lunes, 21 de junio de 2021

De la nada

No había pasado una semana, que ya estábamos revolcándonos en la cama. Y no había pasado otra, que ya nos habíamos descartado. 

Éramos unos chicos, recién empezábamos la universidad; éramos revoltosos, la vida nos atropellaba como corre el agua a lo loco por un arroyo de la montaña. 

No nos apasionamos como novios, pero nos hicimos amigos inseparables, estuvimos siempre juntos, sabiendo de la vida del otro naturalmente, metiéndonos en la vida del otro como si tuviéramos derecho. Ella conoció a mi familia, yo iba a su casa y me quedaba dos, tres, cuatro días como si fuera mi familia, la madre andaba en camisón adelante mío, el padre me trataba como un sobrino. 

Y así pasaron los años.

Cuando yo me fui a vivir a otra ciudad y le dije que estaba con alguien, se alegró. Quiso conocerla, le dije que viniera. 

A mi novia no le cayó del todo bien, y ella, por su parte, me dijo:

— Es divina, pero ¿cómo vas a hacer una vida con ella? Están como para tener hijos, ¿no?

— Sí —le respondí.

— ¿Cómo vas a tener hijos con una extraña? Podés tener hijos conmigo, pero es un disparate que pienses meter en tu vida alguien que salió de la nada, una persona que no conocés.

— Estás loca —le dije.

— Sabés que tengo razón.

La odié.

Como siempre.


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