Él se queda como asombrado, colgado, impávido, perplejo,
extrañado, suspenso ante cada situación, como si cada situación fuera nueva,
como si viviera por primera vez cada cosa que vive. Se queda reflexivo,
preguntándose tantas cosas que ni sabe qué quiere saber. Deambula por ahí,
buscando respuesta, repitiéndose lo que ha pasado, regurgitándolo, rumiándolo
para intentar comprenderlo, sopesarlo, aprehenderlo. Su digestión podría
llevarle años, no tiene término, podrá perderse intentando enfocar qué sucedió.
Ella, en cambio, pareciera que ya vivió muchas veces cada
situación que se le presenta por primera vez. Cómo si hubiera nacido con
experiencia. Un vistazo le sobra para comprenderlo todo y en ese instante traza
un completo plan de acción, que ya está ejecutando cuando hace el primer
movimiento.