domingo, 28 de noviembre de 2010

Demoliendo

Verán en este video el concierto de Demoliendo Tangos que organizó X fiAdos en el Hogar de ancianos San Martín.


Federico Mizrahi dirá de su concierto "esto a mí me mata, no me pasó en mi vida".

Escucharán a la psicóloga, psicóloga de viejos, que con dignidad habrá de rogar "vuelvan. Vuelva" y entenderán que está pidiendo "no se vayan".

Escucharán al badoneonista explicando desde el fondo patente de su honestidad que, ante la duda del prejuicio, "vamos con la música".

Escucharán y verán a una señora diciendo nada más que "es una linda tarde", en el momento de la vida que no se espera nada menos que una linda tarde antes de la eternidad.

Y escucharán ese violín.







La obra es de X fiAdos.

La realización del video es de Diego Tomasevich.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Conversación


(BORGES) Cuenta que se encontró con Estela: «No le dije nada a Madre, porque ya le tiene bastante rabia; no hay por qué darle más motivos para que la aborrezca. Me vio en la estación de subterráneo y me gritó: “Hijo de puta, no te vas a escapar”. Corrí y me metí en el subterráneo; Estela corrió detrás y se metió también. Sólo después pensé que, como Estela ve muy poco, si me hubiera hecho a un lado y me hubiese quedado inmóvil, tal vez la hubiera perdido. Delante de toda la gente me habló a gritos». Tuvieron este diálogo: «ESTELA: No te me vas a escapar, hijo de puta. Vas a hablar conmigo». BORGES: «Con esa conversación hecha de lugares comunes va a ser difícil e inútil hablar». ESTELA: «Tenemos que hablar. Porque sos un hijo de puta y un gran escritor. He leído las inmundicias que decís en ese reportaje de El Hogar. En tu servilismo al gobierno has llegado hasta lo más lejos. Vos no estarías del lado de Martín Fierro, sino de la partida. Sin embargo, cuando triunfemos no te van a degollar, porque voy a salvarte». BORGES: «En cambio, si triunfamos nosotros, nadie  va a tener que salvar a nadie. A nadie vamos a matar». ESTELA: «Nosotros sí. Lo que te pasa es que no querés hablar conmigo porque sabés que tengo razón. Vos escribís lo que escribís pensando en mí. Lo escribís para vengarte de mí. Siempre pensás en mí». BORGES: «No. Escribo pensando en Frontini» (Frontini ha escrito con María Rosa Oliver un libro en defensa de la China comunista). ESTELA (furiosa): «No vas a tener la última palabra. Sos un hijo de puta. Ya te has salvado de mí, porque bajo en Independencia».

1956. Sábado, 10 de noviembre. 

Del diario Borges, de A. Bioy Casares.

subte de buenos aires

martes, 23 de noviembre de 2010

Papando moscas



Dice mi primo Ezequiel "tenés que dejar de papar moscas, tenés que ser un poco más vivo y saber cómo vas a entregar, y entregar, porque si te creés pija y te la guardás, vienen los poronga de en serio y te sacan por el orto lo que amarrocaste toda tu vida de estúpido".



miércoles, 17 de noviembre de 2010

Fragmentos del cuento La mujer más pequeña del mundo, de Clarice Lispector


“En las profundidades del África Ecuatorial el explorador francés Marcel Pretre, cazador y hombre de mundo, se encontró con una tribu de pigmeos de una pequeñez sorprendente. Más sorprendido, sin embargo, quedó al ser informado de que existía un pueblo aún más pequeño, más allá de la selva y las distancias. Entonces, más se metió.
“En el Congo Central descubrió a los verdaderos pigmeos más pequeños del mundo. Y —como una caja dentro de una caja, dentro de una caja— entre los pigmeos más pequeños del mundo, estaba el más pequeño de los pigmeos más pequeños del mundo, quizás obedeciendo a la necesidad que a veces tiene la Naturaleza de excederse a sí misma.
“Entre los mosquitos y los árboles tiernos de humedad, entre las nutridas hojas del verde más perezoso, Marcel Pretre se vio ante una mujer de cuarenta y cinco centímetros, madura, negra, callada. (…) Estaba embarazada. (…) Sintiendo la necesidad inmediata del orden, y de dar un nombre a lo que existe, la llamó Pequeña Flor.”

