martes, 19 de junio de 2012

Primos


  
Durante millones de años los ancestros de los humanos y los de los chimpancés se anduvieron cruzando sin problemas.

Más de uno daría lo que fuera por ver uno de esos híbridos hoy.

Se dice que es posible, se dice que no. Yo creo que sí. La repite esta esta explicación: “Suele citarse el hecho de que existe una diferencia en el número de cromosomas entre el hombre (46) y en el chimpancé (48), por lo que probablemente el híbrido no sería fértil. No obstante, esto no representa una barrera absoluta. Además, el cromosoma 2 humano deriva de una fusión de dos cromosomas que no se produjo en el linaje del chimpancé. Por ello, es posible que los dos cromosomas correspondientes del chimpancé (2a y 2b) pudieran aparearse durante la meiosis con el cromosoma 2 humano, lo que resolvería el problema (o al menos lo paliaría)”.

San Pedro Damián fue uno de los ordenadores de la vida monástica de la Edad Media. Algo así como un Prócer Administrador de Asuntos Interiores. En uno de sus libros recargados de protocolos para todo cuenta algo que nos llega como extraño, pero que quizás no le fuera raro a él y su época. En una de sus visitas al Papa Alejandro II, el pontífice lo invitó a un extremo de un ala alejada del Palacio. Entraron a una recámara fría, con el interior devorado por la penumbra. El Papa dijo algo y poco después se abrió una puerta y de la oscuridad se materializó un hermano empujando a un niño inquieto. El corazón de Pedro Damián dio un salto; él no sabía por qué. “Este es Maimo”, dijo el Papa, y Pedro Damián sintió que el nombre le quitaba el velo a lo que estaba viendo. El horror impedía a sus ojos apartarse de aquel ser. Recobrada la razón, supo que era un mono. Luego entendió más: era mono y niño humano. El Papa con suavidad le preguntó en secreto, casi al oído si recordaba al Conde Gulielmus. Pedro Damián lo recordaba. Un comerciante le había llevado un mono de la Abisinia. El conde amaba a la bestia, pero más la amó la condesa. El animal andaba suelto por el castillo, como si fuera su dueño, y entró a los aposentos del sagrado matrimonio. Al verlos a ellos mismos emular la incontinencia de la infernal lujuria, el mono montó en cólera y golpeó al conde hasta matarlo. “Se abalanzó entonces sobre la vil pecadora, que lo recibió iluminado su vientre por Satán, y concibió a esta criatura de las tinieblas. Escríbelo, Pedro Damián”, dijo el Papa, y así lo hizo Pedro Damián, en la obra De bono religiosi status et variorum animatium tropologia. Se especula que el caso sirvió a Pedro Damián como argumento a la hora de ordenar la práctica del celibato eclesial.

Se dice, era previsible, que el intento de cruzar a un humano con un chimpancé se hace continuamente en China. Trascendió, sin prueba alguna, que una mujer a la que los científicos embarazaron con semen de chimpancé, murió en una protesta.

Ya que los comunistas hacen atrocidades científicas, en los años 1920, el biólogo soviético Ilya Ivanovich Ivanov llevó a cabo una serie de experimentos para crear un híbrido humano chimpancé. Fracasó trabajando con esperma humano y hembras de chimpancé y luego organizó un conjunto de experimentos que involucraban esperma del mono y voluntarias humanas. Debió retardar el proyecto a la muerte de su último orangután y poco después el gobierno lo sentenció al exilio.

Pero el capitalismo ganó con el espectáculo de Oliver —documental de Discovery Channel hace pocos años. Fue comprado como simio por los entrenadores Frank y Janet Berger, quienes comentaron que podría ser un híbrido: su rostro era más plano, caminaba habitualmente en dos patas, nunca sobre sus nudillos y, especialmente, prefería las mujeres a las hembras de su especie. La propia Janet Berger aseguró que Oliver comenzó a sentirse atraído por ella cuando cumplió dieciséis años. El enamoramiento de Oliver se convirtió en una amenaza para su dueña y fue vendido. Lo compró Ralph Helfer, el socio de los Berger en el pequeño parque temático Enchanted Village, construido en Buena Park, California.
Cuando Enchanted Village cerró sus puertas a fines de ese año, Helfer continuó exhibiendo a Oliver en su nueva empresa, Gentle Jungle, la cual cambió de ubicación varias veces hasta que finalmente cerró en 1982.
Oliver fue transferido al centro de entrenamiento Wild Animal Training Center de Riverside, California, y luego vendido a Bill Rivers, quien dijo tener problemas con él porque no quería compartir con otros de su especie.
La Buckshire Corporation, un laboratorio de Pensilvania que arrienda animales para pruebas científicas y cosméticas, compró a Oliver en 1989 y luego declaró que había sufrido maltratos previos, pero que ella nunca lo usó en experimentos. Sin embargo, los siguientes nueve años estuvo preso en una pequeña jaula, cuyo reducido tamaño le generó atrofia muscular. En 1996, la presidenta de la Buckshire Corporation, Sharon Hursh, recibió una petición de la organización Primarily Primates, tras la cual autorizó el retiro de Oliver a una colonia de su corporación donde residían trece chimpancés.
En 1998, anciano, parcialmente ciego y con artritis, Oliver fue trasladado a una espaciosa jaula al aire libre en las instalaciones de Primarily Primates en Texas, donde fue encontrado sin vida en su hamaca.





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