El héroe puede
andar con otros, ser parte de una banda, tener amigos, amigotes, incluso
esposa.
Pero no es héroe si
en el fondo no está solo con aquello a lo que se enfrenta y lo hace héroe.
Llama mucho la
atención una nota publicada por José María Puente en un boletín de la Sociedad
Sanmartiniana de la ciudad de Santa María (Nº23, agosto de 1965).
No soy historiador
ni ando buscando documentos como este; estaba entre una pila de libros que
donaron para una biblioteca en la que yo trabajaba hace unos años y ahora
reapareció en el fondo de una caja.
El tal José María
Puente, de quien no hay más referencia que su mero nombre como autor del
artículo, cita palabras que San Martín le dijo, ya muy maduro, en Bulogne Sur
Mer, a su hija Merceditas. Me puse a leerlo para recordar y revisar aquello que
me había llamado la atención en mi adolescencia. Se habían puesto de moda esas
frases sentenciosas, solemnes, como pensadas para que fueran grabadas en la
piedra que basara sus futuras estatuas, que soltaba San Martín a su hija. Se
las llamaba “máximas”. No recuerdo a quién se las transmitió Merceditas y cómo fueron
difundidas.
En el boletín estaba
la colección de aquellas frases, “Serás lo que debas ser; si no, no serás nada”,
etc., pero aparece en el medio de ellas una reflexión en otro tono: “El hombre
que es empujado a las tinieblas de la soledad vive el infierno de que los temas
más nimios lo compliquen hasta la pesadilla y de que sus enfermedades, incluso
inexistentes, aún las más inofensivas, crezcan hasta matarlo”.
Ninguna de las
otras máximas tenía esta carga de vulnerabilidad. O las demás fueron pensadas o
retocadas para hacer de San Martín un héroe de bronce o era una reflexión
autobiográfica que había colado José María Puente.
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