viernes, 27 de abril de 2018

Más que profético


El Tano se murió de lo mismo que lo mataría ahora, si se enterara que su muerte pasó completamente desapercibida. A nadie se le movió un pelo porque se haya muerto. La vida de todos los que lo trataban o conocían no se alteró en lo más mínimo por su muerte. Muy loser, el pobre. Algunos se confunden, ¿murió o no? Al instante se olvida, porque, ¿qué importancia tiene? Es como si se hubiera muerto igual que un referí no da los cuatro minutos de alargue que tiene que dar al final del segundo tiempo porque el resultado del partido ya estaba puesto desde hacía rato.


martes, 17 de abril de 2018

San Martín y el hombre solo



El héroe puede andar con otros, ser parte de una banda, tener amigos, amigotes, incluso esposa.
Pero no es héroe si en el fondo no está solo con aquello a lo que se enfrenta y lo hace héroe.
Llama mucho la atención una nota publicada por José María Puente en un boletín de la Sociedad Sanmartiniana de la ciudad de Santa María (Nº23, agosto de 1965).
No soy historiador ni ando buscando documentos como este; estaba entre una pila de libros que donaron para una biblioteca en la que yo trabajaba hace unos años y ahora reapareció en el fondo de una caja.
El tal José María Puente, de quien no hay más referencia que su mero nombre como autor del artículo, cita palabras que San Martín le dijo, ya muy maduro, en Bulogne Sur Mer, a su hija Merceditas. Me puse a leerlo para recordar y revisar aquello que me había llamado la atención en mi adolescencia. Se habían puesto de moda esas frases sentenciosas, solemnes, como pensadas para que fueran grabadas en la piedra que basara sus futuras estatuas, que soltaba San Martín a su hija. Se las llamaba “máximas”. No recuerdo a quién se las transmitió Merceditas y cómo fueron difundidas.
En el boletín estaba la colección de aquellas frases, “Serás lo que debas ser; si no, no serás nada”, etc., pero aparece en el medio de ellas una reflexión en otro tono: “El hombre que es empujado a las tinieblas de la soledad vive el infierno de que los temas más nimios lo compliquen hasta la pesadilla y de que sus enfermedades, incluso inexistentes, aún las más inofensivas, crezcan hasta matarlo”.
Ninguna de las otras máximas tenía esta carga de vulnerabilidad. O las demás fueron pensadas o retocadas para hacer de San Martín un héroe de bronce o era una reflexión autobiográfica que había colado José María Puente.







sábado, 14 de abril de 2018

Lo que Dios ató que el hombre no lo desate



Despertó tarde. La luz y el aire del día estaban plenos y entraban por la ventana sin moderación. Alfredo sintió que le perduraba el estado de la noche anterior. Se había dormido sin consciencia casi, con la cabeza hecha una esponja maciza, sin alma. Efecto de la droga que habían tomado. No era nada diferente a lo que le sucedía siempre, pero esta vez aún sentía los efectos luego de haber dormido. Tuvo un instante de lucidez para darse cuenta de eso y apenas amagó con alarmarse volvió a hundirse en el sopor de la nada.
Así anduvo, a los tumbos, abombado, hasta que una eternidad más tarde, casi imperceptblemente empezaron  a emerger, desde el fondo, como burbujones grandes y lentos desde el lecho del agua, algunos amagues de pensamientos. Pensamientos sin borde, difusos, sin estructura. No podía atraparlos, apenas le traspasaban la mente como posibles sombras.
Sin embargo, creyó reconocer con claridad que en algún momento aquella chica Lucía y él se abrazaron con entrega. Se habían abrazado sin mesura. Habían caído uno al otro, sin control. Podían estar haciéndose mal, pero no podían evitarlo, porque estaban inertes. Los huesos de los pómulos se apoyaban unos contra otros torturando la carne y se besaron con las bocas metidas una dentro de la otra, una sola carne mojada que no se buscaba porque ya se había encontrado.
Eso que pasó, ese abrazo, hizo de ellos una sola cosa. Los fundió en una cosa que vino de otra realidad y era más que ellos. No vino a instalarse en esta realidad —Alfredo sentía que ese recuerdo podía borrársele en cualquier momento y ya nunca sabría qué sucedió — pero tendría efectos a través de ellos. Ellos no tendrían poder sobre lo que sucedió, y aquel recuerdo o fantasía, o sueño, brotaría y rebrotaría hasta que murieran. No habría nada entre ellos, como no lo había habido y como no lo podría haber jamás, porque no se interesaban uno en el otro, ni tenían algo en común; nunca habría nada entre ellos, salvo ese abrazo. Pero ese abrazo, sobre el que no tenían ningún poder, era lo que cada uno de ellos tenía de diferente en su vida, y era lo que les daría significado a sus vidas.





