Dos situaciones de mascotas
¿Estás a favor de una ley que prohíba la venta de gatos, perros o cualquier otro animal, considerando que el humano no debe tener la potestad de vender o comprar a otras criaturas?
Hace unos días iba caminando distraídamente por la calle y al acercarme a la esquina de French y Sánchez de Bustamante noté que se había formado una pequeña multitud.
Había varios policías —conté siete—, con un auto de policía que irradiaba la luz azul desde el techo.
Pensé que habían agarrado a alguien robando.
Pero era demasiada gente. Y no había un tipo sentado en el piso con las manos atadas atrás, como cada vez que agarran a un cazador de celulares.
Iba aproximándome y no podía resolver la incógnita.
Finalmente vi que un muchacho, de mocasines náuticos, bermuda color caca de bebé, camisa celeste y lentes RayBan, tenía de la correa a su perro, y vi que el perro estaba como abatido y tenía sangre en la boca y cerca del hombro, y en el otro rincón, entre la gente igual que el otro, había otro perro, un doberman, que también tenía la boca maltrecha. A este lo tenía una señora, de jeans y largo pelo canoso sin teñir. El dóberman tenía el mismo aspecto decaído.
Comprendí que se habían peleado, porque recordé que ese es el ánimo que les queda a los perros después de que se trenzan en combate. Ponen todo lo que tienen en la pelea, y al final quedan sin energía.
Eso era perfectamente perruno.
Es así desde que el perro es perro.
Lo novedoso en esta situación era la multitud humana y la policía.
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