No conozco el nombre de este señor. Lo sabe Romina, que ayer
le hizo la ficha para registrarlo como socio de la Biblioteca.
Desde que armamos la Biblioteca en el Parador Retiro lo
vemos. Cuando le pregunté por qué iba a dormir al Parador me dijo que estaba
esperando que una empresa portuaria o naval volviera a contratarlo.
También me dijo que es sudafricano, de Ciudad del Cabo. Como
habla en inglés, varias veces fui a ofrecerle libros en inglés, pero
amablemente dijo que no podía aceptarlos, hasta anoche, que finalmente,
consintió en llevarse The Old Man and the Sea.
Es de piel y cabellos muy oscuros, pero sus rasgos son
caucásicos. Siempre está solo, leyendo algo. Nunca busca a nadie para charlar,
pero siempre abandona lo que está haciendo para contestar cuando se le pregunta
o pide algo. Cada vez que me acerqué a hablar, hemos tenido largas charlas.
Nuestro tema favorito es el rugby. Me asombró mucho la pormenorizada
información que tenía del seleccionado argentino. Cada vez que jugaron Los
Pumas comentamos el partido.
Luego de que se ausentara un tiempo le pregunté qué le había
pasado y me dijo que había estado en un hospital internado. "Mis
pulmones", me dijo en inglés. Sigue tosiendo mucho. Quizás no esté en
condiciones de trabajar en un barco. No sé qué será de él, en ese caso. Espero
que estos días disfrute del libro de Hemingway, que cuenta la historia de un
viejo pescador a quien nadie malquiere pero de quien sólo un muchachito se
ocupa, y ni aún éste conoce su vida. El muchachito no sabe que el viejo navegó
muchos mares en su brava juventud, y aunque ha charlado de temas que nadie
hablaba con el viejo, como las hazañas del gran DiMaggio, el viejo no le contó
de aquel sueño que muchas veces tenía, que tuvo una y otra vez en alta mar en los
días que luchó con el magnífico pez espada hasta agotar todas sus fuerzas, y
que vuelve a tener luego del fracaso final, para cerrar el libro: un sueño con
leones, enormes leones que jugaban y retozaban en la arena de una playa como
cachorros.
Fue Fernando, el a esta altura medio legendario Fernando,
quien trajo de su fabulosa librería Libros Ref, esa novela.
Hizo un esfuerzo importante para poder estar en el Parador,
en parte porque el sacudón que le da la realidad de casi doscientos tipos que
la pelean por seguir, pese a que la vida se ha ensañado con ellos, le carga la
consciencia de asuntos que no quiere pasar por alto.
Y todos los que mantienen la Biblioteca hacen un largo viaje
cada vez que van, por un territorio dé vidas, amistades, empeños, abandonos,
tragedias, amores, y vuelven heridos y más sólidos.
El lunes pasado fue un feriado de verano, que se chorreaba
de caliente y desagradable, y les dije que no se obligaran a ir. Después me
enteré de que Adri y Marcelo habían ido. Adri me mostró por qué: había un
mensaje de Javi, uno de los muchachos que duermen en el Parador, que decía
"ya faltan pocos minutos para que ustedes vengan".
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