domingo, 25 de febrero de 2018

Una Obra de la Misericordia



En su informe, el discípulo Mateo contó (Mt 25,34-36) que Jesucristo anunció que en el Juicio Final Dios les dirá a algunos muertos: "Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo".
Acto seguido fundamentará ese benévolo dictamen de esta manera: "Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme."

La perversidad, el desamor, la hipocresía, la soberbia de la Iglesia me expulsaron de ella. No quise pertenecer al mismo cuerpo que no rechazaba pedófilos, y pedófilas, que afirmaba y protagonizaba la explotación humana, que defendía a monstruos que torturaban y asesinaban.

Hasta que me fui, participé. Durante el tiempo que hice el servicio militar, mi actividad más significativa fue evangelizar. Le hablaba día tras día a grupos enormes de chicos que aceptaban ser bautizados (tengo decenas de ahijados de esa época) o tomar la comunión.
Sin embargo, en toda mi formación católica, que incluyó cursar parte de la primaria en una escuela de una misión de monjas irlandesas y sobre todo una familia que jugaba su identidad a la pertenencia a la Iglesia Católica, en toda esa trayectoria no aprendí las Obras de la Misericordia Corporales, que se derivan de aquel anuncio de Jesucristo.
Creo que si la Iglesia sólo enseñara aquello y fuera coherente, muchos de los que la abandonamos, nos quedaríamos.

Si me hubiera quedado y practicara la Confesión, admitiría que no he visitado a los enfermos en la medida que a ellos les hubiera hecho bien que los visitara.
No pienso en "enfermos" como un colectivo abstracto, sino en personas queridas. Mi madre, sin ir más lejos.
No es que no sintiera remordimientos, pero me parecía que, justamente, hacer algo para alguien movido por un sentimiento de culpa es humillarlo, y además sentía que lo mejor que podía dar de mí era vivir intensamente mi vida, lo que va en dirección contraria a pagarle a los padres deudas que uno no adquirió, o sea, gastar la vida enterrando muertos.
Incluso hoy, que estoy enfermo, por esas razones es que me alivia que mis hijos me ignoren.
Sin embargo, quizás hubiera sido mejor para mis enfermos, para mis hijos y para mí, ejercer la misericordia en la forma de visitar a los enfermos.

Claro que, para ello, necesitaría limpiar la misericordia de la mierda en que la ha enfundado la Iglesia, que es la de la caridad entendida como un modo de establecer que unos tenemos y otros (ustedes, la negrada), no, y siempre será así, porque es la naturaleza humana consagrada por Dios.
Debería cambiar al modo que algunos rebeldes dentro de la Iglesia han llamado "misericordia fraterna", o sea entre iguales. Misericordia como un acto católico de la solidaridad.




¿Para qué le sirve a un enfermo que lo visiten?
Para que pueda comer.
Para tener el piso de su casa.
Para poder ponerse medias limpias.
Para estar peinado.
Para que lo inspire la vitalidad de otras personas.
Para que lo ayuden a no estar todo el día en la cama.
Para que le hagan la cama con las sábanas tirantes, y así podrá acostarse sin que las arrugas de las sábanas se le claven en la piel.
Para que escuche otras voces.
Para que le lleven flores, o sahumerios, o el perfume a limpio que una mujer mete en una casa cuando entra con un vestido que le gusta.
Para que pueda entusiasmarse, meterse en otros temas, mezclarse en la vida y las aventuras de otros.
Para que le tapen el agujero por el que se escurre el decoro de quien está solo, sin espejo, porque por ese agujero se va la persona, y en su lugar queda, en el vacío, la locura.
Para que le dejen expulsar, charlando, los demonios que le crecen en la cabeza cuando está solo.
Para que pueda cerrar los ojos y al fin descansar. Cuando se queda solo nunca descansa, ni cuando duerme, porque lo que realmente le ha sucedido es que un animal se ha metido dentro de su casa.
Es un animal que habita la humedad en sombras, un animal caliente, que es él y a la vez es una criatura extraña, que ha entrado para comérselo poco a poco, tejido a tejido, donde él no puede ver.
Los médicos finalmente lo expulsarán y limpiarán con gasas y líquidos cada rincón, pero mientras, el animal está allí.
Cuando las personas visitan al enfermo, el enfermo está en el día, sostenido en la luz de la vida.
Cuando está solo, se desliza hacia el lugar de las sombras húmedas y calientes donde el animal, ciego e inhumano, tarde o temprano lo encuentra para comérselo.





 * * *

Mateo  25
31        «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria.
32        Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos.
33        Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.
34        Entonces dirá el Rey a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
35        Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis;
36        estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme."
37        Entonces los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber?
38        ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos?
39        ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?"
40        Y el Rey les dirá: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis."
41        Entonces dirá también a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles.
42        Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;
43        era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis."
44        Entonces dirán también éstos: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?"
45        Y él entonces les responderá: "En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo."
46        E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna.»

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