Escucho cómo la socia de mi mujer disfruta que su hija Sofía
esconda un amante a su marido. Primero la bronca me hincha la vena de género,
el instinto de la tribu machista, y luego mi cabeza deriva hacia otros lugares.
Es obvio que el mentiroso es un inmoral, le falta el respeto
a los demás, no cumple con su compromiso, etcétera. Pero ante todo, el
mentiroso es un iluso, un inocente, alguien con una fe necia, que aún no ha
descubierto, que tal vez se niegue a comprender, que la verdad siempre cuela.
Evidenciada o no, demostrada o no, sentenciada o no, la
verdad siempre filtra, entra por la puerta principal o por una ventana como revelación o como hecho, como enfermedad, como
bendición, como destino, como castigo de la naturaleza o como locura.
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