jueves, 3 de septiembre de 2020

Chino Cochino, el Chancho de Troya

¿Una manchita racista en el repudio a las granjas porcinas?

  


Quien escuchó hablar a Muhammad Ali del racismo contra los negros, no lo olvida. Es antológica la entrevista de la BBC en 1971 en que se refiere a lo blanco: “Siempre le pregunté a mi madre: mamá, ¿por qué todo es blanco? ¿Por qué Jesús es blanco y tiene ojos azules? ¿Por qué en la Última Cena son todos blancos? ¿Los ángeles son blancos? Incluso Tarzán el rey de la selva en África, ¡era blanco! Todos en ese continente son negros, pero el Rey es blanco, ¿cómo es posible?”

 Con menos vivacidad, otros han complementado el concepto denunciando cómo los europeos han machacado con que lo negro es malo: el infierno, las tinieblas, el diablo, lo oscuro, lo oculto.

 Claro que de lo blanco se pasa a los blancos y de lo negro a los negros.

 Bien, se acerca en Argentina la hora de lo chino y los chinos.

 Cada vez que he enunciado esto, alguien salta “bueno, chinito, ¿estás hipersensible?” Algunos me lo dicen, muchos más lo piensan.

Como si mi hipersensibilidad inventara el racismo contra los chinos.

A continuación viene el consejo “no les des pelota”.

Como si al negarlo lo borrara.

Y de todos modos, pifia la intención de consolarme, porque uno se siente peor si además de que existe algo que lo lastima, debe someterse a ello, disimular que no existe, e incluso tal vez disimular también al amigo que lo que quiere, en realidad, es que me calle y me deje de joder.

 

Disculpen los que les molesta que ponga algo feo en evidencia (¿por qué molestará tanto? ¿qué es lo que molesta, el racismo o que yo no lo disimule?), pero voy a hacerlo de nuevo.

Como símbolos, los chanchos parecieran tener dos caras. Por un lado, expresan lo sucio, lo asqueroso, lo indigno… A ver, voy na buscar los sinónimos que me ofrece Word: desastrado, jifero, sucio, desarreglado, astroso, desaliñado, desaseado, roñoso.

Ustedes pueden agregar sentidos.

Es una cualidad física y también moral. “Haciendo chanchadas”.

Luego, hay otra cara del chancho, que es extremadamente tierna. Siempre es un chanchito bebé, Babe.

Es el chancho mascota, en una ilusión mascotizadora de la Naturaleza. Todos los animalitos son buenos y de peluche.

 

Una y otra vez de chico me decían así: “¡CHINO COCHINO!” Si me enojaba, me decían que era un chiste. Me lo decían cariñosamente.

Ahora ha aparecido la posibilidad de que empresas chinas se asocien con argentinas para producir chanchos en Argentina y esto ha despertado una reacción parecida a un incendio.

Muchas de las razones contra la iniciativa son inapelables. No estoy discutiendo eso acá. Sólo quiero llamar la atención sobre la posibilidad de que en las mejores intenciones el diablo meta la cola. Es decir, no voy a dejar de ver que la protesta contra el modelo agroexportador que es expresión máxima de la concentración capitalista, es una excusa para rechazar a los chinos.

En gran parte por el deseo de pertenecer a lo blanco que la causó tanta pregunta al negro Ali.

 


En la campaña contra el proyecto ha habido muchas referencias a China. Muchísimas.

El documento base, “No queremos transformarnos en una factoría de cerdos para China, ni en una fábrica de nuevas pandemias” nombra a China una y otra vez, además de, como se ve, la acusa en el mismo título.

El hecho de que aparezca identificada, señalada, apuntada, acusada China cada vez que se menciona el tema, es revelador.

Si la idea involucrara empresas de Dinamarca, Nueva Zelanda o Alemania, ¿hubiera sido lo mismo?

Permítanme dudarlo.

 


Sería bastante diferente la campaña antiproducción de cerdos si no nombrara a China.

