jueves, 19 de octubre de 2023

Un acto de bondad

Qué triste miseria tiene adentro la gente que nunca hace cosas para favorecer a los demás.

Hace un rato un viejo me dio en la calle un papelito que daba todas unas órdenes de Dios o para Dios o algo así, que decían cosas fantásticas como que ya viene el Mesías y otra parva de boludeces.

Pero entre todo, decía que tenemos que hacer cada día un ACTO DE BONDAD.

Me hizo estar de acuerdo.

Recordé a mi vecina, que como sabe que estoy solo, aunque ella también está sola, cuando cocina algo rico me toca la puerta y me regala un platito con una porción.

Miré al viejo y le estaba dando el mismo papelito a un barrendero, y le daba charla. Andá saber lo que charlaban.

¿Quién puede ser tan miserable de no tener UN acto de bondad por día, aunque sea decirle "gracias" al colectivero mala onda, aunque sea comprarle a un amigo el imposible libro de poesía que editó con su poca plata, una poesía tan espantosa que duele el estómago leer un título; aunque sea pensar en alguien y decir "que le vaya bien"?

Un solo acto de bondad por día.




martes, 17 de octubre de 2023

17 de Octubre de 2023

 El peronómetro no es muy peronista.

Pero sí es peronista, porque cualquier cosa es peronista.

Miguel Pichetto es peronista.

Barrionuevo, Triaca.

Hasta esto que hago, de decir quién es peronista y cuán peronista es alguien.

Peronista son todos.

Yo en política no me meto, yo soy peronista.

Pero también está la grieta.

Y no encuentro otra manera que decir que unos son más peronistas que otros, para recordar el momento en que el gobierno de Kirchner comenzó a ser exitoso y una masa de gente que había odiado al peronismo, se hizo peronista.

Un amigo estuvo esos años fuera del país. Cuando regresó nos encontró a toda su barra, que nos había unido un pensamiento de izquierda, progresista, tirando a trotzkista, peronistas leales.

Estaba asombrado el amigo. Como que nos preguntaba qué nos había pasado, que antes odiábamos al turco, y nosotros, indignados porque él no se había hecho peronista.

Ni qué decir de aquel otro, radical desde que salió adolescente de la dictadura, alfonsinista, Franja Morada, que en el 2011 le cantaba el cumpleaños a su hijo con la marchita peronista.



 

Y teníamos razón, porque Kirchner hacía todo lo que habíamos pedido a cada gobierno que conocimos. Hacía crecer la economía y repartía a la guita entre la clase media y los pobres, se unía con otros presidentes populares y construya una Latinoamérica Unida, invertía en ciencia y educación, retomaba el juicio a los militares genocidas, echaba al FMI, se enfrentaba con Clarín.

Entonces éramos peronistas muy peronistas.

Claro que no nos hacíamos cargo de Menem, ni de las dudas por el aborto, ni menos de Barrionuevo o de Insfrán afligiendo a los pueblos originarios en Formosa.

Ahora nos gustaba la tía que tenía la foto de Evita, pero no nos gustaba que el gobierno le hiciera lugar en la mesa a los sindicalistas grasientos y corruptos.

 

Esa masa contribuyó a que el peronismo se llamara kirchnerismo.

No veo que haya en el futuro próximo algo peronista que vuelva a entusiasmarla.

No veo que se vayan a abrir muchos más restaurantes Perón Perón.

 

Sólo espero que esa masa, desencantada, frustrada porque los peronistas no siguieron dándole lo que quería, en las elecciones que vienen tenga claro que la opción es o la derecha de siempre, que quiere entregar el manejo de la economía a Estados Unidos con un moño, dolarizando para que ellos puedan comprar YPF con chauchas y palitos, o el peronismo.

A esa masa el peronismo nunca dejó de parecerle un poco asqueroso.

Como siempre, salvo los dorados años del kirchnerismo, elegir peronismo es ensuciarse.

