Mi abuelo trabajaba en el campo. Estaba muy enamorado de mi
abuela; muchas veces interrumpía lo que estaba haciendo para llegar hasta la
casa y tomar unos mates (charlar) con ella.
Dice mi mamá que al final mi abuela lo echaba, riéndose
porque él no se podía ir.
Tan enamorados estaban.
“Siempre tuve la impresión de que a los hijos nos tenían un
poco de bronca, porque le molestábamos su idilio”.
Pero tuvieron muchos hijos. Es que de noche se abrazaban
tanto, tan fuerte, que ella quedaba embarazada. Tuvieron quince hijos: Bicha,
Milo, Benigno, Horacio, Tita, Tito, Irma, una nenita que murió al nacer,
Edgardo, Betty, Coco, Chela, Celia, Ricardo y Luisito.
Sumados los tiempos de los embarazos fueron más de 13 años.
Casi siempre que mi abuelo abrazaba a mi abuela, que era muy hermosa, ella
tenía una panza con un bebé adentro. Él se dormía con su mano grande, áspera y
bruta como un pedazo de tronco, apoyada con la delicadeza que podía sobre la
panza de mi abuela.
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