El boxeador Maravilla Martínez sabía que el físico no le iba
a dar. No tenía forma de derrotar al portorriqueño, ni manera de evitar que le
diera una paliza. Retroceder estaba fuera de toda posibilidad, máxime teniendo
en cuenta la mística que cargaba ir hacia la última pelea de su vida.
¿Cuánto hacía que Maravilla sabía que iba a perder?
Tremendo profesional que es, no pudo enterarse la víspera.
Por lo menos tuvo tres semanas de certeza. O sea, tres semanas caminando hacia
el Monte del Calvario.
Esa fue su épica.
Muy mal terminada, por lo demás, porque lo único que le
quedaba era entrar y darle trompadas a Cotto hasta que se le cayeran los
brazos, hasta que Cotto le partiera la mandíbula con un gancho, hasta resbalar
al piso exhausto. En cambio, fue el más puro paquete. Se dejó caer casi
llorando.
Lo que dijo al final en la entrevista pública arriba del
ring, fue tan correcto que lo hizo parecer un discípulo del dulce Palma.
En todo caso, por todo eso fue una auténtica derrota.
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