miércoles, 20 de diciembre de 2017

Desastre de música


Mis amigos a quienes Bowie les afila la punta de los átomos y los deja en estado de sutileza infinita son a quienes más respeto cuando se habla de rock.
Ellos no aceptan jamás el rock mal tocado, mal cantado. El Pity Álvarez en general. Los alaridos de Janis Joplin. El bajo de Sid Vicius. La desafinación de Santi de Él mató a un policía motorizado.
Por otro lado, el viejo medio drogado de la línea de tren Retiro-Tigre, medio drogado o medio borracho, o mucho peor, que se hace el medio drogado o medio borracho, que está verano o invierno medio desnudo tocando una guitarra con dos cuerdas, sin saber jamás la letra, cayéndose, dándose contra los caños, las puertas del tren, los respaldos de los asientos y ya no pidiendo porque sabe que es tan desastroso que la gente quiere sólo que se vaya, ese semihumano me convence totalmente cuando toca rock and roll.
Obvio que no pega una nota, que escucharlo es doloroso, irritante, hartante. Pero es justamente ese desastre lo que mantiene al rock vivo, el haber reventado, el haber nacido afuera y volver afuera. Bowie es sublime, y llevó a la música donde nunca había estado, pero sin esta sangre escupida no habría habido Bowie.





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