(…)

”Su raza está siendo prácticamente exterminada. Quedan pocos ejemplares humanos de esa especie que, si no fuese por el astuto peligro de África, sería un pueblo propagado. Además de las enfermedades, las aguas de aliento infestado, la comida deficiente y las fieras que acechan, el gran riesgo para los escasos likoualas radica en los salvajes bantúes, amenaza que los rodea en un aire silencioso como en la madrugada de una batalla. Los bantúes los cazan con redes, de la misma manera que hacen con los monos”.

(…)

“Estaba riendo, caliente, caliente. Pequeña Flor estaba gozando de la vida. La propia cosa rara estaba teniendo la inefable sensación de aún no haber sido devorada. No haber sido devorada era algo que, en otros momentos, le daba el ágil impulso de saltar de rama en rama. Pero en este momento de tranquilidad, entre las espesas hojas del Congo Central, ella no estaba aplicando ese impulso en una acción —todo el impulso se concentraba en la propia pequeñez de la propia cosa rara. Y entonces ella reía. Era una risa que solamente quien no habla es capaz de reír. A esa risa el constreñido explorador no consiguió clasificar. Y ella siguió disfrutando su propia risa suave, ella que no estaba siendo devorada. No ser devorado es el sentimiento más perfecto. No ser devorado es el objetivo secreto de toda una vida. Mientras no estuviera siendo devorada, su risa bestial era tan delicada como es delicada la alegría. El explorador estaba turbado”.


lunes, 15 de noviembre de 2010

Juan con Quién en el Hogar Kaupé


El recital se hizo el 12 de noviembre en el largo salón del Hogar Kaupé donde las mujeres alojadas pasan los días mirando televisión, charlando, preparando comida, comiendo, asistiendo a algún taller, arreglando ropa donada para que llegue en condiciones a quienes la usarán.

En ese lugar ha quedado fija la decoración de la primavera. Del techo cuelgan cintas y grandes mariposas de papel, en las paredes siguen estallando flores de colores excitados. En las paredes también hay matafuegos y planos de emergencia, planillas de horarios que organizan a quiénes les tocan diferentes tareas cada día, dibujos, frases, avisos varios. Uno dice que una agencia incorpora personal doméstico.


Es viernes. Con responsabilizada puntualidad llega Juancito a las siete de la tarde con sus músicos invitados. “Esta banda se llama Juan con Quien, dirá más tarde, pero hoy los Quién se llaman Nahuel Monteagudo, que hará la percusión, y Mauricio De Ambrosi, que tocará el saxo soprano”.

La señora E. se acerca parsimoniosamente y pregunta con corrección si no tocará la señorita “que cantó en el último recital, se me fue el nombre, disculpe”.
“Eugenia”.
“Sí, Eugenia”.
Le explicamos que hoy no le toca. “Qué pena”, dice, hace un breve silencio y luego pregunta por “la otra chica, la que tocaba el bandoneón”, y pregunta por Maite, por Susana, por Cynthia, por Diego, por Fernando, por Liz… por Loreley (la señora E. ama a Loreley). Pregunta siempre por cada una de las personas que han ido una vez. La señora E. pasó mucho tiempo en la calle, quizás años, y ahora tiene esta casa. Con las demás habitantes, hacen hogar. Saben hacer hogar. Lo hacen cuando albergan, identificando el nombre de cada persona que llegó de visita, preguntando cómo anda, mandándole decir que lo esperan, enviándole este mensaje: “hacemos lugar para vos aquí”. Las coordinadoras se ocuparon de advertirnos cuidadosamente esto cuando empezamos el taller de cuentos, “cuidado que no es un «toco y me voy». Ellas hacen lazos”.


