Hay personas que escriben mucho, que han escrito mucho, y
han escrito muy bien, han recorrido caminos seriamente, se han metido por
lugares de la realidad donde nadie más, con enorme sensibilidad y valentía, y
han contado lo que pasa allí con talento y mucho trabajo. Entre ellas, muchas
van a parar a la hoguera de las vanidades de un modo penoso. Causan a la vez
risa y vergüenza por lo increíblemente ridículas que quedan, y también causan
perplejidad porque ¿cómo, personas tan inteligentes, sensibles y que han
trabajado tanto se hacen instantáneamente vedettes, imbéciles de su egomanía?
Leo que una escritora se presenta a sí misma, en tercera
persona, de esta manera: “X escribe para deshacerse de X. Se levanta todos los
días a las 6am y se sienta frente a la computadora con ese firme propósito. Si es un buen día, oye
voces. Si es uno malo, sólo oye la suya. El resto del tiempo, lee, enseña y
discute acaloradamente con amigos, pareja, jefes y alumnos, todas actividades heroicas que colaboran con su
propósito de desaparición. Odia el Word, escribir a mano y la gente que usa las
palabras ‘cuero cabelludo’”.
Agradecería si alguien me ayuda a entender esto. Se me
ocurre pensar que buscan no resistirse a la veleidad como privilegio burgués, o
en la entrega a la decadencia para mostrar pertenencia a un sector social
poderoso. Es tristísimo. Lo mismo que adorar a la Mona Giménez en Punta del
Este.
La egolatría de la Hiena Barrios, de Diego, de Cristiano
Ronaldo es la de personas que ya están condenadas y que tienen la posibilidad
de cuestionarla. La de los intelectuales y artistas es horrible porque tienen
todas las armas para pasarla por un costado
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