domingo, 31 de enero de 2016

Receta para empezar el Año del Mono

Hoy se está festejando el Año Nuevo Chino en Buenos Aires.
Es un festejo adelantado, porque el año comienza el 8 de febrero.
Hay tiempo, entonces, para limpiar.
Me explico. Ayer mi amigo chino Federico me confirmó algo que me habían dicho en China: los días previos al Año Nuevo, algunas familias se dedican a sacar todo lo que tienen en su casa.

Todo. Muebles, ropa, cajas, electrodomésticos, adornos, papeles, antiguos recuerdos familiares, ollas, las cosas del baño, herramientas, todo el interior de placares y roperos.
Todo, salvo algún cuadro, como para poder limpiar hasta el último rinconcito.

Justamente para eso sacan todo, para poder barrer cada partícula de lo que se acumuló durante el año y no es bueno que se arrastre dentro del nuevo tiempo que comienza.

Hay que barrer aquello que salió mal, las desgracias, lo que no se cumplió.
A eso los chinos le llaman “fantasmas”.

Los fantasmas no son necesariamente malos. Pueden serlo, como un accidente de auto o una enfermedad, pero también es un fantasma lo que queda del empeño por conseguir algo a lo que se decidió renunciar. También son fantasmas los que nosotros entendemos más fácilmente como fantasmas: lo que queda sin resolver de las personas que murieron.

Hay que sacar todo lo que hay en la casa para poder deshacerse de los fantasmas, que quedan aferrados a las cosas.
Una vez se ha sacado todo, se revisa qué sirve y qué no, o sea, que está limpio para el futuro y qué es o tiene restos de fantasmas.
Lo que tiene fantasma (que, insisto, no es necesariamente malo), se deja afuera. Lo mejor sería quemarlo, pero si no es posible se puede quemar una pequeña muestra y el resto se lo llevarán los recolectores de residuos.

Claro que en la selección de qué tirar y qué conservar hay que ser honesto.
Y hay que ser firme, incluso drástico, porque hay fantasmas que saben que fuera de la casa, desaparecerán para siempre, y entonces se aferran desesperadamente.

Hay que ser valiente en esa selección, porque cuando se hace, se reconfigura el pasado y se diseña nuevamente el futuro.




 


viernes, 29 de enero de 2016

Pareja de policías

A las tres de la mañana va caminando por una calle oscura, negra completamente, un policía obeso, un policía de Fassbinder. Apenas puede caminar. Se encuentra con otro policía casi tan gordo como él. Se dan un beso para saludarse. El otro tiene una cara aindiada marrón muy densa, con los ojos como dos tajos en un tarro. Sonríe con la mirada. Se ponen a hablar de vender autos.


lunes, 25 de enero de 2016

El mundo de Fede


Fede ha conseguido ser a la vez un alma de las fiestas y prescindente. Todos lo queremos  mucho, pero sabemos que empolla sus huevos en otro lugar. Si lo invitamos quizá venga, pero no podemos organizar algo contando con que él estará. Pero si viene, llenará la fiesta de encanto y alegría.
Yo no sé si el mundo en que está, fuera de todo, lo hace feliz, si está en paz y armonía ahí, o si es una cárcel.




domingo, 17 de enero de 2016

El llamado del poeta


El poeta está llamado a conmover el alma y no a educar a los idólatras.


(El espejo, A. Tarkovsky)

Los muros de los lamentos


En 1976 los argentinos tuvimos una dictadura militar —como las que ya habíamos tenido varias, tantas que se habían hecho sistemáticas, tantas que se podría mirar la historia política argentina  como una alternancia entre gobiernos civiles y gobiernos militares.
La dictadura que tuvimos entre 1976 y 1983 fue asquerosamente perversa e infinitamente abusiva y criminal contra la población, desastrosa como administración y cumplió con su objetivo de eliminar toda amenaza a las grandes propiedades privadas, o sea, los grandes capitales.
Dejó muertos, torturados, padres sin hijos, hijos sin padres, una sociedad mutilada, castrada de iniciativa y económicamente quebrada y endeudada por décadas.
Terminada, necesitamos mil años frente al muro de la sorpresa.
Mil años frente al muro de la indignación.
Y necesitamos aún empezar con mil años frente al muro de entender por qué la convocamos y luego la apoyamos en masa.