Ojalá nos ensuciemos, porque los otros van a hacer daño profundo, como hizo la dictadura, a nosotros y a nuestros hijos.

 

sábado, 14 de octubre de 2023

La mejor clase de dilema

Dicen que Manuel Puig no pudo volver a su pueblo después de escribir “Boquitas pintadas”, porque había revelado una cantidad de secretos.

Lo mismo pasó con Thomas Wolfe con su novela “El ángel que nos mira”.

Y a Truman Capote lo querían matar por sacar trapitos de Hollywood al sol en “Plegarias atendidas”.

—Nunca me comprometí con ustedes a no contar lo que me decían —se defendió Capote, pero le recriminaron: "Lo que me dijiste me lo dijiste a MÍ, era cosa entre VOS y YO, y vos después se lo contaste a todo el mundo. Compartiste con cualquiera algo que surgió entre NOSOTROS. Hiciste pública NUESTRA intimidad".

Los tres fueron acusados, vapuleados, desterrados, convertidos en parias.

Hay quien dice que fue el precio que pagaron para hacer obras geniales, que le han dado de vivir a muchísimas más personas de las “traicionadas”.

 

Escribieron y compartieron lo que les pareció que valía la pena ser contado.

Tuvieron el infidente impulso de la chusmería, el de buscar el conflicto humano y no descartaría que no hayan tenido, también, el impulso de dar lo que tenían, de compartir.

Sintieron la obligación ética de compartir todo lo que les dijeron y lo que vieron, de la misma manera que tenían la pulsión de compartir lo que se decían a sí mismos, leían, soñaban, comprendían y finalmente escribían porque les resultaba significativo.

 

Este es un dilema ético.

La mejor clase de dilema.



martes, 10 de octubre de 2023

Buen estado

Lo mejor que podemos hacer los padres para nuestros hijos, y los amigos para los amigos, los hermanos para los hermanos, los amantes para sus amados y los revolucionarios para el Pueblo, es estar en buena forma.

Mental.

Ética.

Física.

Somos poco útiles a quienes queremos si nos abandonamos al vicio.





“No estamos tan mal”

La demostración de que el sentido común ha sido realmente ganado es que hasta los más críticos no pueden verlo.

Se ha copado el sentido común cuando la “realidad” se hace más que natural, patente. Cuando deja de percibirse y ya no es posible objetivarse. Para todas las personas las cosas no pueden ser de otra manera.

Fui testigo de esta escena. En un grupo de universitarios, intelectuales, inclaudicables, demoledores de todo argumento, inclusive de aquellos con lo que estaban muy de acuerdo, acusaban de insensato a alguien que, con desparpajo impune, afirmaba que “las cosas están bien en Argentina, la gente está mejor que hace cuatro años”.

Claramente, el insensato estaba diciendo una barrabasada, pero más allá de tratar de dilucidar si tenía razón o no, lo que parecía estar en juego era la construcción del sentido común.

En el grupo de indignados pareciera haberse instalado lo que Marx llamaba “ideología” como una representación de la realidad que actúa como un velo —funcional al interés de quien hegemoniza el sentido común.

Se podría dudar de si hay una verdad detrás del velo, pero en aquella escena era evidente que las personas habían hecho patente, indiscutible, premisa, que los argentinos estamos muy, pero muy mal, y que llevamos mucho tiempo cayendo.

Esto era tan verdad para aquellas personas, que inclusive se violentaron con quien lo cuestionaba. Es decir, defendían una “realidad”.

Tal blindaje es otra característica de un sentido común tomado. Las personas estructuran su representación mental con una realidad y su vida actúa esa representación. Creen, tienen fe, sostienen esa realidad, y amenazarla es poner en riesgo la estabilidad de las personas, por mucho que padezcan la representación.




Puerta

El maldito vicio de no poder conformarse con lo que hay porque se sabe que en algún lugar hay una puerta que da a otra vida.