Tomate, con su entrega desaforada, es un personaje totalmente incorporado por las habitantes. Lo hicieron Señor Tomate y su corazón animal no se negó jamás. Tomate interrumpiendo la canción que tocaba para atender el teléfono. Tomate sacando el agua que inundó el salón con un secador de piso. Tomate escuchando a cada una por el resto de la eternidad. Tomate mimándolas, concediéndoles todo, malcriándolas, cantando siete veces en un recital el tema que le piden. Cómo no habría una ovación cuando Juan invitó a Tomate al escenario como músico invitado.

Juancito fue en calidad de músico y en calidad de porfiado. Los X fiAdos somos el equipo que organiza recitales como este, en lugares donde se aloja a personas que no tienen donde vivir o por la fuerza. En nuestras reuniones perdemos profesionalmente el tiempo y lo que queda nos ponemos operativos con los conciertos y también debatimos algunos temas. Uno de los debates que construimos se concentra en el repertorio: ¿es mejor que las bandas lleven un repertorio de temas propios o que lleven un repertorio concesivo? Esto conlleva la pregunta: ¿llevamos música y «que la aprecien aunque no la conozcan» o usamos la música como prenda de amistad y entonces hacemos temas «que sepamos todos»? Es un debate que se presta a discusiones acaloradas y que revuelve muchas cosas. Esa noche en el Hogar Kaupé Juancito tomó posición definida: “Vamos a tocar temas que a lo mejor no conocen. Las invitamos a que los conozcan”. (Las habitantes del Kaupé, sin embargo conocerían algunos temas, autores —“eso es de Drexler, ¿quién no lo conoce?”— y observaron, “¿cómo no vamos a conocer la música brasileña?”. La realidad reina).

Un segundo indicio de que Juan es un X FiAdo fue el dominio formidable que tuvo de todo el recital, lo que resultó en una soltura encantadora y confortable. Desde el primer tema Juan se comió la cancha. Sus músicos, subidos a la onda, se largaron y tocaron maravillosamente. El recital comenzó con Juan pidiéndole a Mauricio que explicara qué era, cómo sonaba, el saxo soprano que tocaría, y terminó con la señora Ch. pidiendo ver un charango de cerca, porque sólo los conocía por la televisión. Mauricio se explayó con el saxo y Nahuel conquistó el clima con sus manos creativas del principio al fin, batiendo, tamborileando, peinando, golpeteando de incontables maneras los cueros de una conga y un bongó.


En la temperatura del recital Tomate jugó una pieza importante, ubicándose estratégicamente en medio del público y haciendo palmas, vivando y aplaudiendo desde ahí. Uno de la casa. Charla con las alojadas, les guiña el ojo, les sonríe. La señora E. le habla; no oigo qué le dice, pero sí escucho la respuesta de Tomate: “Voçé é a Garota de Ipanema!”


Entre el clamor de la música a todo trapo, Juan llegó a escuchar a C. canturreando con él. “Parece que hay gente que sabía este tema”, diría, mientras C. sonreía en la primera fila, con sus anteojos negros. Pero C. siempre sonríe cuando algo la hace feliz, y la hacen feliz muchas cosas, y en el recital anterior Eugenia se había asombrado de que C. conociera todos los temas, hasta que la sorpresa se tornó incredulidad cuando C. cantaba un tema de Eugenia: no había forma de que lo hubiera escuchado. Descubrimos así la portentosa habilidad de C. de cantar prácticamente al mismo tiempo que el cantante, cual sea el tema que esté cantando.
En medio de la soltura, sonó el timbre y el recital debió interrumpirse porque el escenario estaba entre la puerta de calle y el público: había llegado Maite, aparatosamente, con bicicleta galáctica e hijo con indumentaria de Power Ranger Rojo y casco de astronauta que hacía juego con el peinado hacia el cielo de Maite. Aplauso estruendoso del público, incluido coro “Olééé-olé-olé-olé, Maitéééé, Maitéééé”. El petizo, bajado de la bicicleta, inmediatamente adquirió la posición de lucha de un Power Ranger Rojo y castigó a Tomate.

