Camilo me recuerda
la respuesta de un viejo orangután cuando le preguntaron si no apoyaba la
repatriación de los restos del General Juan Manuel de Rozas: “No, de ningún
modo. Ahora, si me piden que firme por los
restos de Perón, firmo en el acto”.
En el momento de
esa afirmación Perón estaba vivo.
Una genialidad la
del orangután, inimitable.
Quizás él hubiera
estado de acuerdo que no es tan fácil ser peronista. Es fácil subirse al camión
de peronistas como joven romántico, pero ser forjado por la experiencia
peronista es otra cosa.
Muchos son admiradores,
fans, seguidores, incluso émulos de los peronistas, pero tener instinto
peronista, reaccionar como un peronista, poner el cuerpo por peronista, llorar
adentro por Evita, no es tan fácil.
Los peronistas
posiblemente sean los que más defectos tengan, pero difícilmente veamos a un
peronista glorificando la derrota.
No se regocijará en
la derrota, no la buscará, ni siquiera la aceptará.
He escuchado decir
que este es uno de los defectos de los peronistas.
Al peronista no le
sobra nada. No puede darse el lujo de la derrota. La derrota es la muerte para
él, porque él juega todo lo que tiene al triunfo.
¿Cuál será el campo
específico para el entusiasmo y la exaltación de la derrota propia? ¿El
psicoanálisis? ¿La deportología? ¿La politología? ¿La estética?
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