martes, 14 de junio de 2016

Efectos de una obra de Mónica Castagnotto

En un momento de la vida, o en muchos, o siempre, nos preguntamos por qué una obra es una obra de arte o no. Qué hace que una pintura, por ejemplo una pintura abstracta, sea arte. "Qué diferencia hay con que la haya pintado un chimpancé?', "no es arte, es un manarracho". 
Hay varios criterios para distinguir una obra de arte, infelizmente todos demasiado subjetivos. 
Quizás el más demostrable por cuantitativo (todo lo cuantitativo parece más verdadero), aunque sin buena justificación, es el que inventó Kurt Vonnegut: "cuando hayas visto 10.000 cuadros, sabrás distinguir conocemos esa otra idea que postula que el arte se distingue porque te cambia la visión de las cosas. 
Es un criterio indiferente ante la estética, más involucrado con el compromiso. 

El personaje que hace Marlon Brando en Un tranvía llamado Deseo te transforma para siempre la imagen de los brutos.
Elvis te transforma para siempre la idea de la juventud.
Operación Masacre te refunda la Argentina.
Un cuadro de Mónica Castagnotto demuestra muy claramente la potencia de este criterio.
Después de verlo, ya no pude ver una imagen de la Virgen María sin ver una vagina, sin sospechar que el artista, artesano o devoto que la hizo tenía en su cabeza, consciente o no, la imagen de una vagina.
Veo la forma general, los pliegues, algunas muy tapadas, otras más desnudas, los velos-himen, los clítoris, los niños Jesús que han salido de ellas. 

En una iglesia dedicada a la Virgen María inclusive había una estatua que tenía a sus pies una concha, y no sólo eso, había una pileta para bautizar a los niños y el cacharro para echarle agua ¡también era una formidable concha!
Nadie supo explicarme por qué usaban esa concha.
Vean las imágenes, quizás en ellas me explique mejor.







































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