lunes, 12 de marzo de 2012

Marzo

Nati Quinn era lo más en muchos sentidos, en todo sentido, de modo que cuando Pablo Makovsky me dijo que le gustaba Chico Buarque, mi amigo imaginario, me sentí alborozado. Yo no era digno de nada de Nati, y de repente estábamos unidos por alguien a quien yo admiraba y quería tanto, pero tanto.
Veinte años después canturreamos con Gisela unos temas de Chico, ella comparte una de las canciones en facebook y Nati Quinn relata que ella “escuchaba sus discos a los 9 años” y “me asombraba y me deslumbraba”. La canción es Bastidores, tremendo desgarro de amor, y Nati Quinn se pregunta si “será un mal escorpiano la melancolía”. Le contesto que “quizás los escorpianos nos regodeamos en la melancolía como si disfrutáramos su carga de muerte (lo que ya no volverá)”. Verónica Pogliano, aunque escorpiana también, suele enfurecerse cuando me ve disfrutar del costado oscuro de la realidad. Disfrutar de la muerte es algo que nos viene de los gallegos y en el caso de algunos es una canchereada. Una petulancia que se puede convertir en arte. Creo que algunas personas como E. Hemingway le sacaron el jugo a lo sombrío, lo irreparable, lo melancólico, lo penoso, lo desgarrador, haciendo vivir lo mórbido, en lugar de plantar la muerte en medio de la vida (en todo caso la vivificación artificial de todo me parece alienada y mucho más perniciosa).
Digo simplemente que sufrir también es vivir, si el sufrimiento es inevitable y se aprende a sufrir bien.
Un error en el intento de sufrir lo cometen una y otra vez los brasileños, acaso presionados por la obligación de la alegría. Tienen el concepto sentimental arraigado de la saudade pero no pueden cargarlo de tragedia. Ahí está Aguas de março, soberbia canción, perfecta, que sabe detenerse sin edulcoraciones ante la fatalidad, el dolor que causa el fin de una época. La familia ha pasado un verano en las sierras cubiertas de un bosque fresco, en la misma casa donde han pasado todas las vacaciones, desde que el hijo mayor era un bebé. Luego han llegado los otros, y siempre han ido allí, y han crecido conociendo la intimidad de aquel lugar en que han sido felices. Con valentía Jobim construye la canción bajo la forma de la enumeración de detalles que urden la intimidad de la familia, el tiempo perfecto de la familia, cuando ya están los chicos y aún no se empiezan a ir. Nombra una plantita que crece en la piedra, el final de un camino, un pajarito en la mano, una conversación a la orilla de un arroyo, la luz de la mañana, el auto que se encajó. Ha mirado a su hijo y ha observado que las aguas de marzo son “estar un poco solo”. Ha mirado para atrás y ha dicho “es el proyecto de la casa, es el cuerpo en la cama”.
Es una canción formidable para que uno pueda armarse con todo lo que necesita para decir adiós a algo. Bien habría hecho Tom Jobim y todos los brasileños que la cantaron en no dispersarle la tristeza sin vuelta que tiene. En cambio, la cantan agradablemente, sonriendo. Incluso Jobim. ¿Cómo puede no entender la canción, si él la creó? Yo lo contradigo, aunque no sea nadie, y cada vez que llega marzo necesito escucharla para tener la punzante sensación de que el verano que se termina no se repetirá jamás, para pulverizar toda ilusión imbécil y necia de que podemos quedarnos en el tiempo.

3 comentarios:

  1. Oh! gus y gisela y verónica, increible, nos separan años luz de distancias y ¿vos sabés que cada vez que no doy más me acurruco en youtube y veo por millonesíma vez aguas de marzo. La poesía del fin del verano, la piel y la sonrisa de Elis. No conocía el contexto pero es perfecto esa extraña tristeza que se detiene antes del desgarro.Es como algo de la infancia, de la juventud. como si uno pudiera detener el paso del tiempo un segundito

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  2. es un imposible pero el arte es magia

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  3. Nati, más apacible, amable, menos incendiaria e igual de poderosa. Me gustó mucho Kassin+2, gracias por compartirlo, no lo conocía.

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