Sin entender por qué nos dimos la orgía de la dictadura del 76 estamos condenados a, de una u otra forma, repetirla.









sábado, 16 de enero de 2016

Alguien hipersensible



"¡Oh, Porgy, eres tan sensible!"
"Cierto, querida. Soy mucho más sensible de lo que cualquiera, incluso tú, puede soportar".

(Porgy, de DuBose Heyward).






El saludo de Wang Wei


Wang Wei y Li Bai son dos de los poetas chinos de todos los tiempos más conocidos en Occidente.
Extrañamente, fueron contemporáneos absolutos. Uno nació en el 699 d.C., el otro en el 701; uno murió en 761, otro en 762.
Florecieron en la Dinastía Tang, acaso la más esplendorosa de la historia de China, a la par de la Han.
Tuvo como sede la actual ciudad de Xi’An, cuyos intestinos conocí hace unos meses. La grandeza inconmensurable que creó la antigua Chang’An aún te deja sin consciencia.
De allí se creó la Ruta de la Seda. De ese viaje a China volví convencido de que la Ruta de la Seda es una madre de las civilizaciones tanto china como euroasiática.
De Xi’An partían los comerciantes a meterse en la Ruta de la Seda hacia el Oeste. Muchos hacían la salida en barco por el río Wei, y se había hecho tradición que los parientes arrancaran de las orillas varas de sauce con las que hacían coronas. Era un momento de mucha tristeza, porque muchos de los que se iban, no volvían.
Estas fueron las palabras con que Wang Wei entregó una de esas coronas a un amigo:

Los aros de sauce ofrecidos a los viajeros
Son verdes y frescos
Y yo brindo por tu bienestar
Ya que partes hacia el sol poniente
Y pronto formarás parte del pasado





viernes, 15 de enero de 2016

La angustia por el espejo de Tarkovsky


¿Cuántas veces he visto la Solaris de Tarkovsky? Y apenas la termino sé que en un tiempo volveré a la carga, porque hay tanto allí a lo que necesito regresar, tantas puertas que no llegué a abrir.
Solaris es parte de una lista. El conjunto son los clásicos, que por definición son eternos, pero en la realidad no lo son. Cada época tiene sus clásicos y cada clásico tiene una duración, aunque pueda reaparecer.
Eso me horroriza. Hay tanta sustancia en Solaris, tanta concentración de humano, que me horroriza pensar que sea eliminada.

Acabo de ver El espejo, también de Tarkovsky.
Me quedo temblando con este poema del padre del director, Arseny, que el hijo incluyó en la película.
Todo, el poema, El espejo, la decisión de incluirla, hace algo tan sustancioso que es un misterio.

Los primeros encuentros

Cada instante de nuestros encuentros
celebramos, como una presencia divina,
solos en todo el mundo. Entrabas
más audaz y liviana que el ala de un ave;
por la escalera, como un delirio,
saltabas de a dos los escalones, y corrías
a través de las húmedas lilas, llevándome lejos,
a tus dominios, al otro lado del espejo.

Cuando llegó la noche, recibí la gracia,
las puertas del altar se abrieron,
y brilló en la oscuridad, en el espacio
la desnudez, y se inclinó lentamente,
y despertando, pronuncié: "'¡Benditas seas!",
y enseguida percibí la insolencia
de esta bendición. Dormías,
y para pintar tus párpados de aquel azul eterno
las lilas se inclinaron hacia ti desde la mesa.
Tus párpados azules ahora estaban
serenos, y tibias tus manos.

En el cristal se percibía el pulso de los ríos,
el humo de los cerros, el resplandor del mar,
y una esfera en la palma de la mano sostenías,
de cristal, y dormías en el trono,
y ¡oh Dios Santo! eras mía solamente.

