El deep fake se expande como reguero de pólvora.
Podemos desesperarnos, como cuando avanza un incendio. En unos minutos se hace incontrolable.
En un mundo en el que el 80% de lo que miramos está en una pantalla, antes de que termine el 2025 no vamos a poder distinguir si las imágenes y sonidos que vemos son verdad o falsos.
Milei diciendo que le va a declarar la guerra a Chile, represión a jubilados, nuestros compañeros de trabajo en un zoom, un video que nos manda nuestro hijo en el que se ve a un perro atacando a su esposa, Charly García muy recuperado cantando un tema nuevo, Xi Jinping anunciando que China se prepara para invadir Taiwan (obviamente con imágenes de tropas, armamento, barcos, aviones) Grabois manoseando un chico, yo poniéndome un balazo en la cabeza.
Es cierto que esta expansión es limitada. Es cara. Pero el poder la usará.
No me verán suicidándome, pero sí podremos ver a Messi
dándole una paliza despiadada a su hijito.
Y aún si se pudiera generar mi imagen, alcanzaría a muy poca gente, pero la de Messi tendría miles de millones de reproducciones.
Además de que ustedes saben que no estoy especulando ciencia ficción, creo que lo más fuerte de esto no es que ya no sabemos qué es verdad y qué es falso, sino que no teniendo otra solución, somos nosotros quiénes elegimos qué creer. Y así vamos eligiendo una determinada realidad. Al fin, una persona tendrá ante sí una realidad y otra, otra.
Eso es lo que está pasando.
No es que estamos ante la misma rana gigante y a alguien le
parece asquerosa y a otro tierna. Es diferente. Uno tiene ante sí una rana y
otro, una chinchilla.
Eso ya está pasando. Se están manipulando realidades para diferentes sectores.
Así es como ante un aumento brutal del boleto de colectivo, una persona ve un saqueo a los ahorros de la gente y otra persona ve una corrección a una distorsión histórica (“estuvimos pagando precios regalados durante años”).
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