lunes, 19 de septiembre de 2011

José el de la zapatería


El Gringo Tossi no lo iba a soltar ni loco al José. Había empezado a ayudarlo en la zapatería cuando tenía 16 años y el Gringo le había enseñado todo. Y le había salido buenísimo; no faltaba nunca, era tranquilito, obediente, nunca se quejaba y hacía todo bien. Hacía todo mejor que el Gringo. Inventaba, encontraba soluciones que el Gringo no conocía. Un día el Gringo lo encontró fabricando unas sandalias que nunca había visto en su vida. Josecito le dijo que una cliente le había llevado un modelo que había comprado no sabía dónde (“en otro paíse”, dijo el Gringo) y le había pedido que le hiciera un par igual. El Gringo agarró una sandalia, le miró los detalles, la estudió, se le devolvió a Josecito y le dijo “te da maña vos, ¿eh?” Tiempo después lo encontró haciendo un par de zapatos. Le preguntó si también lo estaba copiando y Josecito le dijo que no, que se los estaba haciendo a un tío que le había pedido. El Gringo conocía al tío, un imbécil que se llevaba todo por delante porque vivía en Norteamérica. Se la pasaba comparando para decir que “allá estas cosas no pasan”, “allá es todo automático”, “allá esto no lo usan más”. Josecito le creía al tío y lo que el tío le pedía, corría a cumplirlo. “¿Y cuánto te paga el tío?”, preguntó el Gringo, y Josecito hizo un gesto de que eso no tenía ninguna importancia.
El par de zapatos que estaba haciendo Josecito era prodigioso. El Gringo los miraba, los daba vuelta, los sentía y le parecía increíble que ese pibe que estaba todo el día sentado en un rinconcito minúsculo y oscuro de la zapatería sucia, hubiera hecho algo tan perfecto.
“Vó podé trabajar de diseñador”.
Josecito no lo entendió, porque no sabía qué era un diseñador y porque no se le ocurría que podía trabajar de otra cosa.
“Este infeliz, pensó el Gringo, no es pobre de plata. Es pobre porque se pasa la vida haciendo la milésima parte de lo que podría hacer, nada más que para que yo le pague una miseria, y con lo que podría vivir bien —vivir bien, ¿no?, viajar, ganar dinero, hacer lo que le gusta, mejorar— hace cosas que no las vende, ni las muestra. Las deja tiradas por ahí, o las regala. Se va a quedar toda la vida conmigo”.

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