En ese momento Juan liberaba todo su amor por hacer música, se daba el gusto de crear ese estado singular que se crea con la música, bailando con el paso de reggae. Radiante, tan radiante y encantada como él, la señora S. imitaba el paso sentada en una silla. Ya lo dijimos en otra crónica, la señora S. es sorda. Pero la música ya no tenía límites a esa altura, todos bailoteábamos y nos reíamos. Los tres músicos tocaban como si fueran cien, para un público que en lugar de siete mujeres, eran diez mil fans.

 

domingo, 14 de noviembre de 2010

Discurso del presidente Pepe Mujica sobre la educación

Anita me pasó este discurso de Pepe Mujica, no sé dónde ni en qué ocasión, para hablar de la educación. Es la palabra de un presidente, fíjensé si no quisieran tener un presidente así:

Ustedes saben mejor que nadie que en el conocimiento y la cultura no sólo hay esfuerzo sino también placer.

 Dicen que la gente que trota por la rambla, llega un punto en el que entra en una especie de éxtasis donde ya no existe el cansancio y sólo le queda el placer.

 Creo que con el conocimiento y la cultura pasa lo mismo. Llega un punto donde estudiar, o investigar, o aprender, ya no es un esfuerzo y es puro disfrute.

 ¡Qué bueno sería que estos manjares estuvieran a disposición de mucha gente!

 Qué bueno sería, si en la canasta de la calidad de la vida que el Uruguay puede ofrecer a su gente, hubiera una buena cantidad de consumos intelectuales.

 No porque sea elegante sino porque es placentero.

 Porque se disfruta, con la misma intensidad con la que se puede disfrutar un plato de tallarines.

 ¡No hay una lista obligatoria de las cosas que nos hacen felices!

 Algunos pueden pensar que el mundo ideal es un lugar repleto de shopping centers.

 En ese mundo la gente es feliz porque todos pueden salir llenos de bolsas de ropa nueva y de cajas de electrodomésticos.

 No tengo nada contra esa visión, sólo digo que no es la única posible.

 Digo que también podemos pensar en un país donde la gente elige arreglar las cosas en lugar de tirarlas, elige un auto chico en lugar de un auto grande, elige abrigarse en lugar de subir la calefacción.

 Despilfarrar no es lo que hacen las sociedades más maduras. Vayan a Holanda y vean las ciudades repletas de bicicletas. Allí se van a dar cuenta de que el consumismo no es la elección de la verdadera aristocracia de la humanidad. Es la elección de los noveleros y los frívolos.

 Los holandeses andan en bicicleta, las usan para ir a trabajar pero también para ir a los conciertos o a los parques.

 Porque han llegado a un nivel en el que su felicidad cotidiana se alimenta tanto de consumos materiales como intelectuales.

 Así que amigos, vayan y contagien el placer por el conocimiento.

 En paralelo, mi modesta contribución va a ser tratar de que los uruguayos anden de bicicleteada en bicicleteada.

 LA EDUCACIÓN ES EL CAMINO

 Y amigos, el puente entre este hoy y ese mañana que queremos tiene un nombre y se llama educación.

 Y miren que es un puente largo y difícil de cruzar.

 Porque una cosa es la retórica de la educación y otra cosa es que nos decidamos a hacer los sacrificios que implica lanzar un gran esfuerzo educativo y sostenerlo en el tiempo.

 Las inversiones en educación son de rendimiento lento, no le lucen a ningún gobierno, movilizan resistencias y obligan a postergar otras demandas.

  Pero hay que hacerlo.

 Se lo debemos a nuestros hijos y nietos.

 Y hay que hacerlo ahora, cuando todavía está fresco el milagro tecnológico de Internet y se abren oportunidades nunca vistas de acceso al conocimiento.

 Yo me crié con la radio, vi nacer la televisión, después la televisión en colores, después las transmisiones por satélite.

 Después resultó que en mi televisor aparecían cuarenta canales, incluidos los que trasmitían en directo desde Estados Unidos, España e
 Italia.

