Quisiera compartir este cuento, soberbio cuento, de Gisela.
Fernando tiene 45 años, es arquitecto y trabaja mucho.
Acaban de ascenderlo.
En la primera entrevista me dijo: “me recomendó mi psiquiatra que hiciera lo que me gusta, y te llamé”.
“Vengo de un período de mucho miedo, pánico, y necesito cantar”.
Comenzamos con las clases una vez por semana.
Al principio comenzábamos a vocalizar y yo le pedía que no pensara en la afinación, que se equivocara y que fuera desprolijo.
Le propuse desandar.
Le costaba mucho, decía que era “una persona muy pensante”.
La tercera clase le dije que comenzaríamos a cantar. Trajo el tango Como dos extraños.
Entonces:
Me acobardó la soledad y el miedo enorme de morir lejos de ti.
Noto un fraseo rígido y apucherado.
Se pone colorado se tapa la boca y yo le pido que siga.
Que ganas tuve de llorar sintiendo junto a ti la burla de la realidad.
Canta llorando.
“Respirá”.
Termina la clase y me dice “gracias”.
La clase siguiente trae el tema impreso, lo pone en el atril y cuando llega el momento de cantar dice una humorada, algo así como “no pienso moquear”.
Y el corazón me suplico que te buscara y que le diera su querer.
Rompe en llanto.
Solo digo, “¿te recuerda algo esta canción?”
“No lloro por lo que dice, lloro porque escucho mi voz”.
Comenzó a venir dos veces por semana, puntualmente ocho y media de la mañana.
Llora. Cante lo que cante, llora.
* * *
Creo que muchos entendemos a Fernando.
Sin embargo, no pude evitar que aparecieran en mi memoria algunos versos sueltos de tangos varios que han arrancado lágrimas a tantos varones cuando los cantaron, entendiendo o no lo que decían:
Sin embargo, no pude evitar que aparecieran en mi memoria algunos versos sueltos de tangos varios que han arrancado lágrimas a tantos varones cuando los cantaron, entendiendo o no lo que decían:
Así evoco tus noches, barrio 'e tango,
con las chatas entrando al corralón
y la luna chapaleando sobre el fango
y a lo lejos la voz del bandoneón.
¡Vete! ¿No comprendes que te estás matando?
fue todo de barro,
de barro mi vida,
de barro mi amor.
No desesperes,
que el sueño más querido
es el que más nos hiere,
es el que duele más.
Ya no serás jamás aroma de rosal,
frescor de manantial en mi destino.
Volví por caminos viejos,
volví sin poder llegar.
Grité con tu nombre muerto
recé sin saber rezar.
Si yo pudiera como ayer
querer sin presentir.
Y el dramón de la pálida vecina
que ya nunca salió a mirar el tren.
Fuimos el viajero que no implora, que no reza,
que no llora, que se echó a morir.
El Otoño te trajo, mojando de agonía,
tu sombrerito pobre y el tapado marrón...
Tus ojos de azúcar quemada
tenían distancias
doradas al sol...
¡Y hoy quieres hallar como entonces
la reja de bronce
temblando de amor!...
con ojos muy tristes bebe su champán.
Ya no es la papusa del Barrio Latino,
ya no es la mistonga florcita de lis,
ya nada le queda... Ni aquel argentino
que entre tango y mate la alzó de París
No me beses que te estoy llorando
Es la triste ceniza del recuerdo
nada más que ceniza, nada más...
¿En qué rincón, luna mía,
volcás como entonces
tu clara alegría?
Tu canto es el amor que no se dio
y el cielo que soñamos una vez,
y el fraternal amigo que se hundió
cinchando en la tormenta de un querer.
Fuimos la esperanza que no llega
¡Vuelve a tu antigua ilusión!
Junto al dolor
que abre una herida
llega la vida
trayendo otro amor.
Tal vez no lo sepas nunca,
tal vez no lo puedas creer,
¡tal vez te provoque risa
verme tirado a tus pies!
todo lo has conseguido
pagando como un chabón.
Tu canción
tiene el frío del último encuentro.
¡Vete! ¿No comprendes que te estoy salvando?
¿No comprendes que te estoy amando?
Yo te di un hogar
Siempre fui pobre
Pero yo te di un hogar
Sombra más fuerte que la muerte,
grito perdido en el olvido,
paso que vuelve del fracaso
Vives inútilmente triste
Tal vez escapó a tus ojeras
la reja, la hiedra
y el viejo balcón...
¿Pero qué?
si están tus cosas pero tú no estás
Un farol balanceando en la barrera
y el misterio de adiós que siembra el tren.
Un ladrido de perros a la luna.
El amor escondido en un portón.
Y los sapos redoblando en la laguna
y a lo lejos la voz del bandoneón.
* * *
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