viernes, 13 de abril de 2018

Reflexivos



Uno de los planteos más sólidos que dejan los Diarios de Emilio Renzi de Piglia es lo que dijo ¿Borges? sobre el modo en que procede el pensamiento del argentino: esa reflexión, uno al lado del otro, alrededor de un fogoncito, a la intemperie en medio de la pampa, chupando un mate mientras miran el mismo horizonte tan lisamente cortado contra el cielo como una línea de perfección cósmica. El pensamiento tiene todo ese espacio, casi inabarcable, y todo ese tiempo, casi ilimitado, para expandisrse. La conclusión más humilde es un reflejo de ese modo de pensamiento: “el criollo es reflexivo”.
Y entonces el escritor de esta tierra es reflexivo. Sarmiento entreveraba relatos y ensayos y el gaucho Martín Fierro iba del duelo con el facón cuando se mamaba, a una ontología profunda.
Posiblemente si hemos crecido escribiendo aquí, el tema nos parezca tan natural que no lo veamos. En todas partes hay escritores que no son reflexivos. No digo esas maniobras de ser reflexivo a través de no parecerlo, escribiendo sólo acciones, etcétera. Hablo de escritores que no pretenden plantear otra cosa que aquellos que relatan. Incluso hay algunos escritores argentinos que escriben así (Roberto Fontanarrosa, Guillermo Martínez), y resultan sorprendentes.











domingo, 8 de abril de 2018

Nuevas naciones



Hace algunos años un tipo inventó un país, Zaqistán.
Era algo parecido a una performance artística, pero ya sabemos cómo a veces el arte es profético o propiciatorio.
En el campo legal, de reservas, organización civil, simbólico y otros, Zaqistán avanzó hacia el reconocimiento como nación.
Hay una cantidad de gente por todas partes que tiene un pasaporte expedido por Zaqistán.
La definición de nación no es tan monolítica como nos han hecho creer. Hay una cantidad interesante de naciones que son reconocidas por algunas naciones y por otras no. Piensen en Taiwan.
¿No podría suceder que en las próximas décadas empiecen a aparecer nuevas naciones virtuales?
El mundo virtual estaría facilitando el tema enormemente.
Podríamos crear una nueva nación YA, y en pocos días tendríamos población (muchos países admiten múltiple nacionalidad), comenzaríamos a organizarnos, a tener una literatura, una historia, etcétera.
No necesitan ni un minuto para imaginarlo.
Es intuitivo.
Y eso sería si la creáramos YA. Si le agregamos el factor tiempo, la nación sería tan real como Alibaba.

Se me ocurre esto porque siento que el mundo tal como ha existido en los últimos tres siglos se está por venir abajo.
Veo que muchos países están teniendo el reflejo de replegarse para asegurar su supervivencia (desde Estados Unidos hasta Bolivia).
Veo que el capitalismo se está retorciendo hasta secarse en Occidente y es utilizado por China, que hará con él vaya uno a saber qué.
Veo que algunos líderes concebidos en el futuro pero paridos en el presente son ahogados (como sucedió en toda la historia).
Pienso, en fin, que se podría crear una nación virtual que tuviera a Lula como presidente.

PS. Me avisan que ya existe Asgardia. Incluso Clarín reportó que ¡entre sus ciudadanos ya hay 2.500 argentinos! 

