domingo, 10 de marzo de 2019

Alma gemela


Escena 1
Converso con una chica en un cumpleaños. Sólo la he visto un par de veces. Llega una amiga en común y exclama: “¡¡ustedes!! Amo, pero ¡amo, verlos juntos! ¡No conozco otras dos personas más dinamita que ustedes! ¿Cómo se juntaron? ¿Quién los juntó?”
Con la chica nos miramos y nos reímos. Los tres sabemos que es verdad. Sin embargo, ni ella ni yo sentimos el mínimo atractivo sexual.

Escena 2
Otro cumpleaños. Ocho personas en un ambiente, dentro de un departamento. Alguien cuenta un chiste, todos lo escuchan. Cuando termina, seis de las siete personas restantes se quedan impávidas, algunos piensan “¿este tipo es idiota?”
La octava persona larga una carcajada que asusta a todos.

No es fácil definir alma gemela —sobre todo sin caer en el romanticismo—, y sin embargo, no tenés dudas cuando aparece y estás a su lado.
De repente encontrás alguien a quien no conocías pero ve las cosas demasiado exactamente como vos, vive todo igual que vos, tiene las mismas manías que vos, las mismas habilidades, las mismas preferencias, las mismas neurosis, ha tomado las mismas decisiones, se ha puesto del lado de que te pusiste vos.
Tiene la misma energía que vos. Hay algo en su cuerpo que te resulta imposiblemente familiar y extremadamente vivificante, como si estuvieras ante tu gemelo perdido.
Es alguien a quien no conocés pero llegó a los mismos lugares que vos en el recorrido de su vida.
Es algo un poco siniestro. Sos vos en otra persona.



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