Qué sucedería si los carteles dijeran:

“No queremos transformarnos en una factoría de cerdos para China, ni en una fábrica de nuevas pandemias”.

“No a las fábricas de cerdos para China”.

“Argentina ¿próxima factoría de cerdos para China?”

Quitar “China”, ¿debilitaría los argumentos en contra de la hiperconcentración capitalista en la producción agrícola?

¿Acaso Alemania, Dinamarca, España, Estados Unidos, grandes productores de cerdos practican la cría orgánica o ecológica?

El hashtag que comenzó siendo #noalasgranjasporcinas, devino #noalasgranjaschinas y luego #noalacuerdoconchina

Algunos carteles se sinceraron:

“No al acuerdo binacional chino-argentino de producción de carne porcina”

“Abajo el acuerdo del gobierno con China”

Se sinceraron: el tema es con China.

 



Los opositores al proyecto de las granjas porcinas repiten este argumento contra China: de allí salió la pandemia.

 

Se burlaron de Trump por burro cuando largó eso, pero ahora nos hacemos eco. Encarnamos esa inmundicia moral del peor racismo y la enarbolamos en favor del ambiente, de los derechos de los animales y los pobres.

Después de un camino que el secretario de Estado Mike Pompeo sembró con pétalos del odio propio de la supermacía blanca, la misma de Tarzán, finalmente Trump empezó a hablar del “virus de China”.

Los medios coloniales —aquí hegemónicos— reprodujeron el mensaje en cadena hasta amasar el sentido común.

 

Posteos de una chica en Facebook:

“Alemania le hizo juicio a China por los daños ocasionados a raíz de la pandemia y nosotros vamos a firmar un contrato con los chinos para que nos traigan toda su maldita basura, (eso sin mencionar que le agradecimos por enviarnos barbijos después de que nos enviaron semejante virus) te das cuenta lo que somos y dónde está la diferencia.”

Le pregunto si es antichina y responde: “estás diciendo que somos antichinos a un país donde los chinos tienen piedra libre con su comercio y tienen el lujo de tener una cámara de supermercadistas, no te hagas el ofendido por que nosotros deberíamos ofenderlos el doble, nadie hablo de personas comunes ni se hizo degradación social, pero las cosas por su nombre, nosotros también nos hacemos cargo cuando nos dicen que nuestros gobiernos son una mierda.”

Agrega: “si soy un tanto brava con mi comentario bancate así como yo me tengo que bancar el encierro, el aislamiento, el haber perdido trabajos por una pandemia china”.

¿No lo ven a Trump sonriendo?


Igual que debe sonreír cuando las marchas anticuarentena tienen carteles asegurando el advenimiento del comunismo.

Si hay algo fácil y eficaz es ligar a los comunistas con los chanchos, a los chanchos con los chinos y a los chinos con los comunistas.

 

“La soja que producimos se va toda a alimentar a los cerdos chinos”, decía una militante ecologista en un programa de radio, y yo en mi suspicacia de hipersensible, me pregunto si ese cerdos era un sustantivo o un adjetivo.

Porque a los chinos nos identifican con la mugre. La mugre de la cocina del restaurante y la mugre de que “te venden herramientas que se rompen a los cinco minutos”.

El sentido común argentino identifica chinos y chanchos. Son parte de lo mismo, la mugre.

Y también son lo mismo en la bestialidad y, más finamente, en la bestialidad de devorar cualquier cosa. La pandemia de COVID19 quedará en la historia como causada por la incorregible voracidad china que los lleva a comerse murciélagos.

Pero además, se comen a los chanchitos bebés.

Así, el chancho completo, inmundo por un lado y angelical por otro, expresa lo negativo de lo chino.

¿Queremos ser eso?

¿Vamos a permitir que la negra porquería china se instale en la blancura de nuestro país, el país más occidental de Europa?

 

Esta bienintencionada campaña henchida de fundamentos indiscutibles dejará instalada, iluminada por la sonrisa de Donald Trump, la noción de que cualquier cosa que tenga un filamento de prochino sea porcino.

