El señor alto de la gorra no sólo concurre a la verdulería
frente a su casa para someter al verdulero a temas que a nadie le importan, ni
siquiera a él, sino que se pone muy exigente con el verdulero, "¿ME
ESCUCHA LO QUE LE ESTOY CONTANDO?" —mientras el verdulero está tratando de
atender a otros clientes, que, a diferencia del señor, van realmente a comprar.
Y para colmo abunda con pretericiones. Da largas referencias de lo que va a
decir, como acotaciones previas, sin darle al verdulero la menor pista de qué
va a decir. ("lo que le voy a
contar es algo con lo que muy poca gente, pero MUY poca gente está de acuerdo,
¿o no?"). Yo me desespero tanto que me voy.
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