martes, 11 de febrero de 2014

La disolución de los espejos



Le tengo miedo a los crotos. Me resultan amenazantes y me causan horror. Tengo miedo de que me hagan cualquier cosa, porque sé que no tienen límites. O tengo miedo —y este miedo es peor— de que
hagan cualquier cosa. Apenas los veo me golpea un susto.
¿Y por qué? Creo que son mi infierno tan temido: deambular sin que nadie te vea, como un fantasma. Sin que nadie te devuelva una imagen de vos. Borges se espantaba con los espejos (“Los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres”). No sé si alguna vez se habrá puesto a pensar en el estado de deshumanización en que se hunda quien no se ve reflejado en otros. Uno se viste frente al espejo, se comporta ante el juicio de los demás; uno es en esa construcción entre el cuerpo propio y lo que lo que los demás ven de sí. Por eso cuando se disuelven los espejos uno sale a la calle vestido de cualquier forma, hasta perder todo aseo y toda vergüenza, y hace cualquier cosa.

Es interesante que los chicos se disfracen para la zombie walk. No encontrarían mejor inspiración que en alguno de los paradores nocturnos donde fui a dar los talleres de cuentos.








1 comentario:

  1. en mi pueblo había un croto que se llamaba Calixto. Ahora, la que le tiene miedo al espejo soy yo. Qué dos pensamientos extraños

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