Una vez vi dos chicas muy coquetas con altos tacos finos, las
dos de cabellos superrubios, una con mini de cuero, la otra con cartera de
cebra, remeritas de New York, y cada una llevaba un perrazo, hermosos los
perrazos también, bien peluqueados, y una le dijo a su perro "¡mirá qué
lindo! ¡un perrito como vos!" y la otra también, "hacete amigo del
perrito, mirá qué carita tiene", y antes de que ellas los aproximaron los
perrazos se tiraron uno arriba del otro, se prendieron de los cuellos con los
dientes blancos al aire, enormes, y se empezaron a zamarrear. Estaban del todo
decididos a matar al otro. Las chicas tiraban un poco de las correas, pero no
podían tirar muy fuerte porque tenían las uñas muy largas —y muy rojas.
Gritaban, pero los perros no les hacían nada de caso. Pobrecitas.