 Después los celulares y después la computadora, que al principio sólo servía para procesar números.

 Cada una de esas veces, me quedé con la boca abierta.

 Pero ahora con Internet se me agotó la capacidad de sorpresa.

 Me siento como aquellos humanos que vieron una rueda por primera vez.

 O como los que vieron el fuego por primera vez.

 Uno siente que le tocó en suerte vivir un hito en la historia.

 Se están abriendo las puertas de todas las bibliotecas y de todos los museos; van a estar a disposición, todas las revistas científicas y
 todos los libros del mundo.

 Y probablemente todas las películas y todas las músicas del mundo.

 Es abrumador.

 Por eso necesitamos que todos los uruguayos y sobre todo los uruguayitos sepan nadar en ese torrente.

 Hay que subirse a esa corriente y navegar en ella como pez en el agua.

 Lo conseguiremos si está sólida esa matriz intelectual de la que hablábamos antes.

 Si nuestros chiquilines saben razonar en orden y saben hacerse las preguntas que valen la pena.

 Es como una carrera en dos pistas, allá arriba en el mundo el océano de información, acá abajo preparándonos para la navegación trasatlántica.

 Escuelas de tiempo completo, facultades en el interior, enseñanza terciaria masificada.

 Y probablemente, inglés desde el preescolar en la enseñanza pública.

 Porque el inglés no es el idioma que hablan los yanquis, es el idioma con el que los chinos se entienden con el mundo.

 No podemos estar afuera. No podemos dejar afuera a nuestros chiquilines.

 Esas son las herramientas que nos habilitan a interactuar con la explosión universal del conocimiento.

 Este mundo nuevo no nos simplifica la vida, nos la complica.

 Nos obliga a ir más lejos y más hondo en la educación.

 No hay tarea más grande delante de nosotros.
 
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Hay un blog de Mujica: http://www.pepetalcuales.com.uy/


viernes, 12 de noviembre de 2010

Annie's song

Parece que en alguna época que no puedo identificar, en algún planeta que definitivamente no era este, hube uno que cantaba esta canción con amigos y amigas mientras íbamos en un ómnibus. Greyhound, se llamaba el ómnibus. Greyhound, junto a un galgo.



jueves, 11 de noviembre de 2010

Eva

‎- Eva se peleó con el novio hace como seis meses y lo echó. Lo echó de la casa, lo eliminó de su vida. Ahí se enteró que estaba saliendo con otra.


- ¡Uh!

- Le agarró un ataque de presión y estuvo internada tres días. Cuando se cura, lo llama y le dice: ELLA O YO.

- ¡Pero lo había echado ella!

- Eva es así. Re-Eva.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Noticia de Ernesto Fowles



Ernesto Fowles nació en una estancia de la provincia de Chubut, en medio de la infinita estepa patagónica. Vivió intensamente; cada uno de sus días estaba lleno de muchas cosas. Así, aún no había cumplido dieciocho años cuando ya escribía para la Estrella de Comodoro Rivadavia. Rebalsaba talento para escribir.
Rápidamente alcanzó el tope de sus etapas como escritor: la romántica, la clásica, la moderna, la vitalista. Por los 30 años ya había llegado a la madurez como autor, lo que no significó el final de su experimentación. Un lector capaz de concentrarse sólo en la historia (el lector a quien le escribía Fowles) no habrá de descubrir pero disfrutará de sus juegos, siempre arriesgados y a la vez garantizados por su maestría. Tempranamente en el siglo XX entretenía su virtuosismo explorando los temas más hondos de la condición humana en relatos aparentemente muy simples, macizos y puntuales. Hemingway promulgaría muchos años después la fórmula de Fowles: un buen relato está hecho de la tensión interna que obliga al escritor a escribir y que no aparece en las palabras sino en la entrelínea.
Fowles escribió mucho para entender las relaciones entre un hombre y una mujer. “El cuerpo de la araña” es un ensayo sobre aquel tortuoso aspecto de algunas relaciones que se materializa en el rompimiento por parte de uno de los dos: el relato detalla el modo en que una araña atrapa una presa, le inyecta una droga que deja a la presa embelesada; describe cómo ésta, pudiendo escapar, prefiere la dulzura del estado extático; cómo la araña comienza a sorber sus jugos mientras le va suministrando más droga, cómo los dos viven adictos uno al otro en ese estado de intercambio vicioso durante varios días, posiblemente los días más felices de sus vidas, y finalmente cómo agotada la presa de toda vitalidad que nutra a la araña, la araña, sin remordimientos, sin conciencia, la olvida para siempre.