Yo lo vi



Aunque yo era muy chico, debía tener siete años, supe claramente que las ropas del tipo eran las más finas que había visto en mi vida. Tenía una camisa blanca de una blancura luminosa, de otro mundo, y un traje gris oscuro de una tela que caía de un modo tan hermoso que aún siento placer al recordarla. Y calzaba unos zapatos marrones hechos con una precisión increíble, que tenían el balance perfecto entre nuevos (si hubieran estado perfectamente nuevos hubieran llamado la atención groseramente por pretenciosos) y gastados (era obvio que cuando se le gastaban un poco demás, ya no los usaba).
Esa ropa maravillosa, llegada de una realidad que yo sólo podía imaginar, era vestida por un pequeño hombre que tenía una expresión noble, una manos grandes, un corte de pelo perfecto y una borrachera muy desagradable. Apenas se mantenía parado, en el andén de la estación de tren de San Nicolás, a las cuatro de la tarde.
Cholulo, mi padre me dio un papel y una lapicera y me dijo, riendo, andá pedile un autógrafo.
Yo no sabía qué era un autógrafo.
Mi padre y las personas que estaban con él, entre ellos mi madre, me explicaron y me dictaron las palabras para decirle.
Decile "Campeón, ¿me firma un autógrafo?"
Fui hacia él automáticamente.
El hombre me sonrió con una sonrisa muy buena. Tomó el papel, lo firmó, me puso una de sus manos en la cabeza y me sonrió, mientras me miraba con esa fijeza vacía de los borrachos.
- ¿Vos cómo te llamás?
- Gustavo.
- A mi querido amigo Gustavo -dijo, como si estuviera escribiendo.
Entonces ya nos rodeaban varias personas, todas con papeles para que Pascualito Pérez les firmara.
Yo me acordé de la ropa y de la amistad con que me miró, y de la frivolidad de mi familia, pero me llevó años entender que ese hombre borracho había llegado a ser lo más que podía ser, que había corrido miles de kilómetros entrenando, que había pasado años en los gimnasios como casi nadie se dedica a lo que ama hacer, que había recibido cientos de trompadas en las costillas, en la boca, en los ojos, en la nariz, en la cabeza, que eran capaces de poner en coma al tipo más robusto. Me enteré que ganó la medalla de oro en las Olimpíadas y que fue campeón del mundo durante seis años; que peleó en el ring 92 veces, ganó 84, 57 por nocaut. Defendió nueve veces el título mundial. Muchos dicen que él y Monzón fueron los mejores de la historia del boxeo argentino.
Me había puesto una mano en la cabeza alguien que era más que humano. Mi padre debió explicarme eso. Con siete años, sólo lo entreví en la ropa.






sábado, 7 de abril de 2018

Sirena



Eras
la cola plateada
de una sirena verde
que atravesaba el cielo
de Oeste
a Este,
la forma de la luz
se reunía
en tus alas, y el viento
dejaba caer lluvia y hojas negras

(Oda a Ángel Cruchaga, Pablo Neruda)

Dale que va



El chanta es un estafador al que se perdona.
¿Por qué se lo perdona?
Se perdonó durante una década al chanta de La Rioja.
¿Por qué es simpático?
No.
Porque está mal pero no está mal estafar, robar.
Porque sabemos que en el fondo vivimos en una economía en estado de robo.
Los bancos roban, las empresas roban, los políticos roban.
Y roban legalmente.
Instalado el robo legal, lo que se instaura en el fondo es el robo.
Hay que ser un fanático, un héroe, un freak para no robar cuando tenés la oportunidad.
La oportunidad de hacerle un juicio al Estado que sabés que vas a ganar.
La oportunidad de pasar por el molinete del subte sin pagar.
La oportunidad de subir un poco más el precio.
La oportunidad de pagar por los servicios que te hacen ganar una licitación.
Todo eso que llaman grandes y pequeños actos de corrupción.
No son excepcionales, son un sistema total, el mecanismo básico de la economía capitalista.
Insisto, unos robos son ilegales, otros no.
Sabemos, incluso, que las mayores transferencias de dinero son legales.
Es el estado “Cambalache”, ¡dale que va!.
Y entonces cómo pedirle a alguien que no salte el molinete del subte.
Así las cosas, no se le retira apoyo a los gobernantes porque roben.
Fulano de tal tiene millones de dólares en una cuenta offshore, sí, ¿y vos qué harías si tuvieras millones de dólares? ¿Los dejarías acá para que te los roben los bancos, o el Gobierno cobrándote impuestos desmedidos?
Entonces las críticas a las empresas que promovieron la dictadura militar del 76 para enriquecerse y las críticas al presidente porque tiene dinero en Panamá se desinflan. Sirven para el indignómetro de las viudas del kirchnerismo que eligió abdicar el poder.
El resto de la gente va por otro lado.




Sordo y loco



En Valencia conocí a una mujer enferma de cáncer de pulmón que decía “mi cáncer se llama María Jiménez”. María Jiménez era su nuera.
Siempre me asombró que Beethoven fuera sordo y loco.
Sordo y loco.
¿Van juntas esas dos cosas?
A medida que mi sordera crece como una marea, escucho frases en los ruidos. Se me cae un táper y dice “I got it”.
Se enciende la heladera y dice “ya que está parada”.
Se apaga la computadora y exhala un “¿qué hora son?”
En la calle los autos dicen todo tipos de cosas, “¡qué tren!”, “¡decilo vos!”, “¡it’s noon!”
¿Podría ser que el día que deje de escuchar a alguien, esa persona ya empiece a ser otra, hasta que sea completamente otra, hasta que no tenga más relación con ella?
¿Podría ser que el aislamiento que causa la sordera sea real?
Me aterra pensar que ya no está más junto a mí quien habría de estar para siempre.
Mi tía Tita en sus últimos años le decía Irma a mi mamá (Irma había muerto). Todos los que tuvo al lado estaban ya del otro lado.
Quizás desde allá le mandaban mensajes cifrados en los ruidos que hacen las cosas.




