Artista de marketing mugriento, sin que la mugre sea posada, Carlos Regazzoni (padre).
Artista porque instala en la realidad cosas que antes no existían. No necesariamente lindas. Sí mugrientas.
Las esculturas quedan bien entre los galpones abandonados, medio destartalados, que se mantienen en pie para mostrar la derrota del ferrocarril, los yuyos que crecen silvestres en cualquier lugar y las bolsitas de nylon, los pañuelos descartables, los papeles que envolvieron helados y caramelos y otras basuras que arrastra el viento.
Se ha encontrado Regazzoni un burro y un pony. Los dos tienen defectos fieros -el burro en la boca, el pony unas cicatrices espantosas-, que los hacen muy parecidos a los horrendos seres esculpidos con chatarras.
Quizá la mejor de sus obras es el gato que dibujó.
Como sucede con alguien que pone algo de corazón en lo que hace, uno queda un poco influido por su obra, y entonces ve una cara en cualquier lugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario