Una tormenta me ha sacado del rumbo que llevaba. Primero
zozobré en la confusión, temí morir. Pero luché con fuerza por salir adelante y
lo conseguí.
He dejado la noche atrás y con la calma logro reconocer el
nuevo mar al que vine a parar.
Es un viejo conocido. Pasé buenos momentos en estas aguas.
Fui pusilánime en mi vida, me atreví a desear poco, y si algún deseo se escapó
a la represora mano de mi cobardía, luego no me entregué con la locura
necesaria a la misión de cumplirlo. Pues este es el mar donde debería desear y
vivir lo deseado. Aquí el mundo está hecho sólo de misterios incitantes y
ardientes, y cada intento por tocarlos es una transgresión.
Miro a mis amigos: no sé quiénes están en este mar. La
mayoría ha conseguido acomodarse en otras vidas. No sé si algunos se queman en
esta desesperación por morder lo desconocido, desatar las cadenas de lo
imprevisto y lo inconcebible.
Si alguno hubiera, lo convoco.
Hay mucho por hacer.
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