Estoy de duelo porque se me terminó una serie.
Larguísima, de 72 capítulos.
Debería haber una palabra para esta sensación de vacío,
orfandad, nostalgia adelantada, tristeza, soledad.
Todo este tiempo, cuando me preguntaban cómo estaba, yo respondí:
1. Refiriendo actividades
2. Si la persona era más cercana, exponiéndole
pensamientos
3. Si era más cercana aún, le contaba pensamientos y
sentimientos respecto de las cosas y personas de mi vida
4. Si era una persona íntima, le confesaba temas de fondo
Son 4 cauces naturales, ordenados, para responder a
"cómo andás", si avanzás de “bien, bien”.
Mis confesiones no tienen problema en revolver el
cuchillo en la herida. Aún así, si hubiera sido honesto en el sentido de hacer
lo que sentía en lugar de hacer lo que se supone que hay que hacer, todo este
tiempo hubiera contado lo que pasaba en esa serie.
Que tal actor me parecía limitado.
Que veo las discusiones de los guionistas.
Que no soporto que Brenda le meta los cuernos a Nate.
Que si Claire fuera un toquecito más madura hubiera
aprovechado la riqueza que había en su novio porque por esa riqueza se permitió
ser puto un rato.
Que las personas no se vuelven locas como George.
Que Maggie era un ángel.
Que esa rabina fue la mujer más hermosa de todos los 72
capítulos.
Que el portorriqueño habla español como el orto.
Todo este tiempo de mirar la serie mi vida fue mucho
vivir la serie
El resto de mi vida no era tan interesante
Así era una vecina que tuvimos, que se llamaba Esther.
Cuando le preguntabas cómo estaba, decía que más o menos,
porque Rolando iba a dejar a Teresa, el muy idiota, sin pensar que a Teresa la
conoce desde que eran chicos, que están hechos uno para el otro, y es buena y
lo va a querer toda la vida, y la va a dejar, el muy guampudo, por esa chiruza
que a la primera de cambio le va a poner los cuernos...
Y seguía un rato, Esther.
No tenía vida, con el marido enfermo todo el día sentado
en una silla en la vereda, y ella fregando y cocinando.
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