lunes, 28 de febrero de 2011

El Cielo de las Mujeres


Este es el diálogo que habré de mantener cuando muera y me encuentre con Dios, San Pedro o el que sea que me lleve de paseo por un piso de nubes, haciéndome la dichosa recapitulación de mi vida.

— Hablemos de las mujeres que elegiste.

— ¡Elegí! ¿Qué has visto de mi vida para decir que estuve con las mujeres que elegí?

— Desde que rechazaste a varias, puedo inferir que elegiste al menos no rechazar a aquellas con quienes estuviste.

— Es cierto. Pero las muchas maneras que tuve de enfrentarme a una mujer se me agrupan en dos. La primera fue aceptar. No era la mujer que yo hubiera buscado, no me cerraba, por ningún lado o por algún lado, sin embargo bien porque estaba solo, porque se me presentaba la oportunidad, o bien porque los amigos me empujaron, acepté estar con ella. Esto siempre dio mal. Lo que en cada una de esas mujeres me prevenía de elegirlas, acabó ocupando todo el espacio y entonces me harté, me aburrí, me enojé y ya no pude seguir.

— ¿Y la segunda manera?

— La segunda fue ir por la mujer que me fascinó. Pudo ser cualquier mujer. Cuando la encontraba pensaba “esta tiene eso que me gusta”, aunque no sabía decir qué era. No es que no tuviera problemas, ¡estaba llena de cosas que me harían imposible la vida! Pero tenían algo que me subsumía, me absorbía, me encandilaba, hacía que nada más importara.

— ¿Con esas cómo te fue?

— No, no. Nunca conquisté una de esas mujeres.

— Pero qué infeliz.

— Sí. Pero, ¿no le pasa a todos lo que a mí?

— De ningún modo. Sólo a un puñado de idiotas sin remedio. No te merecés el Cielo de las Mujeres. Vas a andar solo, condenado a reencarnar en hombres que se casarán con las mujeres con quienes no supiste vivir.



No hay comentarios:

Publicar un comentario