martes, 9 de noviembre de 2010

Una hereje

La oculta determinación del yo más tiránico e impío de Gabriela es zamparse unas historias henchidas de sentido, sin importarle las consecuencias que le traen a ella y a los demás. Cuando se le acaban, se levanta y sigue, hasta dar con otra.

viernes, 5 de noviembre de 2010

El gourmet de la tele

En una época le dio a mi madre por poner a la gente ante dilemas como un boxeador muy fuerte pone a un rival mequetrefe entre las cuerdas: “dejá de dar vueltas, decime ya, ¿hago papas fritas o fideos?” Si uno osaba cuestionar la ofensiva, “qué sé yo, sos vos la que cocina”, mi madre montaba en cólera. “¡No! ¡Decime vos! ¡Vos sos el invitado!”. Como ya aprendí, al ser abordado respondo instantáneamente. “¡Puré!”. Claro, no es tan fácil. No es cuestión de decir cualquier cosa, porque inmediatamente después de la respuesta uno tiene que responsabilizarse: “Pero, puré me pedís, si no tengo nuez moscada”. Sin embargo, les aseguro que es preferible ser el culpable de su indignación que convertirse en objeto de su ira.
A la que tiene en jaque a cada rato es a su hermana Tita. Mi madre la cuida porque Tita tuvo dos derrames cerebrales y quedó medio parapléjica. Además de que tiene más de ochenta años. Y demencia senil. “¡Tita, respondeme!”, le demanda mi madre, olvidando que Tita no puede hablar. Sólo hace unas señas, unas indicaciones con la mano y algún sonido gutural. Por ejemplo, cuando una vez mi madre le preguntó “¿Querés ir a ver la televisión o querés ver cómo cocina Gustavo?”, respondió algo así como “ao” y mi madre puso la silla de ruedas de Tita orientada a que me observara. Yo sé que Tita no me quiere mucho y no tenemos ninguna comunicación, pero no soy tan descorazonado, y me apena un poco verla derrumbada y la vida que lleva, de modo que aquella vez se me ocurrió imitar a los cocineros parlanchines y vivaces de la televisión, muy ocurrentes, algo locos, siempre simpáticos, y empecé a relatarle todo lo que estaba haciendo e hilar pavadas en un discurso sin fin. “Ahora vamos a rehogar la carne junto con el pimiento en aceite de oliva, porque se ha puesto de moda el aceite de oliva, ¡carajo!, ahora el aceite de oliva es el jugo de los dioses, cura todo, es lo más rico que sale de la naturaleza, cuesta una fortuna y con sólo mencionarlo ya sos una persona distinguida. Hay que ver lo que puede el aceite de oliva; será porque lo sacan de unas cositas tan chiquitas como las aceitunas”… O: “¡Pero qué pollo tan extraño me han traído! No es un pollo cualquiera este, fíjensé que es un bailarín (hago bailar el can can al pollo). ¡Ay, Dios mío! ¿De qué ballet lo habrán sacado? Es muy preocupante, porque una compañía de ballet no es lo mismo si le falta el primer bailarín pollo. Ahora tengo que untarlo de mostaza, miren como queda. Pero él debe estar acostumbrado al maquillaje. Y si al salir del horno volviera con los otros pollos bailarines, ¿qué le dirían? «¡Primer bailarín, dónde has estado! Seguro que en el Caribe, con ese bronceado tan bonito que tienes». No, no vamos a dejar que se burlen de él, de modo que lo comeremos”. Y así. Vi que Tita estaba de lo más entretenida. Se reía de mi tono y de que me hiciera el loco. Me pregunto qué pensaría de la escena el gato viejo que siempre duerme por ahí, sobre la ropa recién planchada o en lo alto de una alacena. Cada tanto veo que nos mira y me ha parecido que de algún modo nos reprueba. Como sea, con Tita hemos persistido en nuestro encuentro. Cuando llego a la casa, ya mi madre me tiene preparados los utensilios de cocina y en cuanto elijo qué comeremos, aunque refunfuñando, dispone los ingredientes y ubica a Tita para que pueda verme en primera fila.

