martes, 17 de enero de 2023

En la plaza

Admiro de los perros cuánto les gusta jugar.

En la plaza, cuando veo que un perro va e invita a otro a jugar, me parece el principio del mundo.


A veces los juegos se caen hacia el aburrimiento.

O jugando a pelear uno se calienta de verdad.

O pasa algo exterior que interrumpe el juego.


No buscar el juego con otros me parece lo más triste que le puede pasar a una persona.

Casi tan triste como no aceptar el juego que otro propone.


Veo a la gente sola, o sentadita una al lado de la otra, juiciosamente, sin tocar a otra porque está prohibido, sin mirar a otra, y siento que son vidas perdidas.


En un cumpleaños de 15 una amiga me hizo ver cómo la banda de los chicos en un momento fueron dejando de bailar y empezaron a divertirse, jugaban, se perseguían, se empujaban, se seducían, y en otra parte del salón, donde estaban las mesas en lo oscuro, donde estábamos los grandes, también estaban las parejitas de novios. Estaban mortalmente aburridos, mustios y un poco rencorosos con los otros.




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