Al despertarte, había transformado
el común lenguaje cotidiano
y con renovada fuerza se colmó la garganta
de vocablos sonoros, y la palabra "tú", tan liviana,
quería decir "rey" ahora, revelando su nuevo significado.
De pronto, en el mundo todo ha cambiado,
hasta las cosas simples, como la jarra, la palangana,
cuando se erguía en medio de nosotros, cuidándonos,
el agua, dura y laminada.

Fuimos llevados hacia el más allá,
y se abrían ante nosotros, como por encanto,
las ciudades milagrosas, y nos invitaban a pasar,
la menta se extendía bajo nuestros pies,
las aves seguían nuestro camino,
los peces remontaban nuevos ríos,
y el cielo se abrió ante nuestros ojos...
Mientras seguía nuestras huellas el destino,
como el loco, armado de una navaja.






 

lunes, 11 de enero de 2016

Cachito cumple 52


Hay buenas y malas noticias.

Hoy mi primo Cachito cumple 52 años. Es un dragón con todas las características a pleno del dragón: noble, potente, positivo, carismático, con un impecable sentido de cómo deben ser las cosas. Tiene otra característica: de la misma forma en que yo he decidido no pasar el umbral de los 30, su mente decidió no ir más allá de los 5 años. Es un asunto fuerte y decisivo, pero quizás no es lo más importante en su vida. Creo que el entusiasmo porque la Momia haga justicia contra William Boo, porque Boca gane cada partido y porque Moe, Larry y Curly salgan adelante de las situaciones en que se meten son temas mucho más importantes. Para él y para mí. Lo digo sin concesiones ni falsa ternura: como a cualquier otro dargón, al rato de estar con Cachito lo hago mi líder. 

Cachito perdió a su mamá en un accidente de auto, y poco después a su papá, que lo eligió entre sus hijos para que estuviera todo el día con él. Cuando ya no tuvo padres, su hermano Alberto lo trajo a vivir a esta casa que compró en Villa Caraza. En esa casa estoy, en la fiesta de cumpleaños.

Me trajo su hermana Estela, que le hizo una torta magnífica, quizás la mejor torta de cumpleaños que vi en mi vida. Por muy infantil, Cachito no deja de ser su hermano mayor, y él ama que le festejen el cumpleaños. ¿Quién no? 

Alberto supo avanzar en la vida. No recibió mucha más herencia que el cuidado de Cachito, pero compró una casa humilde y con su esposa, tan trabajadora como él, han sabido hacer de ella un lugar hermosamente digno y pujante. Mi tío y su esposa estarían llenos de orgullo si vieran esto. La casa está en un barrio de Lanús Oeste, donde no hay edificios, muchas casas están ampliadas como se puede y en las veredas hay autos viejos estacionados y piletas Pelopìncho. Mi primo tiene un taller, como el que tenía mi tío, y un depósito donde está la mercadería que vende, como quería mi tío que debía hacer, y la casa está siempre limpia, tiene amplios espacios y todo es nuevo, como hubiera querido mi tía que fueran las casas de sus hijos. 

A la fiesta vinieron viejos amigos del barrio de la infancia de Cachito, entre ellos el Turquito. Nunca supe si Cachito siente por él amor, bronca, o esas dos cosas y muchas otras. Desde que los recuerdo juntos, quizás cuando tenían 10 años, siempre tuvieron la misma relación. El Turquito se acerca a Cachito, le dice cualquier cosa, le gasta una broma, Cachito se excita, le dice algo ininteligible, el Turquito se ríe, en algún momento Cachito le da un golpe como si quisiera aleccionarlo de algo. El golpe siempre toma desprevenido al Turquito, quien le reprocha a Cachito haberle pegado demasiado fuerte sin explicarle por qué. Parece realmente ofendido, pero se queda allí. Al rato vuelve tomar a Cachito en broma y todo empieza de nuevo. Esta escena se repite desde hace más de 40 años. Hoy el Turquito se ha tomado tres colectivos y viajado una hora y media para llegar a este barrio de perros y niños que, sueltos, lo asustan por igual, y desearle feliz cumpleaños a su amigo.

