Lo Yuao sufrió el tenue paro cardíaco y caminó hasta el hospital agarrándose con una manito de pájaro su flaco pecho. Los médicos lo recuperaron con una aspirina y meses después, en un documental de una productora de televisión de Hong Kong, contaría que cuando se acostaba no pensaba, sino que escuchaba los latidos de su corazón hasta dormirse. Tanta, tanta paciencia. Cerca de su cama, en su departamento pequeño como un bote, había sobre una mesa y al lado del teléfono, la foto de la novia de Lo Yuao. Fue una novia que vivía en Hong Kong, a quien Lo Yuao mandó todos sus ahorros, pero ella desistió de venir. Luego de aquel episodio, hace 45 años, Lo Yuao ya no tuvo novia.
Los últimos años pintaba en papel de cocina —que usaba como papel de arroz— tigres, cañas de bambú, ideogramas y caballos de tinta china; oía música clásica, miraba el noticiero y se acostaba a dormir, a conciliar el sueño escuchando los latidos de su corazón.
Tuvo otro infarto y lo internaron. En el hospital tuvo otro más y el corazón ya casi dejó de funcionarle. Fui a visitarlo y no lo vi. No quise mirar lo que encontré; era un hombre digno y hubiera pedido la gentileza de la discreción. Murió pocas horas después. El paso de la vida a la muerte fue apenas un parpadeo. Un leve amague bastó.
Sus paisanos chinos le hicieron un funeral (los chinos son afectos a los ritos funerarios, como los españoles, pero sin el peso de la tragedia y con espectacularidad). En el cajón Lo Yuao estaba muy amarillo y su expresión, casi una sonrisa, abría las puertas a la paz infinita. Era una sonrisa tan delicada como la última luminosidad del día en una langosta que mueve las antenas, agarrada de una brizna de hierba.
Nunca tuvo Lo Yuao la bendición de una madre que algún día volverá, la belleza que vendrá, la fuerza que ganará, la riqueza que tendrá algún día, la celebridad eterna que finalmente conseguirá. Nunca tuvo esa condena porque apenas existió. Y sabía que jamás sería ni tendría, lo que no era.



Gustavo Ng, Buenos Aires, 21 de julio de 2007



martes, 7 de agosto de 2012

La esperanza


Si algo nos reivindica en los momentos de desasosiego, cuando todo es el rechinar de dientes, a la hora del naufragio y de la oscuridad, a la hora del tiro del final, es la fe en las generaciones que vienen, algunos de cuyos miembros son capaces de conmoverse con un negrito casi tanto como con un pingüino.







viernes, 3 de agosto de 2012

Es la vida que me alcanza


A veces no tengo tiempo para dedicarme a otra cosa que no sea mi vida. Ya no sé si es bueno o es malo, pero parece que mi vida me tiene tomado, copado y hasta enviciado.