jueves, 18 de agosto de 2011

De qué está hecho el mármol de Aira


Notable el cuento largo El mármol, de César Aira, especialmente por dos habilidades. Primero, la manera en que resuelve cómo escribir un sueño. En la historia suceden cosas inesperadas, absurdas, incongruentes, de las que asumimos porque el devenir de la realidad es incesante, pero no podemos simplemente olvidar, y entonces mientras gran parte de nuestro cerebro se ocupa de la acción, una porción ha quedado reservada a la tarea de entender aquellos sucesos, y lo que hace es inventarles una explicación —cuyo grado de disparate es proporcional a lo disparatado de lo que pasó. Sin embargo, por muy extravagante que parezca la explicación, siempre nos resulta lógica. Tiene la carga de lógica necesaria para que terminemos de resignarnos a que el suceso realmente sucedió.
El segundo acierto de El mármol es su esfuerzo por ponerle nombre a la relación que se arma entre un argentino y un chino o los chinos.
La obra demuestra, además, que no son ajenos entre sí el primer y el segundo asunto mencionados.
Mi lectura personal es que nunca se sabe de los chinos. No hay modo. Uno tiene la sensación fundamentada gnoseológicamente en miles de años y declamada en la Ilustración, de que la información otorga el saber —y el saber, el dominio del objeto de conocimiento, la consecuente libertad, soberanía, etc. Con los chinos la fórmula no funciona, porque uno puede enterarse de datos y más datos y más datos, tsunamis de datos, y eso no contribuye a que se avance un milímetro en el entendimiento de ellos, de sus motivaciones, sus giros, sus pensamientos, sus sentimientos.
No creo que Aira se haya aventurado en la traducción del español al chino o viceversa, pero seguramente estas reflexiones no le serán ajenas a algún traductor literario. Traducir es proyectar una cosmovisión viva sobre otra. La traición es lo más inocente de lo que pasa en la monstruosa, criminal tarea de hacer creer que se dice algo de otra manera. Las cosas sólo se dicen de una sola manera y los intentos de hacer coincidir significantes sólo pueden dar con desvaríos como el de El mármol, o el experimento que nombra el notable profesor Ricardo Piglia en su diario: “La primera traducción al chino de Don Quijote fue obra del escritor Lin Shu y de su ayudante Chen Jialin. Como Lin Shu no conocía ninguna lengua extranjera, su ayudante lo visitaba todas las tardes y le contaba episodios de la novela de Cervantes. Lin Shu la traducía a partir de ese relato. Publicada en 1922, con el título de La historia de un caballero loco, la obra fue recibida como un gran acontecimiento en la historia de la traducción literaria en China. Sería interesante traducir al castellano esa versión china del Quijote. Por mi parte, me gustaría escribir un relato acerca de las conversaciones entre Lin Shu y su ayudante Chen Jialin mientras trabajan en su transcripción imaginaria del Quijote.”




PS. Me hacen ver que Juan Terranova ya había escrito algo muy parecido a esto. Ver: http://elconejodelasuerte.blogspot.com/2011/03/ricardo-piglia-cesar-aira-lo-pequeno-y.html Menos mal que no digo tan lo mismo.



1 comentario:

  1. ¡epa, y anduvimos leyendo lo mismo: http://pifiada.blogspot.com/2011/09/marmoreo-periplo.html!

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