Un periodista de un país periférico de Occidente, económicamente una colonia, muy fan de los Estados Unidos, critica a China por la falta de libertad informativa.
China podría argumentar que la noción de libertad
informativa que agita, declama y con que se enarbola Occidente, no forma parte
de la vida social china.
Pero China no argumenta, porque no se defiende de estos
ataques persistentes.
Si lo hiciera, también podría demostrar que nuestro
periodista se traga el cuento de que el árbol que da bananas es el mejor
posible, y luego se traga el cuento de que ese árbol crece en Occidente.
Montado en ese entusiasmo, el periodista va como
corresponsal a China, observa las pitayas que da su árbol, las compara con las
bananas y las denuncia por todo lo que les falta y tienen de diferente.
Esa es su contribución a que los norteamericanos, en bien de
la Humanidad, talen el resto de los árboles que crecen aquí y allá en el
planeta y los suplanten por su dichoso árbol que da bananas.
Esto no significa que las pitayas sean mejores que las
bananas, ni siquiera que sean buenas.
Lo que significa es que el periodista es tragón.
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