“Esta me va a decir que tengo razón cuando digo que estoy hecha para vivir sola, pero entonces de qué me quejo, me va a decir, de qué me quejo de mi soledad. No entiende mucho, no entiende que no aguantar a nadie no tiene nada que ver con la amargura de la soledad. ¿O tengo que estar con cualquiera, para no estar sola?”
Esto piensa Mabel, luego de darse cuenta de cuánto le hubiera gustado despertarse con el barullo de los cubiertos en el cajón que hace alguien revolviéndolos, buscando algo, porque está haciendo el desayuno.

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