jueves, 27 de mayo de 2010

Belisario Gache Pirán en la mente de todos



Tuve mi primer encuentro formal con la web 3.0 con Akinator. El segundo, con hunch. Ambos sitios son altamente interactivos: ofrecen respuestas cuya calidad va mejorando en la medida en que aumentan las consultas.
Hay una primera clave en el concepto de mejora. Akinator es el viejo juego de adivinar en qué persona está pensando alguien, haciéndole unas pocas preguntas. La mejoría en este caso se mide por la cantidad de preguntas necesarias. Supongamos que preguntamos por Elvis Presley. Con —digamos— 6 preguntas, Akinator lo adivinará. Pero qué sucede si pensamos en alguien menos conocido, como el primer ministro de Educación de Perón, Belisario Gache Pirán. Muy difícilmente esté cargado este personaje en la base de datos de Akinator, y entonces el programa hará no seis sino quince preguntas, y entonces admitirá su fracaso, preguntará el nombre en que estábamos pensando y tal vez haga algunas preguntas adicionales. Akinator ha obtenido un primer perfil de Belisario Gache Pirán, que más tarde completará si hay una segunda consulta sobre Belisario Gache Pirán, y una tercera, etc.
El diseño del cuestionario debe comprender finamente cuáles son las categorías con que califica a los personajes el sentido común a fin de construirlos: hombre/mujer, muerto/vivo, famoso/ignoto, artista/científico, etc. Este sentido común ha de ajustarse en la medida en que la base de personajes aumente, para que el programa consiga adivinar a todos. Debe ajustarse para que la búsqueda sea más fina. Por otra parte, el cuestionario enseña al jugador qué saber de las personas para distinguirlas.
Es de observar, así, que tanto los datos sobre los personajes como el modo de conocerlos son un acuerdo entre Akinator y los jugadores. Son un acuerdo, no la verdad. Podría suceder que una pregunta sobre Belisario Gache Pirán sea contestada mayoritariamente equivocada: Akinator tomará la equivocación como válida porque es mayoritaria.
El cuestionario es de una arbitrariedad evidente; se podrían hacer infinitas preguntas.

Hunch usa el mismo mecanismo. Se consulta, por ejemplo, para comprar una cámara de fotos. El programa hará una serie de preguntas y al cabo ofrecerá una respuesta. Cuantas más personas hagan la misma consulta, más datos obtendrá el programa sobre qué quiere la gente, y mejor podrá responder. El resultado, otra vez, es un sentido común. Una conciencia compartida.

En la época en que conocí Akinator mi PC sufrió un ACV y quedó completamente a oscuras. También quedó a oscuras una parte de mí. Fue el momento en que comprendí que la computadora no era sólo un archivo de datos sino un lóbulo de mi cerebro. Yo no andaba vacío de información, sino que no podía pensar completamente. Estaba perdido, desorientado, no podía pensar bien. Ya no era un asunto de bytes, sino de funciones mentales.

No conecté en ese momento el episodio con un futuro que había imaginado, en el que se conseguía usar el cerebro como depósito de datos y como soporte de los programas que operan los datos. Se volvía crítico en ese sistema la interfaz. Imaginé que podía ser un chip implantado bajo la piel o colgado como un dije de una cadenita, o un piercing en el ombligo. Se intercambiarían datos poniendo en contacto los chips.
En una primera etapa se compartirían los datos archivados en un disco, pero luego todos los datos que existen en el cerebro podrían digitalizarse, de modo de ser comunicados y procesados por programas.
Una vez que todas las personas tuvieran su mente digitalizada, poner el chip en contacto con el de otro podría significar compartir una enorme conciencia.

En esta instancia la interfaz dejaría el lugar clave en manos de los programas. Serían estos los que establecerían cómo se procesarán los datos. El uso no es neutro. Una cosa es definida también por lo que se hace con ella. Quién y con qué objetivos se diseñarán los programas será la batalla política de este momento del desarrollo de la mente, porque definirá cuál será la conciencia humana, y por tanto la realidad.

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