La Tía Tita y su sobrina nieta Paulina. Muchas veces Paulina ha oficiado de ayudante de cocina, pero debo echarla porque se pone muy disparatada.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Sobredosis de Chabela Vargas

No me he querido ir 
para ver si algún día
que tú quieras volver
me encuentres
todavía.

*    *    *

Llegaré hasta donde estés
yo sé perder, yo sé perder
quiero volver, volver, volver.

*    *    *

Pero nadie me llame cobarde
sin saber hasta donde la quiero.

Por favor, ayúdenme a quitarme este machete que me metí por una oreja y me saqué por el pecho.

Aquel dáimón de los Unger

En el momento en que iba a salir del monasterio se soltó el diluvio. Me recosté contra una pared, a la espera de que amainara. Al rato, mirando el agua que corría por el piso, recordé esta historia.

No es una cosa de otro mundo, sino algo absolutamente familiar. De hecho, es literalmente un asunto de nuestra familia. Por alguna razón desconocida u oculta, los Unger reciben cuando niños un dáimón que tiene dos características. La primera, que cumple deseos —si estos son impecables y el Unger logra concentrarlos como la luz se condensa en un rayo láser. La segunda, que cada Unger debe aprender por sí mismo la existencia del dáimón y su poder formidable. Hay algunos Unger que han muerto sin siquiera probarlo.
En la antigüedad todo era diferente. El dáimón era objeto de culto familiar y había ritos para celebrar el ingreso del dáimón en un niño o una niña, en las ocasiones de los deseos colectivos en que estaba en juego el destino de la familia, en agradecimiento por los deseos cumplidos, etc. El dáimón de cada Unger recibía un nombre particular y al morir el Unger, una ceremonia libraba al dáimón y le propiciaba un feliz regreso al mundo de los espíritus.
Pero con el advenimiento del realismo científico todo aquello fue despreciado como superstición y al fin se desvaneció. O mejor, se hizo subterráneo. Los dáimón siguen entrando en los Unger y están ansiosos porque su Unger desee algo con fervor y sin contradicciones.


lunes, 1 de noviembre de 2010

Carlitos y Rodolfo


Carlitos lo primero que mira de una chica son sus ojos. El alma está toda en los ojos. En los ojos se sabe que los humanos son ángeles. Mira los ojos y la carita. Carlitos se enamora entregadamente, y entonces sufre y es feliz, y vive en un estado de irrealidad.

“Su mambo”, dice de él Rodolfo, su hermano. Rodolfo no presta atención a los ojos, mira directamente las voluptuosidades. En movimiento. De la cara, mira fija y tranquilamente, acaso con cierta perversión, los labios. Si Rodolfo fuera ético o piadoso le propondría a la mujer que le gusta, no más que unos revolcones sin hablar, ni siquiera un affaire. Pero porque ellas lo rechazarían, les dice lo que quieren oír: que está enamorado como un bobo, que las va a querer siempre, que nunca más estarán solas, que quiere que se duerman mientras él las abraza, que quiero que tengamos un hijo. Entonces, unos revolcones sin hablar, ni siquiera un affaire, y a otra cosa. Ellas lo aborrecen, confirman que todos los hombres son una mierda y él, sin hablar: no te hagás la inocente, me rogabas que te engañara.

Muchas, con ojos de ángel desconsolado, lloran en el hombro de Carlitos.