La guerra del abuelo



“La luz blanca de los reflectores era como un tul…”, dice Piglia que le dijo su abuelo Piglia cuando le contaba de la guerra (la Primera Guerra Mundial).
Se nos están acabando los escritores que tienen su lo que escriben algunas marcas de lo que le contaron de la guerra sus padres o abuelos, ¿no?







*      *      *


Libros Ref atrae muchas personas a quienes les gustan naturalmente los libros. Hay un muchacho con el que nos gusta mucho entendernos. No sé si realmente nos entendemos mucho, en realidad hemos hablado muy poco, pero en cuanto nos entendemos un poquito lo celebramos y nos entusiasmados. Espero que terminemos haciendo algo juntos.
Esta tarde le pregunté cuántos libros de ficción hay editados de Piglia, que tuvo una carrera muy larga y él los nombró a todos. Eran los que yo conocía. Le pregunté porque temí ignorar que hubiera escrito muchos más. Entonces le dije que me llamaba la atención que tan poca obra justificara que los diarios del escritor se extendieran por tres libros tan voluminosos. Él, sin embargo, no encontraba nada extraño en eso. Y el mercado de la razón, porque los diarios se venden muy bien.

Bárbara



Bárbara es una antropóloga divergente.
Recuerdo que cuando estudiábamos cuestionaba cada cosa que decía un profesor o que leía.
Jamás aceptó nada.
Los profesores la odiaban todos. Los interrumpía constantemente para discutirles sin fundamento y sin racionalidad.
Decían que estaba loca.
Tenían razón.
Se hizo católica, rastafari, sufí, budista, experimentó con todo tipo de vegetales que le provocaban alucinaciones.
No cree en la realidad.
Es anarquista epistomólogica, lo que aplica a la antropología.
Hace unos días nos encontramos y sólo me habló de cuánta plata le cobraba el veterinario para curarle una nutria que tiene de mascota.
Es instructora de qi kong en un parque. Casi no cobra. Tiene la elasticidad y la tensión de una nena de 14 años.
Le interrumpí su relato interminable de la nutria para decirle lo que pensaba de ella. Le dije que toda su vida buscó otro camino a cada paso que daba, y que con eso nos había regalado una gran libertad a sus amigos.
Entraba  los paisajes nuevos armada con su aparato cognoscitivo de este mundo y por lo tanto nunca pudo ver nada nuevo. Siempre volvió frustrada, pero los que la seguíamos descubríamos cómo traía prendidos de sus polleras, de sus cejas, de su nariz y entre los dedos de sus pies cosas rarísimas, indescriptibles y efímeras. Se disolvían en un instante, y ellas jamás las percibió, pero nosotros nos quedamos absortos porque vimos prendas de otra realidad.
Cuando muera, su alma no se enterará en absoluto y seguirá por acá, diciendo no, no, no es así, estás equivocado, eso es una pavada, eso que decís es sólo algo funcional al poder.
Y tomará por otro camino.



La gran paranoia




Mucho más potente que lo que se figura la astrología, muchos menos infantil que lo que fantasearon los griegos de la antigüedad, algo da forma a la realidad a través de designios sobre los seres. Ellos son los agentes que actúan y orientan las cosas en tal o cual dirección. Quizás la mejor descripción son las concepciones orientales de los cambios como consecuencia de un movimiento del todo en su conjunto.

Esta es la gran paranoia.

Algunos somos más sensibles para percibir las decisiones, otros las actúan sin saber que vienen de más allá de la voluntad personal










miércoles, 4 de abril de 2018

El deseo toca



Las personas mueren si pasan un determinado tiempo sin que las toque el deseo de otro.

Por otro lado, las mentes están atrapadas, convertidas en un enredo de contradicciones y vicios que impiden que las personas se desarrollen de modo de alcanzar a otros con su deseo.

A quien le tengo afecto le deseo que aunque sea cada tanto materialice sin intermediaciones sus instintos.