Todos gastan al Turquito porque es judío. Hoy le recordaron que había dejado a una novia porque una vez lo había obligado a pagarle el remise —le preguntaron si también era judía y luego le dijeron “buscate una cristiana”. Él se divertía. De regalo trajo un vino kosher, importado de Estados Unidos.

En algún momento Cachito empezó a usar para el Turquito esta variante del golpe: hace sonar un pito de referí (en un volumen que hace dar un salto a todo el mundo) y le saca tarjeta roja. Ha tenido esa ocurrencia que hace que la gente lo adore. Es muy auténtico en su sentimiento de condenar a alguien por algo que hace mal, y siempre que lo hace se comprende automáticamente por qué lo hace y es imposible no admitir que tiene razón. A alguien le sacó tarjeta roja por tomar demasiado vino, a una prima por llegar con un novio que a nadie le gustaba (pero nadie se atrevía a decírselo), a un tío por hablar grandezas de otro país, a mí por haberme puesto unos pantalones demasiado llamativos. Ahora ya le pedimos que le saque tarjeta roja a tal o cual, por tal o cual razón.

Hoy sacó muchas tarjetas amarillas y rojas. Observé que eran profesionales, y efectivamente lo eran. Se las había conseguido un amigo de Alberto que lo quiere mucho. Tenían incluso el nombre del árbitro a quien le habían sido entregadas por la AFA. El amigo estaba en el cumpleaños. Le fue perdonada una tarjeta roja porque había llevado un regalo muy bueno.

El Turquito, por supuesto, fue el que más tarjetas rojas se llevó.



Los cuatro hermanos: Rina, Cachito, Estela, Alberto.


El Tuquito muestra el vino kosher.



Tarjeta Roja al Turquito.








domingo, 10 de enero de 2016

El dolor


Un maestro chino (verdaderamente maestro) le dijo a una amiga que le preguntó por el dolor: "ustedes los occidentales sólo tienen  una manera de reaccionar ante el dolor, taparlo, taparlo, taparlo. Es algo muy necio. Es necesario absorber el dolor para poder hacer algo con él, dominarlo o lo que sea".
Pienso que lo mismo vale para la derrota, el calor o la muerte.

viernes, 8 de enero de 2016

Los antilíderes





Está ese particular subgénero de líderes, que son los antilíderes.
Leo lo que dijo Pekerman de Román: “él es el antilíder porque nunca asume posturas demagógicas (…) muere con su idea, es un antisistema en el fútbol moderno. En una industria que se alimenta de la imagen, no es capaz de sentirse cómodo.”
Recuerdo a Bonavena con actitudes que provocaban contra él la ira de quienes lo seguían.
Recuerdo a Mohamed Alí escupiendo la cara del patriotismo norteamericano.
A Maradona drogado despilfarrar todo.
Los hacía líderes subir los peldaños fatales de las escaleras del final del túnel, del principio del cuadrilátero, hacia el Juicio Final.
Sabían que allí estarían solos.
"Te sacan hasta el banquito", dijo uno de ellos.
Claro que entre los amigos estaban aquellos que los acompañaban, no dentro de la cancha o el ring, pero sí en las gradas, y aquellos que con su ausencia revelaban su miseria vengativa —era fácil darles la espalda, los fans más rencorosos se ponían felices de verlos derrotados.

Escribo esta reflexión para publicarla en mi blog Bitácora en Buenos Aires, donde comparto intimidades con mis amigos.
Al final de cada año, compilaba textos del blog y se los entregaba impresos y anillados a mi mamá.
Era lectora por naturaleza. Los libros la hacían vivir.
Y me quería mucho. Ella era dragón y yo, tigre. Era una líder para mí y yo era un líder para ella.
Murió el 18 de diciembre. No le entregué los textos del 2015. Pero sigo escribiendo, para los amigos que quedan.
No sé si es posible, pero me gustaría muchísimo que quienes me acompañan sepan el profundo agradecimiento que siento por ellos.