Y por ser porcino, chancho, asqueroso, bestial, cualquier posición a favor de China será sospechosa.

Yo, que soy mitad chino, que honro a mi padre y a mis ancestros chinos, que me dedico a las relaciones con China y que estoy rotundamente a favor del modo equitativo en que China distribuye su riqueza, de modo que están acabando con la pobreza —en contraste con un mundo blanco que cada vez crea más masas de pobres—, yo soy sospechado.

 

Nada me sorprendería aparecer con mis amigos prochinos, escrachado por algún medio u organización antichina, como promotor de una estrategia de los comunistas chinos para convertir a Argentina en una suerte de África dentro de América, una avanzada del imperialismo chino.

 

 

3 comentarios:

  1. Concuerdo. El racismo se ve claramente en el título “No queremos transformarnos en una factoría de cerdos para China, ni en una fábrica de nuevas pandemias”, y lo peor es que la pandemia de gripe porcina H1N1 no vino de China sino de Estados Unidos y México, por lo que es irónico que intenten conectarlo a China, demuestra que se creen el cuento ese de que 'todas las pandemias se originan en China', cuando la de 1918, la gripe porcina, y muchas otras vinieron de Estados Unidos y de Europa. Simplemente se debe al lugar en el que el eslabón final se traspasa de animal a humano, no por otra cosa. Los murciélagos se comen en muchas partes del mundo (incluso EE. UU. https://www.npr.org/sections/itsallpolitics/2012/08/07/158221181/on-the-road-in-florida-hard-times-politics-and-smoked-bat) y conectar a comer murciélagos con China también es una estupidez simplista. Siguen mintiendo, la realidad es mucho más compleja...
    Gracias por la publicación.

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    1. Además de que es muy ingenua la posición de los de 'izquierda' que no ven en China ni un atisbo de comunismo, cuando sí que lo hay, y es el país que más cerca llega a desarrollar un socialismo viable entre un cerco de países capitalistas que lo van a intentar ahogar siempre. No solo eso, sino que erradica la pobreza, y por más fallas que tenga el gobierno, sabe que las tiene y busca corregirlas (la última campaña anti-corrupción, la erradicación de la pobreza para 2020, las nuevas medidas ambientales del Plan Quinquenal, entre muchas otras cosas). Acá parece que se habla y se critica, pero nunca se hace. Pero lo peor de esta gente, creo, es no darse cuenta que China era del tercer mundo, y no solo del tercer mundo sino de lo más bajo del tercer mundo, allá por el 1950, e incluso allá por el 1978, y que hicieron un esfuerzo descomunal (en un país tan grande, con tanta población, con tantas regiones) para poder desarrollarse de manera rápida y equitativa y poder pasar a ser del primer mundo (que ojo, todavía ni lo son, pero ya van llegando, para 2049, eh): cosa que muy pocos países lograron (y ninguno tan grande como China), podemos meter a Japón y Corea del Sur (con gran ayuda de EE. UU. por obvias razones, y con dictaduras militares que se rehúsaron a seguir el rumbo que EE. UU. les tendía para industrializarse ellos mismos, y no nos olvidemos que allá por 1970 'los japoneses robaban tecnología' y 'todo lo japonés es una mierda', como ahora es, o era en 2010, lo chino, porque Huawei y Xiaomi y muchas marcas se posicionan ya más favorablemente), a la URSS en su momento, aunque se estancó, Vietnam está en proceso, Singapur, pero después... toda África... toda América Latina? Nada. Tal vez Nigeria, pero la distribución de riqueza es horrenda, tal vez la Argentina de Perón, pero ya sabemos que le mandaron un golpe de Estado porque no se bancaban que industrialice, tal vez el Chile de Allende podría haber empezado, pero ya sabemos qué le hicieron también, y así sigue la lista. Como dice el economista Ha-Joon, parafraseo: "los países capitalistas que se desarrollaron de manera 'proteccionista' ahora "le tiran la escalera abajo" a los países que intentan desarollarse de la misma manera, y los dejan en un bucle del que no pueden salir".

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