sábado, 14 de septiembre de 2024

Una maldición

Vivo, soy yo, me realizo, existo, cuando me sumerjo profunda, totalmente en algo, tanto que no queda nada de mí afuera, y luego cuento qué fue lo que viví, escribiéndolo o enseñándolo —también con fotos, videos o dibujos.

El asunto está muy bien si uno se figura que me metí en una cueva submarina, un bosque a la noche, el modo en que los habitantes de la Polinesia conocían las corrientes marinas, la vida de una araña, los movimientos milenaristas entre los guaraníes o la anatomía de una hiena.

Pero no sé si resulta tan simpático para alguien con quien vivimos la aventura de meternos en una casa ajena, al enterarse de que conté todo lo que hicimos.

O no sé si le resulta entretenido a alguien darse cuenta de que lo que tiene conmigo, para mí es algo en lo que yo estoy sumergido para contarlo.

Bueno, nadie no; pero casi todas las personas que se enteran de esta maldición mía guardan una prudente distancia.


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