Quienes pertenecemos al mundo bobo del botón —apretamos un
botón, sucede lo que queremos— no comprendemos la fuerza de la inercia. Nada
que valga la pena puede modificarse de un momento a otro. Incluso las mejores
revoluciones necesitan, después del quiebre, varias generaciones para lavarse de gorilas y el tiempo que las cosas demanden
para tomar otro rumbo.