Escena 1
Converso con una chica en un cumpleaños. Sólo la he visto un
par de veces. Llega una amiga en común y exclama: “¡¡ustedes!! Amo, pero ¡amo, verlos
juntos! ¡No conozco otras dos personas más dinamita que ustedes! ¿Cómo se
juntaron? ¿Quién los juntó?”
Con la chica nos miramos y nos reímos. Los tres sabemos que
es verdad. Sin embargo, ni ella ni yo sentimos el mínimo atractivo sexual.
Escena 2
Otro cumpleaños. Ocho personas en un ambiente, dentro de un
departamento. Alguien cuenta un chiste, todos lo escuchan. Cuando termina, seis
de las siete personas restantes se quedan impávidas, algunos piensan “¿este tipo
es idiota?”
La octava persona larga una carcajada que asusta a todos.
No es fácil definir alma
gemela —sobre todo sin caer
en el romanticismo—, y sin embargo, no tenés dudas cuando aparece y estás a su lado.
De repente encontrás alguien a quien no conocías pero ve las
cosas demasiado exactamente como vos, vive todo igual que vos, tiene las mismas
manías que vos, las mismas habilidades, las mismas preferencias, las mismas
neurosis, ha tomado las mismas decisiones, se ha puesto del lado de que te
pusiste vos.
Tiene la misma energía que vos. Hay algo en su cuerpo que te
resulta imposiblemente familiar y extremadamente vivificante, como si
estuvieras ante tu gemelo perdido.
Es alguien a quien no conocés pero llegó a los mismos
lugares que vos en el recorrido de su vida.
Es algo un poco siniestro. Sos vos en otra persona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario