jueves, 7 de abril de 2016

Mi hija y los gatos


Desde que mi hija era bebé, cada vez que me asomé a su interior vi una ramificación infinita de cavernas, que me maravilló.
También me asustó, porque si algo malo se metía en el fondo de cualquiera de ellas, yo no podría ayudarla.
Pero por otro lado, a veces veo resplandores en el interior de ese laberinto, y cuando consigo que me cuente qué brilla, me muestra piedras preciosas de otro mundo.
Todas están hechas de palabras. Son todas piedras preciosas literarias, a las que ella les resta importancia porque le resultan cosas sencillas, de las que están ahí naturalmente, como las hormigas en un jardín.
Nunca ha estado muy interesada en los humanos. Con las criaturas con quienes ha interactuado realmente, con quienes se ha criado, son los gatos.
Los gatos son sus hermanos, su sociedad.
Hace un rato me escribió: “A pesar que desde que tengo memoria vivo con gatos, siempre me sorprenden.”




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